River y Boca eliminados en la primera fase
Un fracaso del fútbol argentino

Periodista.

La temprana eliminación en el Mundial de Clubes de los equipos grandes de nuestro país generó una gran decepción y un cachetazo de realidad.
Muchas veces se han escuchado (y todavía se escuchan) en los estadios cantos de las hinchadas que expresen, entre otras cosas, “Y ya lo ve, y ya lo ve… Somos locales otra vez…”, o también que se diga “…Que los partidos se ganan dentro de la cancha y hasta en los tablones…” o el “…Nosotros alentamos, ustedes pongan huevos…”; pero los que juegan son los protagonistas dentro del terreno de juego y los tres puntos se obtienen por los goles que hagan y de igual manera los campeonatos, no por cuánto público se hizo presente.
River y Boca, si bien han sido de los equipos que más hinchas llevó al Mundial de Clubes, fracasaron deportivamente y han recibido un baño de realidad. Hay una obvia cadena de responsabilidades de mayor a menor medida: jugadores (los que entran al rectángulo de juego), los cuerpos técnicos (son los encargados de orientar a los equipos/jugadores) y los dirigentes (toman decisiones respecto a los clubes y gestionan armados de los planteles, en la compra y venta de futbolistas). Los hinchas y socios, simplemente acompañan.

Tanto desde el club Millonario como también del Xeneize han invertido millones de dólares en refuerzos, al igual que la contratación de entrenadores, para competir en lo más alto, pero no hubo resultados. Por el lado del elenco de Núñez, apostaron desde el año pasado por el regreso de Marcelo Gallardo, a quien le dieron todos los gustos, con incorporaciones de jerarquía (como fue el caso de los campeones del mundo Gonzalo Montiel, Marcos Acuña y Germán Pezzella), pero hasta el momento en su segundo ciclo no ha logrado encontrar un equipo y ha dependido de individualidades que pudieran hacer ganar partidos (Franco Mastantuono, quien ya jugó el MDC siendo futuro jugador del Real Madrid, lo que marca que no estaba al ciento por ciento enfocado). Es importante para un DT tener buen plantel, pero sigue siendo un pendiente encontrar el equipo y los octavos de final de la Copa Libertadores es el horizonte y lo que le da todavía crédito a esta segunda gestión del Muñeco, quien, a pesar de ser inmaculado por su rica historia en River como jugador y entrenador, no es ajeno a las exigencias que reflejó la hinchada una vez consumado el 0-2 ante Inter de Milán, que cantó “Quiero la Libertadores…”.
Por el lado de Boca, esta eliminación marca en la historia otro fracaso de la gestión del presidente Juan Román Riquelme y su Consejo de Fútbol, tomando en cuenta que ya no tiene competición internacional a la cual aferrarse, habiendo quedado eliminado tempranamente en fase preliminar de la Copa Libertadores ante Alianza Lima y ahora también sin Mundial de Clubes y solamente le quedará disputar el Torneo Clausura y la Copa Argentina (el 30 de julio se enfrentará a Atlético Tucumán por los 16avos de final). Y como consecuencia paga caro los gastos que ha tenido la institución en jugadores y en entrenadores, porque debió abonar, en menos de un año, recisiones de contrato de Fernando Gago (el año pasado para que deje al Chivas de Guadalajara y además lo que tuvo que abonar por el despido del ahora conductor de Necaxa) y Miguel Ángel Russo (el resarcimiento para dejar formalmente a San Lorenzo, club con el cual tenía contrato). Y lo curioso en el caso de Russo es que había sido despedido por Riquelme en 2022 y volvió a contratarlo para esta etapa, lo cual deja en claro la desprolijidad y la falta de proyecto del ex enganche, quien en reiteradas ocasiones se ha conformado con “competir”. Ahora buscará apaciguar el enojo de los hinchas con la noticia del regreso de Leandro Paredes, pero necesita mucho más para cambiar este duro presente.

Respecto al juego, muchos maquillaron la decepción con decir que “se le jugó de igual a igual” a los equipos europeos, como si hubiera un abismo entre sudamericanos y los representativos del Viejo continente. Sin embargo, el mito de dicha gran diferencia quedó roto con triunfos de equipos brasileños, como fue el caso del actual campeón de la Copa Libertadores, Botafogo, que logró una gran victoria ante el campeón de la Champions League, París Saint Germain, por 1 a 0, y Flamengo ante Chelsea de Inglaterra por 3 a 1. En definitiva, en la cancha son once contra once y lo más importante es saber producir como equipo.
River había empezado con un contundente triunfo contra Urawa de Japón (3 a 1), pero al siguiente partido le faltó puntería contra Monterrey de México (0 a 0), lo cual generó que llegara condicionado para el último duelo ante Inter de Milán. Fue un encuentro parejo ante el Subcampeón de la Champions League hasta que en el segundo tiempo cometió algunas imprudencias en el terreno de juego, como lo fue la expulsión de Lucas Martínez Quarta por ir a trabar fuerte al neerlandés Denzel Dumfries. Desde ese entonces perdió la brújula y encaminó su regreso a casa.
Por su parte, los dirigidos por Russo habían tenido un buen juego en gran parte del partido ante Benfica de Portugal, el cual iba ganando 2 a 0, pero se dejó estar y además padeció las expulsiones de Nicolás Figal y el español Ander Herrera, lo cual condicionó el andar Xeneize e incidió para que el encuentro termine en empate 2 a 2 y pierda dos puntos. Luego apareció un Bayern Münich que le hizo precio en cuanto al resultado (2 a 1) porque fue un claro dominador y pudo haber ganado por más diferencia en el primer tiempo. Y para la fecha final necesitaba golear al modesto Auckland City de Nueva Zelanda, que venía de perder por amplia diferencias en los partidos anteriores, con 16 goles en contra, y Boca no pudo quebrarlo en ningún momento, jugando a un flojo nivel, como si hubiese quedado eliminado antes de empezar el partido.

No hay dudas de que puede ser conmovedor y fantástica la gran presencia de fanáticos argentinos en un Mundial, pero no existe premio que le de una estrella a un club en ese rubro, aún a pesar de que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, aplaudiera a los hinchas de Boca por su gran acompañamiento. Simplemente son anécdotas o puede referirse a “campeones morales”, pero no tapan para nada este fracaso del fútbol argentino.