Un acto de amor en el infierno
San Maximiliano Kolbe: el santo que desafió a los nazis en Auschwitz

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El sacerdote que entregó su vida en Auschwitz para salvar a un padre de familia condenado por los nazis.
Infancia y vocación
Maximiliano Kolbe nació el 7 de enero de 1894 en Zduńska-Wola, una región polaca bajo control ruso. Sus padres, un humilde tejedor y una partera, eran fervorosos cristianos. En su bautismo recibió el nombre de Raymundo.
Cursó sus primeros estudios en la escuela franciscana de Leópolis. En 1910 ingresó en la Orden de los Frailes Menores Conventuales, adoptando el nombre de Maximiliano. Fue enviado a Cracovia y más tarde a Roma, donde permaneció seis años. Allí obtuvo la licenciatura en Filosofía en la Universidad Gregoriana y en Teología en el Colegio Seráfico. El 28 de abril de 1918 fue ordenado sacerdote. Hoy, la Iglesia lo recuerda y celebra como San Maximiliano Kolbe, mártir.
La Milicia de la Inmaculada
Durante su estancia en Roma contrajo tuberculosis, una enfermedad que lo acompañaría toda su vida. Con la autorización de sus superiores, fundó la Milicia de la Inmaculada, asociación destinada a promover la conversión de todos los hombres por intercesión de María.
De regreso a Polonia, y debido a su frágil salud, no pudo dedicarse plenamente a la enseñanza o la predicación, pero sí a la difusión de la Milicia. Reunió miembros entre religiosos, profesores, estudiantes, profesionales y campesinos.
“El Caballero de la Inmaculada”
En la Navidad de 1921, el padre Kolbe fundó en Cracovia el periódico “El Caballero de la Inmaculada”, inicialmente de pocas páginas. Tras ser destinado a Grodno, montó una pequeña imprenta con máquinas antiguas, atrayendo a numerosos jóvenes deseosos de vivir el carisma franciscano mariano.
La publicación creció rápidamente y, gracias a la donación de tierras del conde Lubecki, Kolbe estableció en Varsovia Niepokalanów, la “Ciudad de María”. Allí la imprenta fue modernizada y el periódico alcanzó tiradas millonarias. A su vez, nacieron otros siete periódicos.
Expansión internacional: Japón e India
Decidido a llevar su obra más allá de Polonia, viajó a Japón, donde fundó otra “Ciudad de María” en Nagasaki, que más tarde serviría de refugio a huérfanos tras la bomba atómica. También colaboró con judíos, protestantes y budistas, convencido de que en toda fe hay semillas de verdad. Abrió además una casa en Ernakulam (India).
Finalmente, regresó a Polonia para tratar su tuberculosis y retomar la dirección de Niepokalanów.
Niepokalanów en tiempos de guerra
El 1 de septiembre de 1939, la invasión nazi de Polonia obligó a disolver Niepokalanów. Kolbe recomendó a los frailes: “No olviden el amor”. Un grupo de 40 religiosos permaneció en el lugar, transformándolo en refugio para heridos, enfermos y desplazados.
El 19 de septiembre, Kolbe y sus frailes fueron deportados a un campo de concentración, pero liberados el 8 de diciembre. De vuelta, dieron asistencia a 3.500 refugiados, incluidos 1.500 judíos. Meses después, Kolbe rechazó la ciudadanía alemana —que le habría salvado— y fue arrestado el 17 de febrero de 1941. Obligado a vestir de civil, fue trasladado el 28 de mayo a Auschwitz, donde recibió el número 16670 y fue destinado a trabajos forzados, como transportar cadáveres al crematorio.
Martirio en Auschwitz
Su ejemplo sacerdotal dio esperanza a los prisioneros: “Kolbe era un príncipe entre nosotros”, recordaría uno. A finales de julio, tras la fuga de un preso, los nazis seleccionaron a diez reclusos para morir en el búnker del hambre. Kolbe se ofreció a reemplazar a uno de ellos, un padre de familia.
Durante dos semanas organizó oraciones y sostuvo la fe de los condenados. Al quedar sólo cuatro con vida, los guardias les administraron una inyección letal de ácido fénico. Kolbe ofreció el brazo y pronunció sus últimas palabras: “Ave María”. Murió el 14 de agosto de 1941.
Maximiliano Kolbe fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 10 de octubre de 1982 en una ceremonia multitudinaria en la Plaza de San Pedro. La Iglesia lo reconoció como mártir de la caridad, dado que su muerte no fue por odio a la fe de forma directa, sino como un acto supremo de amor al ofrecerse en lugar de otro prisionero condenado a morir por los nazis en Auschwitz. Ya había sido beatificado en 1971 por el Papa Pablo VI, pero la canonización fue especialmente significativa, pues Juan Pablo II, compatriota de Kolbe, subrayó que su sacrificio representaba la victoria del amor sobre el odio y la violencia. En el acto, estuvo presente Francisco Gajowniczek, el hombre cuya vida Kolbe salvó, testimoniando así la magnitud del gesto que lo llevó a los altares.