Falleció a los 69 años
Una sonrisa eterna y la pasión Pincharrata

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Russo dejó el mundo haciendo lo que más le apasiona. La historia de una personalidad querida y respetada en el ambiente.
“Son momentos”, “son decisiones”, “son 90 minutos, hay que jugarlos”, “ni antes éramos lo mejores ni ahora somos los peores” serán algunas de las recordadas respuestas o declaraciones muy comunes en el fútbol pero que, aunque no de manera oficial, fueron patentadas por Miguel Angel Russo, describiendo que era una persona muy simple y auténtica a la hora de dar entrevistas o conferencias de prensa. A los 69 años se fue el “Palomo”, una persona muy querida y respetada en el ambiente.
Russo, caracterizado por ser tan sonriente y que disfrutaba lo que hacía, tuvo una riquísima trayectoria en nuestro fútbol. Como futbolista jugó en Estudiantes de la Plata desde las divisiones formativas hasta su retiro como profesional, siendo unos de los casos, no muy frecuentes en la actualidad, en los que futbolistas desarrollan su carrera deportiva en un mismo club. En el equipo “Pincharrata” jugaba como mediocampista y obtuvo dos títulos: el Metropolitano 1982 y el Nacional 1983. En ese extraordinario equipo, dirigido por Carlos Salvador Bilardo y luego por Eduardo Luján Manera, compartió plantel con grandes figuras, como Alejandro Sabella, Hugo Gottardi y José Daniel “Bocha” Ponce, entre otros. También llegó a jugar en la Selección Argentina, bajo la conducción de Bilardo, siendo parte del proceso de clasificación al Mundial de México de 1986 y por poco no estuvo en la lista final para jugar esa Copa Mundial.
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Como entrenador, Miguelo tuvo una enorme lista de equipos que dirigió: Lanús, Estudiantes, Universidad de Chile, Rosario Central, Salamanca de España, Colón de Santa Fe, Los Andes, Monarcas de Morelia Vélez Sarsfield, Boca Juniors, San Lorenzo, Racing, Millonarios de Colombia, Cerro Porteño de Paraguay, Alianza Lima y Al-Nassr de Arabia Saudita. Su primer trabajo desde el banco de suplentes fue en Lanús entre 1990 y 1993, con el cual logró dos ascensos a la Primera División (1990 y 1992). Más adelante, en la temporada 1994-1995 se dio uno de los éxitos más recordados cuando regresó a su querido Estudiantes de La Plata, que había descendido a la Primera B Nacional y, trabajando en dupla técnica con Eduardo Luján Manera, lograron el rápido regreso a la Primera División. Contaba con un plantel de lujo, con unos unos jóvenes Juan Sebastián Verón, Rubén Capria, José Luis Calderón y Leonardo Ramos, quienes más adelante terminaron siendo figuras en el fútbol argentino.
Una de las virtudes que tenía Russo como DT era que no temía para nada a los desafíos y que sabía arreglarse bien con lo que tenía en sus planteles. Uno de los retos más notorios fue conducir a uno de los equipos donde más adelante recibió tanto amor de parte de su gente, que fue Rosario Central. Si bien tenía sus pergaminos por los buenos trabajos realizados en Lanús, Estudiantes y la Universidad de Chile, donde venía de ser semifinalista de la Copa Libertadores 1996, tenía la difícil misión de reemplazar a uno de los próceres Canallas en el banco de suplentes: Don Angel Tulio Zof. Fueron cinco ciclos en Central (1997-1998, 2002-2004, 2009, 2012-2014 y 2022-2024), y fue de los técnicos que más partidos dirigió a la “Academia” (237). Con grandes campañas, que incluyen clasificaciones a las copas internacionales, salvaciones del descenso (en la Promoción 2009 contra Belgrano), el ascenso a la Primera División en 2014 y la obtención de la Copa de la Liga Profesional en 2023, se convirtió en ídolo para la mitad de Rosario.
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Al igual que con Estudiantes en la temporada 1994-1995, en muchos casos, Miguel supo levantarle la cabeza a equipos que venían de recibir duros golpes deportivos. Uno de los ejemplos fue cuando trabajó en Vélez Sarsfield. Al conjunto de Liniers se le escapó el Torneo Apertura 2004 tras empatar 1 a 1 en Liniers contra Arsenal, lo cual le permitió a Newell’s ser campeón aun perdiendo 2 a 0 contra Independiente. Para Vélez fue un golpe duro porque fue un error del arquero Gastón Sessa, a quien se le escapó una pelota de las manos y de ahí vino el gol del conjunto de Sarandí que le impidió jugar una final contra el rojinegro. Entonces Russo tenía la difícil misión de mejorar el ánimo y convencer a un público fortinero que se había resistido a su llegada en primera instancia. Su proceso fue de menor a mayor, tan así que tuvo que esperar cuatro fechas para convertir goles; luego fue aceitando un plantel que estaba cargado de jóvenes, pero con buena proyección y tuvo la acertada decisión de darle confianza a Sessa, quien había sido cuestionado por la gente tras su error en la última fecha del torneo anterior, como también poner de delantero a Lucas Castromán, quien anteriormente se desempeñaba como volante externo. Con el correr de los partidos, ese Vélez fue ganando confianza, la gente empezó a cambiar silbidos por cantos como “Veo Veo, que ves, una cosa que es… que vamos a salir campeone’ otra vez, de la mano de Miguel…” y terminó siendo un justo campeón del Clausura 2005, el cual fue el primer título en Primera División como entrenador para el “Palomo”.
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Su buen paso por Vélez generó que Boca Juniors esté interesado en contar con sus servicios. Y fue una oportunidad que el DT no quiso dejar pasar. Aún con contrato vigente en la institución de Liniers, decidió aceptar el ofrecimiento de la institución Xeneize y comenzó otro desafío. Boca, con Ricardo La Volpe como entrenador, venía de perder el Torneo Apertura 2006 en el desempate final contra Estudiantes, lo cual significó un duro golpe. Entonces Miguelo otra vez debió cambiarle la cara a un plantel golpeado. Y que mejor forma de compensar la frustración anterior que con levantar la Copa Libertadores de América. Para lograr el cometido la dirigencia, encabezada en aquel entonces por el presidente Mauricio Macri, pudo complacer al entrenador con haber repatriado a uno de los grandes ídolos: Juan Román Riquelme. El “10” regresó tras quedar colgado en Villarreal de España por decisión del entrenador chileno Manuel Pellegrini.
Russo, como DT, supo exprimir al máximo a Riquelme, quien demostró sus ganas de jugar y tener continuidad y además logró que sea el mejor desempeño del enganche vistiendo la camiseta de Boca, logrando un gran tándem junto al goleador Martín Palermo, como en las viejas épocas de Carlos Bianchi. Fue entonces Miguel Angel el gran arquitecto de la última obtención de la Copa Libertadores para el conjunto de la Ribera, que también contó con figuras como Ever Banega, Julio César Cáceres, Mauricio Caranta y Rodrigo Palacio.
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La gratitud de Riquelme con Russo fue tan grande que no por nada, en su primer mandato como dirigente de Boca Juniors en 2019-2023 (Vicepresidente en la gestión de Jorge Amor Ameal) y en la actual como Presidente decidió contratarlo como entrenador.
Uno de los momentos más duros en la vida del Palomo se dio cuando en 2017, en pleno trabajo con Millonarios de Bogotá, club con el cual obtuvo dos títulos, se le descubrió que tenía cáncer. Aún con la enfermedad y con tratamientos de quimioterapia, decidió seguir trabajando. Nada detenía su pasión por dirigir, al punto de ser su mejor medicina. En 2018, ya recuperado en ese entonces, dio una conferencia de prensa en la cual tuvo una declaración, entre lágrimas, que emocionó a todos: “todo esto se cura con amor”.
Aún con su estado de salud en deteriorado y mientras Dios le dio fuerzas se aferró a su trabajo como cable tierra y a su vez como medicina, y en los últimos meses se dio el gusto de volver a dirigir a Boca en un Mundial de Clubes. Aún internado en su casa y más allá de delegar parte de la conducción en uno de sus colaboradores, Claudio Ubeda, no dejó de estar al pendiente de sus dirigidos. Y como si quedaran dudas al respecto, pidió en los últimos días estar vestido con ropa deportiva del Xeneize, como si estuviera trabajando. Y si, se fue en su ley, como realmente quería, con el fútbol como medio de vida y viviendo su pasión. Y así como dijo que “todo se cura con amor” también se puede decir que el mundo del fútbol lo despide con amor. Hasta siempre Miguel.