La delgada línea entre estilo y estigma
Milei: ¿loco, desequilibrado o mal entendido?

Psiquiatra

Se acusa a Javier Milei de loco y desequilibrado, pero ¿es esto cierto o un estigma injusto? Desde un enfoque psiquiátrico, desmontamos los señalamientos y reflexionamos sobre la percepción de su estilo.
Desde que asumió la presidencia, Javier Milei ha enfrentado una serie de críticas que lo tildan de “loco”, “desequilibrado” y “agresivo”. Estas acusaciones, que se intensificaron tras sus respuestas vehementes a cuestionamientos sobre su plan económico, buscan deslegitimarlo, pintándolo como un líder inestable incapaz de manejar las riendas del país. Se le ha cuestionado desde su tono apasionado hasta su lenguaje directo, interpretando cada gesto como un signo de inestabilidad mental. Sin embargo, un análisis psiquiátrico revela que estos señalamientos carecen de sustento clínico y forman parte de un estigma que caricaturiza su estilo. Milei no es el “loco” que describen; su forma de responder refleja una reacción humana profundamente arraigada en nuestras emociones, no un trastorno mental.
¿Es Milei “loco” o “desequilibrado”?
El término “locura” se usa a menudo contra Milei para desacreditarlo, pero ¿qué significa clínicamente? Según el DSM-5, la esquizofrenia es un trastorno caracterizado por síntomas como delirios, alucinaciones, pensamiento desorganizado y un deterioro significativo en el funcionamiento social o laboral, presentes durante al menos seis meses. Afecta al 1% de la población global, según la OMS. Comparado con esto, el estilo de Milei no encaja: no muestra delirios ni alucinaciones, y su funcionamiento como presidente demuestra claridad y coherencia, incluso bajo presión. Su tono vehemente y respuestas directas, a menudo interpretadas como “desequilibrio”, son más bien un reflejo de su personalidad apasionada y su reacción a lo que percibe como injusto, no un signo de patología. El estrés de liderar un país como Argentina, con alta inflación e inestabilidad política, puede amplificar respuestas emocionales. Como psiquiatra, he observado que el estrés crónico eleva el enojo o la intensidad emocional en personas sin trastornos mentales; Milei, enfrentando esta presión, demuestra una resiliencia notable al mantener su agenda y liderazgo, lo que contradice cualquier idea de inestabilidad mental. Su capacidad para tomar decisiones en un contexto tan adverso, como su plan para reducir el gasto público y estabilizar la moneda, refleja una mente estructurada, no desequilibrada.
¿Es Milei agresivo o está defendiéndose?
Se acusa a Milei de ser agresivo, especialmente tras sus respuestas airadas a críticas sobre su gobierno. Desde un enfoque psiquiátrico, las emociones son respuestas naturales a estímulos externos, y el enojo surge cuando interpretamos una situación como amenazante. Desde la prehistoria, los humanos estamos diseñados para reaccionar ante amenazas: si un depredador acechaba, nuestros ancestros debían defenderse, a veces con fuerza física, para sobrevivir. Hoy, esa respuesta instintiva se traduce en palabras. Cuando Milei responde con vehemencia a lo que percibe como agresión —críticas que considera injustas o malintencionadas—, no está mostrando agresión patológica, sino un mecanismo de supervivencia que todos compartimos: proteger nuestra integridad frente a lo que vemos como peligro. Este enojo no es constante ni descontrolado; en momentos clave, como su discurso en la apertura de sesiones ordinarias de 2024, Milei se mostró calmo, articulado y con un dominio notable de los temas tratados, detallando su visión económica con claridad y sin perder la compostura. Lo mismo ocurrió durante el debate presidencial con Sergio Massa en 2023, donde mantuvo un tono firme pero respetuoso, desmontando argumentos con datos y sin recurrir a ataques personales. Estos episodios desmienten la imagen de un líder inestable y muestran que su enojo es selectivo, una reacción humana que refleja su compromiso con sus ideas y su frustración ante lo que interpreta como ataques, no un signo de desequilibrio.
¿Qué hay de las formas de Milei?
Otro punto de crítica hacia Milei es su lenguaje, como cuando llama “mandriles” a quienes se equivocan sistemáticamente en su contra, un término que algunos consideran una falta de respeto. Sin embargo, este estilo no refleja desequilibrio ni agresión patológica; es una estrategia comunicacional que busca enfatizar su desacuerdo y generar complicidad con su audiencia, más que dañar la integridad de sus detractores. En el contexto político, donde el discurso suele ser polarizado, el uso de términos mordaces es común para captar atención y reforzar un mensaje. Líderes de todo el espectro político han utilizado un lenguaje similar para ridiculizar a sus opositores, desde apodos hasta ironías públicas, sin que esto se interprete como un signo de inestabilidad mental. En el caso de Milei, su estilo directo y a veces irónico es una extensión de su personalidad, una herramienta para conectar con quienes comparten su visión y señalar lo que considera errores graves, no una intención violenta. Su enojo, en este contexto, sigue siendo una reacción humana, no un signo de locura.
¿Tiene Milei más poder que sus críticos?
Se argumenta que Milei, como presidente, tiene más poder que sus críticos, pero esta visión ignora el contexto. Aunque su cargo le otorga autoridad, enfrenta una desventaja frente a las múltiples voces que lo cuestionan, desde medios hasta opositores, quienes amplifican narrativas que lo caricaturizan. Su respuesta vehemente no es un abuso de poder, sino una defensa individual ante un ataque colectivo, una dinámica que no refleja desequilibrio, sino el peso de enfrentar una oposición constante.
Reflexión: el estigma de la locura
Hablar con liviandad de “locura” o “desequilibrio” tiene consecuencias profundas. La esquizofrenia y otros trastornos psicóticos son condiciones no elegidas, con las que muchas personas y sus familias conviven, enfrentando no solo los desafíos de la enfermedad, sino también el dolor del aislamiento social que genera el estigma. Según la OMS, el 70% de quienes padecen esquizofrenia no recibe tratamiento adecuado debido al estigma, y en Argentina, un informe del Ministerio de Salud (2023) señala que el 40% de quienes la padecen enfrenta discriminación laboral. Como psiquiatra, he acompañado a familias que, en el consultorio, expresan su agotamiento y tristeza al ver cómo sus seres queridos son juzgados injustamente, a menudo excluidos de oportunidades laborales o sociales por prejuicios que no tienen base en la realidad. Tildar a Milei de “loco” perpetúa esta discriminación, trivializando el sufrimiento de quienes enfrentan trastornos mentales y afectando su acceso a oportunidades. Figuras públicas como Milei, etiquetadas injustamente por su estilo, sufren un daño similar: se les niega la posibilidad de ser entendidos en su humanidad. Promover educación sobre salud mental, fomentar espacios de diálogo y cuestionar estas etiquetas es clave para construir una sociedad más empática, donde el enojo, la pasión o un estilo directo no se confundan con patología. Milei no es el desequilibrado que describen; es una persona que defiende sus ideas con convicción. La clave está en entender su estilo, no en estigmatizarlo.