El mandato de desear siempre
¿Y si el mayor tabú fuera aburrirse?

Coach sexual.

Hoy se habla de sexo en todos lados, pero nadie se anima a decirlo: a veces aburre. No por falta de deseo, sino por presión de rendir.
La sexualidad se liberó, al menos en el discurso. Hoy se habla de sexo en redes, series, podcasts, talleres y hasta en la mesa del domingo. Pero con esa libertad, llegó algo nuevo: la exigencia de que el sexo no solo sea frecuente, sino espectacular.
Apps para conectar al instante.
Tips virales para "activar zonas inexploradas".
Productos, técnicas, roles, juguetes con Wi-Fi, cursos para dar orgasmos inolvidables…
Todo apunta a una idea: si no lo hacés mejor cada vez, estás quedándote atrás.
El deseo no es una app
Vivimos sobreestimulados. El cuerpo, la mente y los sentidos están en modo alerta casi constante.
Y sin embargo, el deseo no se actualiza por obligación.
No funciona como una notificación.
No aparece por más tips que leas ni por más técnicas que practiques.
A veces, simplemente, no está.
Y eso incomoda. Porque en esta época, aburrirse en la cama parece más escandaloso que no tener sexo.
Cuando el “deber” reemplaza al placer
Muchas personas hoy sienten que su vida sexual está vacía, no por falta de libido, sino por saturación.
Saturación de estímulos, de presión, de comparaciones.
El deseo fue colonizado por la productividad. Por la idea de que hay que rendir, incluso en lo íntimo.
Y cuando no se rinde, se finge.
Se disimula.
Se evita.
El resultado:
Cuerpos presentes pero ausentes.
Orgasmos forzados.
Gestos repetidos.
Ganas actuadas.
¿Y si aburrirse fuera una señal sana?
Aburrirse no significa que algo está mal.
Significa que algo necesita ser mirado con más honestidad.
Tal vez el cuerpo está pidiendo pausa.
Tal vez la mente necesita silencio.
O tal vez simplemente, por un rato… no hay nada que desear.
Y eso también es sexualidad.
Lo que los estudios dicen (y nadie cuenta)
Según el Kinsey Institute y la Universidad de Stanford, el 37% de las personas activas sexualmente se sienten desconectadas de lo que hacen en la cama, aunque no tengan disfunciones físicas ni problemas de pareja.
El motivo más común no es la falta de amor ni la rutina:
es la presión de tener que disfrutar siempre.
Volver a desear distinto
El deseo no se pierde. Se oculta bajo toneladas de exigencia.
Y para recuperarlo, a veces no hay que hacer más.
Hay que permitir algo mucho más revolucionario:
aburrirse sin culpa.
Porque solo cuando dejás de actuar lo que deberías sentir, empieza a aparecer lo que realmente querés vivir.