Este es el <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral</a> correspondiente al miércoles 24 de diciembre, una fecha profundamente significativa dentro del calendario cristiano, no solo por la cercanía con la celebración de la Navidad, sino también por la memoria de varios santos y mártires cuya vida y testimonio quedaron ligados a los primeros siglos del cristianismo. Entre ellos, se destaca la figura de San Gregorio de Spoleto, sacerdote y mártir, cuyo culto se extendió por distintas regiones de Europa.San Gregorio vivió en la segunda mitad del siglo III, en la península Itálica, en un tiempo marcado por la inestabilidad política y, sobre todo, por las duras persecuciones contra los cristianos. De su vida se conservan escasos datos históricos, pero los relatos transmitidos por la tradición cristiana coinciden en señalarlo como un hombre de profunda fe, vida recta y gran influencia espiritual dentro de su comunidad. Era sacerdote en la ciudad de Spoleto, en la actual Italia, y su predicación atrajo a numerosos fieles, lo que pronto despertó la atención de las autoridades imperiales.Durante el gobierno del emperador Maximiano, uno de los períodos más crueles de represión contra el cristianismo, llegó a Spoleto el general Flaco, enviado con la orden expresa de castigar a quienes se negaran a rendir culto a los dioses paganos y al emperador. Pronto fue informado de que Gregorio era señalado como responsable de haber “seducido” a muchos ciudadanos para que abandonaran los sacrificios tradicionales y rechazaran el culto imperial. Ante esta acusación, se ordenó su inmediata detención.Gregorio fue llevado atado ante el tribunal, donde se le exigió que ofreciera sacrificios a los dioses romanos. Fiel a sus convicciones, se negó rotundamente, afirmando que solo un Dios merece adoración. Esta confesión de fe selló su destino. Fue sometido a un prolongado período de torturas con el objetivo de hacerlo renegar de su fe, pero no cedió. Finalmente, fue condenado a muerte y decapitado el 24 de diciembre del año 304, convirtiéndose así en uno de los mártires de las persecuciones de Diocleciano.Según la tradición piadosa, tras su ejecución se dispuso que su cuerpo fuera arrojado como alimento a los animales salvajes destinados a los juegos públicos, una práctica habitual para infundir temor entre los cristianos. Sin embargo, una mujer cristiana, cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, logró rescatar sus restos pagando una considerable suma de dinero. Gracias a este gesto de valentía y devoción, el cuerpo de Gregorio recibió sepultura digna.Siglos más tarde, el culto a San Gregorio se expandió fuera de Italia. A pedido del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Otón I, el cuerpo del santo fue trasladado a Colonia, en Alemania, junto con las reliquias de los santos Félix y Nabor. Posteriormente, en el año 993, el obispo Egberto trasladó parte de las reliquias de Gregorio a la catedral de Tréveris, consolidando aún más su veneración en tierras germánicas.San Gregorio de Spoleto figura en el Martirologio Romano con fecha 24 de diciembre, aunque su festividad se celebra en distintos días según la región: el 23 de diciembre en Colonia, el 22 de diciembre en Spoleto y el 2 de enero en Tréveris, lo que refleja la amplitud de su devoción y la importancia de su figura en la tradición cristiana europea.Junto a San Gregorio, este día también recuerda a otros santos y beatos, cuyas vidas marcaron diferentes épocas de la historia de la Iglesia. Entre ellos se encuentran Santa Irmina de Tréveris, del siglo VIII; el Beato Bartolomé María dal Monte, del siglo XVIII; San Delfín de Burdeos, obispo del siglo V; Santa Tarsila de Roma, del siglo VI, recordada por su vida de oración y austeridad; y la Beata Paula Elisabet Cerioli, del siglo XIX, fundadora y modelo de caridad cristiana.Así, el 24 de diciembre no solo prepara espiritualmente para la celebración del nacimiento de Cristo, sino que también invita a recordar a quienes, como San Gregorio de Spoleto y tantos otros, dieron testimonio de su fe hasta las últimas consecuencias.

¿Qué santo se celebra hoy? Consulta el santoral del 24 de diciembre

Hoy, martes 23 de diciembre, la Iglesia católica conmemora las festividades de San Juan de Kety, San Sérvulo, San Ivón, San Thorlaco y Santa María Margarita d’Youville, entre otros santos y beatos que integran el calendario litúrgico.<h2>San Juan de Kety&nbsp;</h2>Según recuerda el <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">Martirologio Romano</a>, el santo del día es presentado como “San Juan de Kety, presbítero, quien se dedicó durante muchos años a la enseñanza en la Academia de Cracovia. Posteriormente recibió el encargo pastoral de la parroquia de Olkusz, donde, uniendo la recta fe a un cúmulo de virtudes, se convirtió para sus colaboradores y discípulos en ejemplo de piedad y caridad hacia el prójimo. Murió santamente en Cracovia en el año 1473”.San Juan de Kety, también conocido como San Juan Cancio o Jan Kanty, nació en Kęty, un pequeño pueblo cercano a Oświęcim, en la diócesis de Cracovia. Fue hijo de Stanisław y Anna Kanty. Estudió en la Academia de Cracovia —actual Universidad Jaguelónica—, donde se doctoró en teología. Tras ser ordenado sacerdote, se desempeñó como párroco de Olkusz, destacándose por su profunda caridad y su cercanía con los más necesitados.En 1440 regresó a Cracovia y retomó su labor académica como profesor universitario, impartiendo lecciones de Sacræ Scripturæ hasta su muerte en 1473. Además de su formación teológica, tuvo interés en las ciencias naturales y colaboró en el desarrollo de la teoría del ímpetu, formulada originalmente por Jean Buridan, una línea de pensamiento que más tarde influiría en las obras de Galileo y Newton.Fue ampliamente reconocido por su humildad, su austeridad extrema y su buen humor. Vivía con lo mínimo indispensable y donaba el resto de su salario a los pobres. Realizó peregrinaciones a pie a Roma y también a Jerusalén, donde deseaba sufrir martirio bajo dominio del Imperio otomano, aunque finalmente regresó sano y salvo. Murió mientras celebraba la misa de la Nochebuena de 1473, en la capilla de la universidad.<h2>Veneración y culto</h2>San Juan de Kety fue enterrado en la Iglesia de Santa Ana de Cracovia, estrechamente vinculada a la universidad, que pronto se convirtió en un importante sitio de peregrinación. A su tumba se le atribuyeron numerosos milagros, lo que motivó la apertura de su causa de beatificación. Fue beatificado en Roma por el Papa Clemente X en 1676, proclamado patrón de Polonia y Lituania en 1737 y canonizado finalmente por Clemente XIII el 16 de julio de 1767.Es un santo de enorme popularidad en Polonia y entre las comunidades polacas de todo el mundo. Su festividad litúrgica se celebra el 23 de diciembre, para evitar la coincidencia con el día de su muerte, el 24 de diciembre, Nochebuena. Hasta la reforma litúrgica de 1969, su celebración tenía lugar el 20 de octubre.<h2>Leyendas y tradiciones</h2>La tradición popular recoge numerosos episodios que reflejan su caridad y desprendimiento. Se cuenta que, camino a la iglesia en Olkusz, encontró a un mendigo temblando de frío en la nieve. San Juan se quitó su capa, se la entregó y lo llevó a la iglesia para cuidarlo. Poco después, la Virgen se le apareció y le devolvió milagrosamente la prenda.Desde entonces, intensificó su vida de penitencia, renunciando definitivamente al consumo de carne. Otra leyenda relata que, tentado una vez a comerla, se quemó deliberadamente las manos al tocar un trozo recién asado, exclamando: “Carne, te estimas la carne: disfruta, entonces”, y así se liberó para siempre de la tentación.También se recuerda un episodio ocurrido tras su regreso de Roma, cuando fue asaltado por bandoleros que le robaron todo. Al recordar que aún llevaba monedas cosidas a la capa, regresó para entregárselas. Conmovidos por su honestidad, los ladrones le devolvieron todo lo robado.<h2>Santoral del martes 23 de diciembre</h2>San Juan de Kety Santos mártires de Gortina: Teódulo, Saturnino, Euporio, Gelasio, Euniciano, Zótico, Poncio, Agatopio, Basílides y Evaristo San Sérvulo San Ivón Beato Hartman San Thorlaco San Juan Stone Beato Nicolás “Factor” Santa María Margarita d’Youville Beato Antonio de Santa Ana Galvao de França San José Cho Yun-ho Beato Pablo Meléndez GonzaloEl santoral católico reúne a las personas reconocidas por la Iglesia como santos o beatos en fechas concretas del calendario litúrgico. El Martirologio Romano es el documento oficial que organiza y distribuye a los casi 7.000 santos y beatos reconocidos por la Iglesia a lo largo de su historia.

¿Qué santo se celebra hoy? Consulta el santoral del 23 de diciembre

Hoy, lunes 22 de diciembre, la Iglesia católica recuerda en su <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral</a> a Santa Francisca Javier Cabrini, junto a San Isquirión, San Queremón y el Beato Tomás Holland, entre otros santos y beatos.Santa Francisca Javier Cabrini nació en Sant’Angelo Lodigiano, en Lombardía (Italia), en 1850, y fue la menor de los trece hijos de Agostino Cabrini y Stella Oldini. Desde su nacimiento tuvo una salud frágil, circunstancia que marcó sus primeros años y retrasó su ingreso formal a la vida religiosa. Aun así, su vocación fue firme y persistente.En 1877 tomó los votos religiosos y se convirtió en madre superiora del orfanato Casa de la Providencia, en Codogno, donde además se desempeñó como docente. Cuando el orfanato cerró en 1880, Francisca Cabrini fue una de las siete fundadoras del Instituto de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, congregación que daría un giro decisivo a su vida y a su misión.En 1888, el obispo de Piacenza, san Juan Bautista Scalabrini, la invitó a colaborar con las misiones destinadas a asistir a los inmigrantes italianos en América. En ese contexto, le expresó su convicción de que las hermanas podrían realizar una obra fundamental entre los emigrantes, especialmente en Nueva York, donde ya se proyectaban nuevas capillas y escuelas. Ese mismo año, encuentros decisivos entre Cabrini, Scalabrini y otros religiosos reforzaron la idea de una colaboración misionera que permitiera atender a huérfanos, jóvenes y familias pobres, y contrarrestar el avance del proselitismo protestante entre los inmigrantes italianos.La propuesta generó en Francisca Cabrini una profunda inquietud interior. Buscó consejo, intensificó su vida de oración y viajó a Roma para consultar con autoridades eclesiásticas. Finalmente, el 10 de enero de 1889 fue recibida en audiencia por el Papa León XIII, quien despejó sus dudas con una indicación clara y decisiva: no ir hacia Oriente, sino hacia Occidente, y dirigir la misión a los Estados Unidos, donde encontrarían recursos y un vasto campo de acción.Días después, una serie de acontecimientos —incluidos sueños y cartas llegadas desde Nueva York— terminaron de confirmar la partida. El 18 de marzo de 1889, Francisca Cabrini y las primeras seis hermanas Misioneras del Sagrado Corazón destinadas a América recibieron el crucifijo misionero de manos de san Juan Bautista Scalabrini. La noche del 31 de marzo de ese año llegaron a Nueva York, dando inicio a una obra que pronto se expandiría a ciudades como Chicago, Seattle, Nueva Orleáns, Denver, Los Ángeles y a diversos países de América del Sur y Europa. En 1909, Cabrini obtuvo la ciudadanía estadounidense.Santa Francisca Javier Cabrini falleció el 22 de diciembre de 1917 a causa de una disentería, en el hospital Columbus de Chicago, institución que ella misma había impulsado. Sus restos descansan en la Mother Cabrini High School, en el barrio de Manhattan, Nueva York.Fue beatificada el 13 de noviembre de 1938 por el Papa Pío XI y canonizada el 7 de julio de 1946 por el Papa Pío XII. El milagro atribuido a su beatificación fue la recuperación de la vista de un niño que había quedado ciego por un exceso de nitrato de plata, mientras que el de su canonización fue la curación de una enfermedad terminal en una religiosa. En 1950, el Papa Pío XII la proclamó patrona de los inmigrantes y, dos años más tarde, el American Committee on Italian Migration de Nueva York la distinguió como la inmigrante italiana del siglo.Santoral de hoy, lunes 22 de diciembre El santoral del 22 de diciembre recuerda las siguientes onomásticas: Santa Francisca Javier Cabrini, San Hungero, San Isquirión, San Queremón y sus compañeros mártires, y el Beato Tomás Holland.El santoral católico reúne a las personas reconocidas por la Iglesia como santos y beatos en fechas determinadas del calendario litúrgico. El Martirologio Romano es el documento oficial que registra y distribuye a los casi 7.000 santos y beatos reconocidos por la Iglesia. Existen, además, numerosas oraciones e himnos dedicados a Santa Francisca Javier Cabrini, que mantienen viva su memoria y su legado entre los fieles de todo el mundo.

¿Qué santo se celebra hoy? Consulta el santoral del 22 de diciembre

Hoy, domingo 21 de diciembre, la Iglesia católica recuerda en su santoral a San Pedro Canisio, junto a San Anastasio, San Severino y San Temístocles, entre otros santos y beatos. La jornada pone el acento en una de las figuras intelectuales y pastorales más influyentes de la Iglesia del siglo XVI, clave en el proceso de la Reforma católica.San Pedro Canisio (Nimega, Países Bajos, 8 de mayo de 1521 – Friburgo, Suiza, 21 de diciembre de 1595), cuyo nombre original fue Pieter Kanijs, es conocido como el segundo apóstol de Alemania, distinción que comparte en la historia de la evangelización germana junto a San Bonifacio. Fue teólogo, jesuita y Doctor de la Iglesia, y es considerado patrón de la prensa religiosa y de los consultores.Nacido en Nimega —entonces perteneciente a la diócesis de Colonia—, fue hijo del noble Jakob Kanis. A los 19 años ya había obtenido el título de maestro en artes. Inició estudios de derecho canónico, pero los abandonó para dedicarse a la teología, profundamente influido por la predicación del jesuita Pedro Fabro. En Colonia realizó los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, experiencia que marcó de manera decisiva su vocación y su posterior ingreso en la Compañía de Jesús, siendo uno de los primeros jesuitas.Ordenado sacerdote en 1546, su vida quedó ligada a la defensa doctrinal y pastoral de la Iglesia católica frente al avance del protestantismo. El papa Paulo III lo envió a los territorios de habla alemana, donde desplegó una intensa labor de predicación, enseñanza y escritura. Por la claridad y la firmeza de sus argumentos fue llamado el “Martillo de los Herejes”, aunque él mismo advertía: “No hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma”.Canisio recorrió más de 30.000 kilómetros en sus esfuerzos por difundir la doctrina católica. Fundó el Colegio Jesuita de Praga y el Colegio Jesuita de Friburgo, institución que con el tiempo se transformó en la actual Universidad de Friburgo. Su predicación fue decisiva para la preservación de la fe católica en Suiza y el sur de Alemania.Como escritor y pedagogo tuvo un impacto extraordinario. Su Catecismo alcanzó, aún en vida del santo, más de 200 ediciones y fue traducido a 15 idiomas, convirtiéndose en una de las obras religiosas más difundidas de la época y en una respuesta directa al catecismo de Martín Lutero. Por este motivo, se lo considera también uno de los iniciadores de la prensa católica.La tradición le atribuye además haber incorporado a la oración del Ave María la invocación “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”, fórmula que apareció oficialmente en el Catecismo del Concilio de Trento de 1566.San Pedro Canisio fue canonizado y proclamado Doctor de la Iglesia el 21 de mayo de 1925 por el papa Pío XI, en reconocimiento a su decisiva contribución intelectual, pastoral y catequística a la Iglesia católica.<h2>Santoral de hoy, domingo 21 de diciembre</h2>San Pedro Canisio San Miqueas, profeta San Anastasio, mártir San Festo San Glicerio San Severino, obispo San Temístocles Beato Domingo Spadafora Beato Pedro FriedhofenEl <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral católico</a> reúne a las personas que la Iglesia reconoce oficialmente como santos o beatos en fechas concretas del calendario litúrgico. El Martirologio Romano es el documento que ordena y registra a los casi 7.000 santos y beatos reconocidos por la Iglesia a lo largo de los siglos.Los santos y santas son hombres y mujeres que se destacaron por una vida de fe, entrega y coherencia moral. La condición de beato representa un paso previo en el camino hacia la canonización y reconoce una vida considerada ejemplar para los fieles.

¿Qué santo se celebra hoy? Consulta el santoral del 21 de diciembre

La Iglesia católica conmemora hoy la memoria de Santo Domingo de Silos, una de las figuras monásticas más influyentes de la España medieval. El <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral</a> de este sábado 20 de diciembre reúne, además, a otros santos y beatos cuya vida dejó huella en la historia del cristianismo.Santo Domingo de Silos nació hacia el año 1000 en Cañas, en la actual provincia de La Rioja. Desde muy joven se sintió atraído por la vida religiosa y abrazó el ideal monástico en el monasterio de San Millán de la Cogolla, donde se destacó por su disciplina, austeridad y profunda vida espiritual. Su fidelidad estricta a la regla benedictina y su firme defensa de los bienes eclesiásticos lo llevaron a enfrentarse con autoridades civiles, situación que derivó en un período de destierro.Lejos de ser un retroceso, ese episodio marcó un giro decisivo en su trayectoria. Llamado tiempo después por el rey Fernando I, Domingo recibió la misión de restaurar el monasterio de San Sebastián de Silos, que se encontraba en un estado de grave abandono. Como abad, impulsó una profunda renovación espiritual, cultural y material del cenobio, que pronto se convirtió en un centro de referencia del monacato benedictino, la liturgia y el canto gregoriano.Santo Domingo de Silos también es recordado por su intensa labor caritativa. Se destacó especialmente por la redención de cautivos cristianos, a quienes ayudó mediante gestiones diplomáticas y recursos económicos en un contexto marcado por los conflictos fronterizos entre reinos cristianos y musulmanes. Falleció el 20 de diciembre de 1073 y su culto se difundió rápidamente, siendo canonizado pocos años después. Su figura continúa siendo símbolo de firmeza espiritual, misericordia y servicio a la Iglesia.<h2>Otros santos y beatos que se celebran el 20 de diciembre</h2>San Ceferino, papa, que gobernó la Iglesia a comienzos del siglo III en un tiempo de persecuciones y debates doctrinales. San Filogonio de Antioquía, obispo del siglo IV y firme defensor de la fe frente al arrianismo. Beato Vicente Romano, sacerdote italiano recordado por su celo pastoral y su cercanía a los más necesitados. Beato Miguel Piaszczynski, presbítero polaco y mártir del siglo XX, testigo de fidelidad cristiana en tiempos de persecución. San Eugenio, sacerdote y mártir. San Julio, mártir de los primeros siglos del cristianismo. San Amón, mártir. San Báyulo, venerado por su vida de fe. San Macario, sacerdote y mártir. San Zenón y San Teófilo, soldados que entregaron su vida por Cristo. San Tolomeo, mártir. Beato Lorenzo Company, religioso destacado por su vida de servicio y entrega.La figura de Santo Domingo de Silos trascendió ampliamente su tiempo. A lo largo de los siglos, su monasterio se convirtió no solo en un centro espiritual, sino también en un foco cultural de primer orden, desde donde se copiaron manuscritos, se preservó el saber medieval y se difundieron formas artísticas y litúrgicas que marcaron a generaciones enteras. El célebre canto gregoriano de Silos es aún hoy una referencia insoslayable para estudiosos y amantes de la música sacra.El santoral, por su parte, ofrece cada día un recorrido por vidas diversas unidas por una misma fe. Recordar a santos y beatos no solo implica evocar hechos del pasado, sino también reconocer ejemplos de entrega, valentía y coherencia en contextos históricos muchas veces adversos. En esa memoria colectiva, la Iglesia encuentra una fuente permanente de inspiración espiritual y cultural.

¿Qué santo se celebra hoy 20 de diciembre?

Este viernes 19 de diciembre, la Iglesia católica recuerda y celebra a varios santos y beatos, entre ellos San Anastasio I, San Gregorio de Auxerre y los mártires vietnamitas encabezados por Francisco Javier Hà Trong Mâu. La fecha también es tradicionalmente asociada, en algunos calendarios populares, al nombre de Eva, aunque con importantes aclaraciones históricas y litúrgicas.En efecto, ciertas versiones del santoral mencionan cada 19 de diciembre a Santa Eva, entendida como la figura bíblica de la primera mujer. Sin embargo, esta conmemoración no forma parte del <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">Martirologio Romano</a>, es decir, no se trata de una santa canonizada ni reconocida oficialmente por la Iglesia. La Eva bíblica —esposa de Adán— pertenece al relato del Génesis, donde ambos son protagonistas del episodio del pecado original, tras ser tentados por la serpiente y comer del fruto prohibido, hecho que provoca su expulsión del Paraíso.Quien sí ocupa un lugar central en el santoral oficial del día es San Anastasio I, papa a comienzos del siglo V. El Martirologio Romano lo recuerda así: “En Roma, en el cementerio Ponciano, en la vía Portuense, sepultura de San Anastasio I, papa, varón de gran pobreza y de apostólica solicitud, que se opuso firmemente a las doctrinas heréticas”. Anastasio fue amigo personal de San Agustín y San Jerónimo, y se destacó por su vida austera y su firmeza doctrinal. Un dato singular de su pontificado es que su sucesor, Inocencio I, era su propio hijo, un hecho excepcional que se explica por el contexto histórico, ya que el celibato sacerdotal aún no tenía carácter obligatorio.También se recuerda en esta jornada a San Gregorio de Auxerre, obispo francés del siglo VI, reconocido por su labor pastoral y su compromiso con la disciplina eclesiástica, y al beato Urbano V, monje benedictino que fue papa en Aviñón entre 1362 y 1370. Urbano V trabajó intensamente por el regreso de la Sede Apostólica a Roma y por la unidad de la Iglesia en tiempos de profundas tensiones políticas y religiosas.El santoral del 19 de diciembre se completa con la memoria de varios mártires y beatos, entre ellos Francisco Javier Hà Trong Mâu y sus compañeros vietnamitas —catequistas, laicos y artesanos— que dieron su vida por la fe, así como las beatas María Eva de la Providencia Noiszewska y María Marta de Jesús Wolowska, religiosas mártires del siglo XX.El santoral católico reúne a hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, se destacaron por su testimonio de fe, su entrega y su vida ejemplar. El Martirologio Romano es el documento oficial que organiza estas conmemoraciones y da cuenta de los casi siete mil santos y beatos reconocidos por la Iglesia. La beatificación constituye uno de los pasos previos a la canonización y reconoce públicamente una vida de virtudes heroicas o de martirio.Además, el tiempo litúrgico en el que se inscribe esta fecha aporta un marco particular a las celebraciones del santoral. El 19 de diciembre transcurre en pleno Adviento, período de espera y preparación espiritual para la Navidad, en el que la Iglesia invita a la reflexión, al recogimiento y a la esperanza. Las figuras recordadas en esta jornada —papas, obispos, monjes, mártires y laicos— encarnan, cada una a su modo, esa actitud de vigilancia y fidelidad que caracteriza a este tiempo. Desde la austeridad doctrinal de San Anastasio I hasta el testimonio extremo de los mártires vietnamitas, el santoral del día propone modelos diversos de fe vivida en contextos históricos y culturales muy distintos, pero unidos por una misma convicción espiritual que atraviesa los siglos.

¿Qué santo se celebra hoy? Santoral del viernes 19 de diciembre

Este jueves 18 de diciembre, <a href="newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">la Iglesia católica conmemora</a> en su santoral a San Malaquías, San Gaciano y San Flananio, entre otros santos y beatos. En esta misma fecha adquiere un lugar central una antigua y profunda advocación mariana: Nuestra Señora de la Esperanza, conocida popularmente como la Virgen de la Dulce Espera o Virgen de la O, una de las devociones más extendidas y significativas del calendario cristiano.La advocación de la Virgen de la Dulce Espera acompaña desde hace siglos a innumerables representaciones marianas en todo el mundo. Su nombre, cargado de belleza simbólica, ha dado origen a mitos, leyendas y tradiciones que mantienen viva su vigencia espiritual. Se la representa en avanzado estado de gestación, subrayando la cercanía del nacimiento de Jesús y el tiempo de espera confiada que precede a la Navidad.Hasta el siglo VII, la Iglesia en España celebraba una única festividad mariana que abarcaba todas las demás: la Maternidad Divina, conocida simplemente como la “Fiesta de Santa María”, tal como lo reflejan los antiguos calendarios mozárabes. Sin embargo, la fiesta de la Virgen de la Esperanza fue adquiriendo una identidad propia y una importancia creciente.Su celebración litúrgica quedó formalmente establecida en el X Concilio de Toledo, en el año 656, donde los Padres conciliares trataron esta cuestión con especial solemnidad. Participaron en aquel debate tres grandes figuras de la Iglesia: San Eugenio III, San Fructuoso de Braga y San Ildefonso de Toledo. El Concilio decretó que, para honrar con mayor esplendor la Maternidad Divina, esta festividad se celebrara el octavo día antes de Navidad, es decir, el 18 de diciembre, cuando María se encuentra en los últimos instantes de la “buena espera”, lo que dio origen al nombre de Expectación del Parto de Nuestra Señora.Con esta decisión, los obispos buscaban resaltar tanto la Encarnación del Verbo en el seno de María —celebrada el 25 de marzo— como el estado de esperanza gozosa de la Virgen, que muchas veces coincidía con la Cuaresma y no permitía celebraciones solemnes. Desde entonces, esta fue la fiesta mariana más importante de España, y desde allí se difundió a otras Iglesias.En el cristianismo, la Esperanza es una de las tres virtudes teologales, junto con la Fe y la Caridad. Todo el tiempo de Adviento es, precisamente, un tiempo de esperanza en el Mesías que ha de venir. Los profetas y patriarcas del Antiguo Testamento mantuvieron encendida esa espera: la promesa de redención aparece ya en los primeros capítulos del Génesis, cuando se anuncia que una mujer vencerá al mal. Isaías, el profeta de la esperanza, proclamaba la cercanía de la salvación y alentaba a un pueblo herido pero confiado.Entre todos los hijos de Israel, fue María quien vivió la esperanza con mayor intensidad. Los Padres de la Iglesia la presentan en oración, recogida y confiada, cuando recibe el anuncio del arcángel Gabriel. En su humildad, glorificó a Dios por cumplir las promesas hechas a Abraham y a su descendencia. Por su maternidad, María se convierte en fuente de esperanza para el nuevo pueblo de Dios. Así lo proclama la Iglesia cuando reza: “Vida, dulzura y esperanza nuestra”, y cuando canta que, por Ella, se nos devolvió la esperanza de vida que el pecado había arrebatado.Por todo ello, María es considerada Signo de Esperanza para la humanidad peregrina, como afirmó el Concilio Vaticano II, una luz que precede al pueblo de Dios hasta la llegada definitiva del Señor.En cuanto al santo del día, el protagonista del santoral es San Malaquías, a quien el Martirologio Romano recuerda como el profeta que, tras el destierro de Babilonia, anunció el gran día del Señor, su venida al templo y la oblación pura que habría de ofrecerse en todo lugar.Santoral de hoy, jueves 18 de diciembreEn esta jornada se celebran las siguientes onomásticas y conmemoraciones:San Malaquías Santos mártires Namfamon, Miginio, Sanámis y Lucita San Gaciano San Flananio San Vinebaldo Santos Pablo Nguyen Van My, Pedro Truong Van Duong y Pedro Vu Van Truat Beata Nemesia (Julia) ValleEl santoral católico reúne a las personas reconocidas por la Iglesia como santos o beatos en fechas determinadas del calendario litúrgico. Estas conmemoraciones están recogidas en el Martirologio Romano, que ordena y registra a miles de figuras veneradas por su fe, su testimonio y su vida ejemplar.

¿Qué santo se celebra hoy? Consultá el santoral del 18 de diciembre

Cada día del <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">calendario cristiano</a> recuerda a hombres y mujeres cuya vida quedó marcada por la fe, el testimonio y, en muchos casos, el martirio. Este martes 17 de diciembre, la Iglesia conmemora especialmente a San Lázaro de Betania, una de las figuras más conmovedoras y simbólicas del Nuevo Testamento, junto a otros santos y beatos.<h2>Celebración del día: San Lázaro de Betania</h2>Lázaro de Betania es un personaje bíblico del Nuevo Testamento, hermano de Marta y María, y residente en Betania, un pequeño pueblo a las afueras de Jerusalén. Los Evangelios lo presentan como amigo cercano de Jesús, quien se alojó en su casa en al menos tres ocasiones, lo que da cuenta de una relación íntima y profundamente humana.Según el Evangelio de Juan, Lázaro murió tras una breve enfermedad y fue sepultado. Días después, Jesús llegó a Betania y, ante el dolor de sus hermanas y el asombro de quienes presenciaron la escena, lo llamó fuera del sepulcro y le devolvió la vida. Este episodio, uno de los más impactantes del cristianismo, convirtió a Lázaro en un símbolo universal de la resurrección, al punto de que su nombre quedó asociado, desde entonces, a la victoria sobre la muerte.<h2>Lázaro en la Edad Media y la Leyenda áurea</h2>Durante la Edad Media se desarrollaron distintas tradiciones para explicar qué ocurrió con Lázaro después de haber sido resucitado. Estas versiones, recogidas de manera acrítica y a veces contradictoria en la Leyenda áurea del siglo XIII, dieron lugar a relatos profundamente influyentes en la espiritualidad y la cultura cristiana.<h2>La tradición oriental: Lázaro en Chipre</h2>Según la tradición ortodoxa, Lázaro habría huido de Jerusalén al ser perseguido por predicar la resurrección de Cristo. Junto a sus hermanas, se refugió en Chipre, donde fue consagrado como primer obispo de Kition (actual Lárnaca) por San Pablo y San Bernabé. Allí habría vivido treinta años más. La leyenda afirma que su palio episcopal fue tejido por la Virgen María.Esta tradición fue clave para reforzar la autonomía de la Iglesia de Chipre, que hasta hoy conserva su carácter autocéfalo. En este relato, Marta y María también ocupan un lugar destacado como discípulas fieles de Jesús y como parte del grupo de las miróforas, las mujeres que llevaron mirra al sepulcro y fueron las primeras testigos de la Resurrección.En la Iglesia ortodoxa y en los ritos orientales católicos, Lázaro es conmemorado el sábado anterior al Domingo de Ramos, conocido como el sábado de Lázaro.<h2>La tradición occidental: Lázaro en la Galia</h2>La tradición occidental sostiene que, tras la muerte de Cristo, Lázaro, Marta y María huyeron de Tierra Santa junto a otros discípulos y llegaron por mar a la Provenza. Allí, Lázaro se habría convertido en el primer obispo de Marsella, mientras Marta se estableció en Tarascon y María llevó vida eremítica.Durante siglos, las supuestas tumbas de los tres hermanos se transformaron en importantes centros de peregrinación medieval. Sin embargo, este culto fue suprimido oficialmente en el siglo XIX por falta de fundamento histórico, y el día quedó asociado a otro Lázaro, conocido como Lázaro de Aix.<h2>Tumbas y reliquias de Lázaro</h2>La tumba de Lázaro en Betania sigue siendo hoy un lugar de peregrinación y es considerada la única que podría ser auténtica, ya que habría sido el sepulcro del que salió al ser resucitado por Jesús.En Chipre, sobre la supuesta segunda tumba, se levantó la iglesia bizantina de Agios Lazaros, en Lárnaca. Allí se halló en el año 890 un sarcófago con la inscripción “Lázaro, el amigo de Cristo”. Las reliquias fueron trasladadas a Constantinopla, luego saqueadas por los cruzados y finalmente dispersadas por Europa, hasta desaparecer durante la Revolución Francesa.En Francia, la tradición provenzal sitúa su martirio y sepultura en Marsella y más tarde el traslado de restos a Autun, donde se erigió la catedral de San Lázaro, otro importante centro de peregrinación medieval.<h2>Otros santos y beatos que se celebran el 17 de diciembre</h2>Además de San Lázaro de Betania, este día también se recuerda a:San Juan de Mata (siglo XIII) San Cristóbal de Collesano (siglo XI) Beato Jacinto Cormier (siglo XX) San Josep Manyanet y Vives (siglo XIX) San Esturmio (siglo VIII) San Judicael (siglo VII) Santa Vivina (siglo XII) Santos cincuenta soldados mártires (siglo VII) San Modesto, obispo (siglo VII) Santa Yolanda (siglo XIII)Una jornada que invita a la memoria, la fe y la reflexión sobre figuras que, desde distintos tiempos y geografías, dejaron una huella profunda en la tradición cristiana.

Santoral: qué santos se celebran este 17 de diciembre

Este martes 16 de diciembre, la Iglesia católica conmemora a Santa Adelaida de Italia, una de las grandes figuras femeninas del Medievo europeo, junto a San Ageo, San Beano, San Everardo, San Adón y otros santos y beatos incluidos en el calendario litúrgico.<h2>Santa Adelaida de Italia, emperatriz y regente</h2>Adelaida o Adela de Italia (c. 928/933 – 16 de diciembre de 999) fue emperatriz coronada del Sacro Imperio Romano Germánico, reina de Italia y regente del Imperio. Hija de Rodolfo II de Borgoña y de Berta de Suabia, perteneció a la antigua casa de los Güelfos y fue conocida en su tiempo como la Mère des rois (madre de reyes), por la influencia que ejerció en varias generaciones de gobernantes europeos.El Martirologio Romano la recuerda por su profunda piedad, su alegría en el trato familiar, su infatigable caridad con los pobres y su generosidad en el sostenimiento de iglesias y monasterios.<h2>Primer matrimonio y persecución</h2>Con apenas 15 años, Adelaida contrajo matrimonio en 947 con Lotario II, rey nominal de Italia, en una unión política destinada a sellar la paz entre su padre y Hugo de Provenza. De este matrimonio nació Emma de Italia, quien llegaría a ser reina de Francia Occidental al casarse con el rey Lotario.La tradición hagiográfica sostiene que Lotario fue envenenado en Turín en 950 por Berengario II de Italia, verdadero detentador del poder en la región. Tras enviudar, Adelaida fue forzada a casarse con Adalberto, hijo de Berengario. Al negarse, fue encarcelada en Como por orden de Willa de Arlés, esposa de Berengario, y sometida a malos tratos. En agosto de 951 logró escapar y refugiarse en el castillo de Canossa, protegido por Adalberto Atto, resistiendo allí el asedio de sus enemigos.<h2>Esposa de Otón el Grande y emperatriz</h2>Desde Canossa, Adelaida consiguió enviar un emisario al rey germánico Otón el Grande, quien acudió a Italia. Ambos se encontraron en Pavía, donde Otón fue coronado rey de los lombardos el 23 de septiembre de 951. Poco después, el matrimonio entre Otón y Adelaida consolidó la legitimidad imperial sobre Italia.Adelaida acompañó activamente a su esposo en las campañas políticas y militares que cimentaron el Sacro Imperio. En Roma, el 2 de febrero de 962, Otón fue coronado emperador por el papa Juan XII, y Adelaida fue coronada emperatriz en la misma ceremonia, un hecho poco frecuente. Permaneció junto a él durante largas estancias en Italia y conservó íntegra su dote territorial.<h2>Madre, viuda y regente</h2>Del matrimonio con Otón nacieron cinco hijos, entre ellos Otón II, sucesor del Imperio, y Matilde, abadesa de Quedlinburg y figura clave del poder religioso y político. Tras la muerte de Otón I en 973, Adelaida ejerció una notable influencia en la corte. Sin embargo, los conflictos con su nuera, la emperatriz bizantina Teófano, la llevaron al exilio.A la muerte de Otón II en 983, Adelaida volvió a ocupar un lugar central como regente de su nieto Otón III, especialmente tras el fallecimiento de Teófano en 991. Asistida por San Willigis, arzobispo de Maguncia, gobernó hasta que su nieto alcanzó la mayoría de edad.<h2>Años finales y santidad</h2>Libre ya de las cargas políticas, Adelaida se dedicó por completo a las obras de caridad y a la fundación y restauración de monasterios, iglesias y abadías. Mantuvo estrechos vínculos con la Abadía de Cluny, epicentro de la reforma eclesiástica, y con sus abades San Mayolo y San Odilón.Se retiró al monasterio que había fundado en Selz, en Alsacia, donde vivió en oración siguiendo la regla monástica. Murió el 16 de diciembre de 999, pocos días antes del cambio de milenio, que muchos de sus contemporáneos creían anunciar el fin de los tiempos. Fue enterrada allí, y tras las inundaciones de 1307, sus reliquias fueron trasladadas a la iglesia parroquial de San Esteban de Seltz, donde se veneran actualmente.Beatificada en 1085 y canonizada en 1097 por el papa Urbano II, Santa Adelaida es venerada como guardiana de la Iglesia y del Imperio, promotora de la paz y figura clave en la construcción de la Cristiandad medieval.<h2>Santoral completo del martes 16 de diciembre</h2>Además de Santa Adelaida, hoy se recuerda a:Santa Adelaida de Italia San Ageo San Beano San Everardo Santas vírgenes de África, martirizadas durante la persecución del rey arriano Hunerico San Adón San Macario de Collesano Beato Sebastián (Selvático) Maggi Beata María de los Ángeles (Mariana) Fontanella Beato Clemente Marchisio Beato Honorato de Biala Podlaska (Florencio) Kazminsky Beato Felipe Siphnog OnphitakEl santoral católico, recogido en el <a href="https://www.newstad.com.ar/consulta-el-santoral-del-15-de-diciembre">Martirologio Romano</a>, distribuye a lo largo del año a los cerca de 7.000 santos y beatos reconocidos por la Iglesia, hombres y mujeres cuya vida fue considerada ejemplo de fe, entrega y elevación espiritual.

¿Qué santo se celebra hoy? El santoral del martes 16 de diciembre

Hoy, lunes 15 de diciembre, <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">la Iglesia católica recuerda</a> la vida y el testimonio de San Valeriano, San Maximino, Santa María Crucificada de la Rosa y San Urbicio, junto a otros santos y beatos que forman parte de la memoria cristiana.El Martirologio Romano destaca en esta jornada la figura de San Valeriano, obispo de Abbensa, en la África Proconsular —actual Túnez—, quien vivió uno de los episodios más duros de las persecuciones religiosas del siglo V. Ya anciano, durante la represión impulsada por el rey arriano Genserico, se negó a entregar los bienes de la Iglesia. Por esa fidelidad fue expulsado de la ciudad y condenado a vivir a la intemperie, sin que nadie pudiera acogerlo. Así, tras un largo sufrimiento, murió como confesor de la fe ortodoxa hacia el año 460.También se recuerda hoy a Santa María Crucificada de la Rosa, una figura muy querida del siglo XIX. Nacida en Brescia, Italia, fue religiosa y enfermera, y dedicó su vida al cuidado de los más pobres y enfermos. Renunció a todos sus bienes personales para entregarlos a los necesitados y fundó el Instituto de las Esclavas de la Caridad, aprobado por el Papa Pío IX, dejando un legado profundamente ligado a la caridad y al servicio.En algunos calendarios tradicionales, aunque no en las ediciones más recientes del Martirologio Romano, el 15 de diciembre está dedicado asimismo a San Urbicio (o San Úrbez), una de las figuras más veneradas del Alto Aragón. Según la tradición, nació en Burdeos hacia el año 702, de madre cristiana y padre gentil. Su nombre, de posible origen vasco-gascón antiguo, estaría vinculado a la idea de “Camino de Perfección”, al asociarse con las palabras oro (perfección) y bide (camino).Quedó huérfano muy joven: su padre murió en 731 combatiendo a los musulmanes, que por entonces habían ocupado el ducado franco de Aquitania, poco antes de ser derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732). Urbicio y su madre, Asteria, fueron capturados y llevados a Al-Ándalus, a la zona de Galicia, como parte del botín salvado tras la derrota. Asteria logró recuperar la libertad y regresar a Burdeos, pero Urbicio permaneció cautivo, sirviendo con humildad y fidelidad a sus amos, mientras mantenía una profunda devoción a la Virgen María y a los Santos Niños Justo y Pastor.Cuando finalmente fue liberado, atribuyó su libertad a la intercesión de esos mártires y decidió peregrinar a Alcalá de Henares, donde se veneraban sus reliquias. Allí comprobó el abandono y el riesgo de profanación del santuario, por lo que rescató las reliquias de los santos Justo y Pastor y las trasladó al norte, hasta Burdeos. Tras una breve estancia junto a su madre, sintió el llamado a una vida de soledad y oración y cruzó los Pirineos hacia Aragón.Vivió durante años como pastor y ermitaño en distintas zonas del actual Sobrarbe, en cuevas y parajes agrestes, buscando el aislamiento como forma de cuidar su fe. Más tarde se estableció en la vertiente norte de la Sierra de Guara, en Nocito, donde habitó una cueva en el monte Airal. Allí fundó una ermita dedicada a la Virgen María, bajo la cual desarrolló su vida como sacerdote, anacoreta y pastor.San Urbicio murió en ese lugar en olor de santidad y a edad avanzada, y su cuerpo fue venerado durante siglos en lo que luego sería el Santuario de San Úrbez de Serrablo. Su reliquia incorrupta fue objeto de una devoción popular intensa: durante la Edad Media y la Moderna, era sacada en procesión para pedir lluvias y protección para los campos. Sin embargo, su destino fue trágico: el 17 de octubre de 1936, durante la Guerra Civil española, el santuario fue profanado y el cuerpo incorrupto del santo fue arrastrado y quemado. En la actualidad, los pocos restos recuperados tras la incineración son los que reciben veneración en el santuario cercano a Nocito.Entre los nombres que se recuerdan en esta fecha se encuentran San Valeriano, San Maximino de Orleans, el beato Marino de Cava de’ Tirreni, la beata María Victoria Fornari, Santa Virginia Centurione Bracelli, Santa María Crucificada de la Rosa y el beato Carlos Steeb.El santoral católico reúne a las personas reconocidas por la Iglesia por la ejemplaridad de su vida cristiana en una fecha determinada. El Martirologio Romano es el texto que organiza y preserva la memoria de casi siete mil santos y beatos. Mientras la santidad representa el reconocimiento pleno de una vida consagrada a la fe, la beatificación constituye una etapa previa en el camino hacia la canonización.

Consulta el santoral del 15 de diciembre

Buenas acciones, sacrificios extremos e incluso hechos considerados inexplicables para la razón —pero comprensibles desde la fe— son algunas de las causas por las cuales determinados hombres y mujeres fueron beatificados y canonizados por la Iglesia católica, recibiendo así el nombre de santos. Tal como lo indica el calendario litúrgico, cada día se recuerda la vida y la muerte de estas figuras, cuya existencia quedó marcada por la entrega espiritual, la renuncia personal y la fidelidad a sus creencias.Este domingo 14 de diciembre, el <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral</a> conmemora especialmente a San Juan de la Cruz, una de las cumbres de la mística cristiana y una voz decisiva de la reforma carmelitana.<h2>San Juan de la Cruz: orígenes, formación y vocación</h2>San Juan de la Cruz nació en 1542 en Fontiveros, provincia de Ávila, con el nombre de Juan de Yepes Álvarez. Su historia familiar estuvo atravesada por la pobreza: el propio santo recordaba que sus padres eran “pobres tejedores de buratos”, es decir, artesanos de tejidos finísimos de seda utilizados como velos delicados, artículos asociados al lujo de la época. Por línea paterna, además, se ha señalado el origen judeoconverso de su padre, y la tradición familiar lo vincula con una rama procedente de Torrijos, con ramificaciones en Toledo y Yepes.La muerte de su padre, cuando Juan era muy pequeño, dejó a la familia en una situación crítica. Su madre, Catalina Álvarez, debió tomar decisiones durísimas: intentó acomodar a su hijo mayor con familiares, se trasladó buscando sostén y, en medio de esas mudanzas, la familia sufrió otra pérdida: la muerte de Luis, uno de los hermanos, en la infancia. Finalmente, Catalina se estableció con su hijo Francisco y su nuera en Medina del Campo, una ciudad próspera y comercial, famosa por sus ferias.Allí, Juan pudo estudiar gracias a su condición de “pobre de solemnidad”, ingresando como interno en el Colegio de los Niños de la Doctrina. Ese privilegio venía con obligaciones concretas: ayudar en oficios religiosos, acompañar entierros, servir en conventos y pedir limosna. A cambio, recibía ropa, alimento y alfabetización. También fue enviado a aprender oficios —carpintero, entallador, impresor—, pero no destacó en trabajos manuales; donde sí brilló fue en tareas de sacristía, por su disposición y disciplina.En Medina trabajó además en un hospital dedicado a atender a pobres enfermos de sífilis (“bubas”), dirigido por Antonio Álvarez de Toledo, quien advirtió su inclinación por los libros y facilitó su acceso a la formación jesuita. Juan ingresó en el colegio de los jesuitas en 1559, donde estudió humanidades (latín, historia, literatura) con un programa fuertemente clásico (Virgilio, Horacio, Séneca, Cicerón, Tito Livio), al tiempo que continuaba trabajando en el hospital. Le ofrecieron incluso ser capellán, pero él rechazó la posibilidad: prefería una vida de clausura y contemplación.En 1563 entró al Convento de Santa Ana (Carmelitas) en Medina del Campo y en 1564 profesó como fray Juan de Santo Matía. Dado que su formación aún no era suficiente para ordenarse, pasó a la Universidad de Salamanca, donde cursó filosofía y letras bajo un esquema escolástico (Aristóteles y Tomás de Aquino, con huellas de Platón y san Agustín). En esa etapa leyó teología mística y obras que marcarían su sensibilidad: Dionisio Areopagita, Boecio y textos vinculados al Cantar de los Cantares. Su estilo de vida fue severo: oración nocturna, ayunos, penitencias, una disciplina que impresiona incluso dentro de la cultura religiosa del siglo XVI.<h2>El encuentro decisivo con Santa Teresa y el nacimiento del “descalzo”</h2>Ordenado sacerdote en 1567, regresó a Medina del Campo para decir su primera misa ante su madre. Ese viaje lo condujo al encuentro decisivo con Teresa de Jesús, que estaba allí fundando un convento reformado. Teresa buscaba crear una rama masculina que acompañara su reforma: abandonar la regla “relajada” y volver a un régimen más estricto. Juan, por su parte, estaba decepcionado con la laxitud que percibía en su orden y llegó a pensar en hacerse cartujo. De ese cruce de urgencias nació el acuerdo: colaborar, pero sin demoras.En 1568 dejó Salamanca y, tras reunirse con Teresa, adoptó el hábito de carmelita descalzo y cambió su nombre por el de Juan de la Cruz. Poco después se fundó el convento de Duruelo (28 de noviembre de 1568), donde fue subprior y maestro de novicios. El lugar se volvió célebre por su pobreza radical y su vida austera, al punto de atraer visitantes —incluida su propia familia—. La reforma creció: Pastrana, Alcalá, nuevas fundaciones, más conventos. Juan fue rector del colegio de Alcalá de Henares y luego confesor y director espiritual en el Convento de la Encarnación (Ávila), donde su influencia en la comunidad fue enorme.<h2>Conflicto, cárcel y fuga: el tramo más oscuro</h2>La expansión de los descalzos desató tensiones internas con los carmelitas “calzados” y con autoridades eclesiásticas. En 1575 se endurecieron medidas contra las fundaciones reformadas y, tras el cambio de nuncio, la persecución se acentuó. En diciembre de 1577, Juan de la Cruz fue apresado con autorización del nuncio y con apoyo civil. Fue trasladado primero a Ávila y luego, en secreto, a Toledo, donde quedó encerrado en condiciones extremas: una celda mínima, casi sin luz, frío, hambre, castigos físicos, humillaciones públicas. En ese encierro enfermó gravemente y vivió incomunicado durante meses.Sin embargo, esa oscuridad fue también un taller interior. Allí redactó versos que se convertirían en parte de su obra mayor, como fragmentos del Cántico espiritual y otros poemas. La noche del 14 al 15 de agosto de 1578 (víspera de la Asunción), logró fugarse: calculó la distancia, improvisó una cuerda con mantas, burló cierres y terminó refugiándose primero con ayuda externa y luego en un convento de carmelitas descalzas, desde donde fue protegido y llevado a recuperarse.<h2>Reconocimientos, disputas internas y caída en desgracia</h2>Tras su fuga, volvió a ocupar responsabilidades dentro de la reforma: prioratos, rectorados, asesoramiento espiritual, fundaciones y gobierno. Su autoridad moral era inmensa, pero también lo fue el conflicto interno que estalló con nuevas formas de organización. Juan defendió la herencia de Teresa, especialmente en lo relativo a las monjas y a la vida contemplativa. En un capítulo de 1591, criticó la dinámica del poder dentro de la orden y pidió votaciones secretas; se quedó prácticamente solo. Fue apartado de cargos, se evaluó enviarlo a México y comenzó un tramo de aislamiento y vigilancia. Hubo incluso intentos de recabar información para desacreditarlo, y la hostilidad interna se volvió un peso concreto en sus últimos meses.<h2>Muerte: el final en Úbeda</h2>En el Monasterio de La Peñuela sufrió una inflamación en el pie y fiebre. Pidió ser enviado a Úbeda, buscando mayor tranquilidad. Allí, sin embargo, encontró un prior que no lo apreciaba, le dio la habitación más pobre, lo reprendió públicamente y limitó visitas. La enfermedad avanzó: supuración, llagas, cauterizaciones dolorosas, fiebre, debilidad. Cuando el provincial intervino, la situación mejoró algo, pero el desenlace ya era inevitable.En la noche final, pidió que le leyeran versos del Cantar de los Cantares. A las doce del 14 de diciembre de 1591, pronunció sus últimas palabras: “Hoy estaré en el cielo diciendo maitines”.<h2>Destino de sus restos e iconografía</h2>Fue sepultado en Úbeda, pero pronto surgió la disputa por sus restos. Nueve meses después, hubo un traslado clandestino hacia Segovia (según versiones, con episodios posteriores de descomposición forzada para poder moverlos). La controversia llegó hasta Roma: el papa Clemente VIII ordenó devolución, y finalmente se acordó una solución parcial, con retorno a Úbeda de una pierna y un brazo (1607), mientras Segovia conservó el sepulcro principal. El sepulcro actual de Segovia fue realizado en 1927 por Félix Granda.En términos de imagen pública del santo, se destaca un grabado temprano —obra de Cornelis Boel— publicado en Madrid en 1615, considerado punto de partida para la iconografía posterior.<h2>Beatificación, canonización y doctorado</h2>El proceso de canonización avanzó en etapas: se inició en el siglo XVII y culminó con su beatificación en 1675 (Clemente X) y su canonización en 1726 (Benedicto XIII). Ya en el siglo XX, el 24 de agosto de 1926, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI. Su festividad litúrgica también tuvo cambios históricos: antes de la reforma litúrgica de 1969, su celebración se fijaba en otra fecha.<h2>Otros santos y beatos que se celebran este domingo 14 de diciembre</h2>Junto a San Juan de la Cruz, se recuerda en esta jornada a:Santos Tirso, Leucio, Calínico y compañeros, mártires (siglo III) San Dióscoro (siglo III) San Ateo (siglo III) San Herón (siglo III) San Elías (siglo IV) San Ares (siglo IV) Santa Dróside (siglo IV) San Nicasio (siglo V) San Agnelo (siglo VI) San Venancio Fortunato (siglo VII) San Folcuino (siglo IX) Beato Buenaventura Bonaccorsi (siglo XIV) Beato Namtala el Hardini (siglo XIX) Beata Francisca Schervier (siglo XIX) Beato Protasio Cubells Minguell (siglo XX) San Folenino San Matroniano

Consulta el santoral del 14 de diciembre

Buenas acciones, sacrificios extremos e incluso episodios considerados inexplicables por la fe cristiana son algunas de las razones por las cuales determinados hombres y mujeres fueron beatificados y canonizados por el Vaticano, incorporándose así al santoral de la Iglesia.Cada jornada del calendario recuerda la vida y la muerte de estas figuras, que dedicaron su existencia a la fe cristiana y cuya entrega les valió el reconocimiento como santos y beatos.Este es el <a href="https://www.newstad.com.ar/contenidos/santos-del-dia">santoral</a> del sábado 13 de diciembre.<h2>Celebración del día: Santa Lucía de Siracusa</h2>Según las antiguas actas que relatan su vida, Santa Lucía nació en Siracusa, en la isla de Sicilia (Italia), en el seno de una familia noble y acomodada. Educada desde niña en la fe cristiana, perdió a su padre a temprana edad y decidió consagrarse a Dios siendo aún muy joven. Sin embargo, mantuvo en secreto su voto de virginidad. Su madre, Eutiquia, desconocedora de esta decisión, la instó a contraer matrimonio con un joven pagano.Lucía persuadió entonces a su madre para viajar a Catania y orar ante la tumba de Santa Águeda, con la esperanza de obtener la curación de una grave hemorragia. Ambas emprendieron el viaje y, según la tradición, sus oraciones fueron escuchadas. Agradecida por el favor recibido, Eutiquia permitió que su hija se consagrara a Dios y repartiera su fortuna entre los pobres.El pretendiente rechazado reaccionó con furia y denunció a Lucía como cristiana ante el procónsul Pascasio, en plena persecución ordenada por el emperador Diocleciano. El juez intentó, mediante presiones y amenazas, que la joven apostatara de su fe, pero ella respondió con firmeza: “Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo”.Ante la posibilidad de torturas, Lucía aseguró que resistiría, afirmando que quienes viven en Cristo reciben del Espíritu Santo la fortaleza necesaria para sostenerse en la fe. El juez llegó incluso a amenazarla con enviarla a una casa de prostitución para humillarla públicamente, a lo que ella respondió que el cuerpo solo se contamina si el alma consiente al mal, una frase que siglos después sería destacada por Santo Tomás de Aquino como un profundo principio moral.La tradición relata que los guardias no lograron moverla del lugar donde se encontraba, como si una fuerza sobrenatural la mantuviera inmóvil. Intentaron entonces quemarla en la hoguera, pero el fuego no surtió efecto. Finalmente, fue decapitada. Aun herida de muerte, Lucía continuó exhortando a los fieles a anteponer los deberes con Dios por sobre cualquier otra obligación, hasta que quienes la rodeaban sellaron su testimonio con un solemne “amén”.Si bien no es posible verificar plenamente la historicidad de todas las versiones griegas y latinas de sus actas, no hay dudas de que el culto a Santa Lucía se remonta a tiempos muy antiguos. Ya en el siglo VI era venerada en Roma como una de las vírgenes y mártires más ilustres. Durante la Edad Media se la invocó especialmente contra las enfermedades de los ojos, probablemente por la relación de su nombre con la luz, lo que dio origen a numerosas leyendas.Cuando algunos comenzaron a sostener que Santa Lucía era solo una figura legendaria, su historicidad quedó respaldada en 1894, con el hallazgo de una inscripción sepulcral con su nombre en las catacumbas de Siracusa. Aunque su fama pudo haber embellecido ciertos aspectos de su historia, no cabe duda de que la santa vivió y murió en el siglo IV.Santa Lucía suele ser representada con una espada atravesando su cuello, la palma del martirio, un libro, una lámpara de aceite y, en ocasiones, un plato con dos ojos, símbolos asociados a su martirio y a la luz de la fe.Junto a ella, este sábado 13 de diciembre también se recuerda a otros santos y beatos:San Antíoco San Aristón San Auberto San Eustracio San Judoco San Mardario San Orestes Santa Otilia Beato Antonio Grassi Beato Bartolo, confesor Beato Juan Marinoni

Santos del día