Tecnología bajo debate
Mendoza: impulsan un acuerdo para retrasar el uso del celular en los chicos
:format(webp):quality(40)/https://newstadcdn.eleco.com.ar/media/2025/12/san_nicolas.jpeg)
Más de 200 familias acordaron retrasar el celular para mejorar la convivencia y el desarrollo infantil.
Lo que empezó como una conversación entre 16 padres se transformó, en pocos días, en un movimiento que excede por completo al Colegio San Nicolás, en Chacras de Coria (Mendoza). Más de 200 familias firmaron un “Pacto Parental” para postergar la entrega del primer smartphone hasta los 13 años y restringir el acceso a redes sociales hasta los 16. La iniciativa —inspirada en las investigaciones del psicólogo social Jonathan Haidt y su libro Generación Ansiosa— se viralizó primero en Mendoza, luego en Córdoba y Buenos Aires, y comienza a instalar un debate educativo inevitable: ¿están creciendo los chicos en un entorno para el que su cerebro todavía no está preparado?
La directora del nivel primario del San Nicolás, Mariana Domínguez, dialogó con Newstad sobre el diagnóstico que los llevó a acompañar la medida y los cambios que esperan ver en la convivencia escolar.
Un diagnóstico que ya estaba sobre la mesa
Según Domínguez, el pacto no aparece como un gesto aislado, sino como la respuesta organizada a una problemática que venían observando desde hacía tiempo.
“En el diagnóstico lo que podíamos ver eran las dificultades que traían lo vincular, lo social, las situaciones en la virtualidad de algunos grados de primaria. Se manifestaba mucho en el trato entre los chicos en los grupos de WhatsApp, sin ningún control de adultos”, explica.
La directora detalla que, incluso en los cursos más pequeños, el uso temprano del celular tenía efectos directos en el desarrollo:
“En los nenes más pequeños veíamos impacto en el desarrollo cognitivo, en el desarrollo del lenguaje. Todo esto aparecía claramente en el diagnóstico.”
El colegio ya había intentado medidas más tradicionales, como una caja para dejar los teléfonos al ingresar al aula, pero los problemas persistían durante recreos y fuera del horario escolar. “Los chicos socializaban menos, se quedaban contestando mensajes, preocupados por grupos paralelos, o metidos en juegos que les quitaban espacio de interacción real”, describió días atrás el director de Secundaria, Ramiro Pontis Sarmiento.
Una decisión familiar que el colegio acompaña, pero no dirige
Una de las claves del pacto es que no se trata de una imposición institucional, sino de un acuerdo entre familias al cual la escuela elige acompañar.
Domínguez lo aclara con firmeza:
“No se hace una articulación específica entre quienes firmaron y quienes no. Vamos a seguir acompañando desde la toma de conciencia, generando instancias con los chicos y con las familias sobre lo importante que es este tema, pero no habrá una intervención directa. Es una decisión familiar que nosotros acompañamos paralelamente.”
El colegio no controlará quién entrega o no un celular, ni modificará su régimen de sanciones. Se trata, más bien, de construir un entorno cultural común.
Los adultos también quedaron interpelados
Uno de los efectos inesperados del pacto fue que los propios padres —y los educadores— comenzaron a cuestionarse su relación con la tecnología.
“Todo este proceso nos llevó a revisar el contacto que tenemos los adultos con la conectividad. Nos dimos cuenta de que también tenemos que reevaluar la cantidad de conectividad que manejamos. Fue un proceso paralelo para todos”, reconoce Domínguez.
La directora coincide con Haidt en un punto clave: los padres no pueden pedir a los hijos aquello que ellos mismos no están dispuestos a revisar.
Por qué el pacto funciona: la fuerza de la comunidad
La iniciativa se expandió con rapidez entre cursos completos —como tercer grado y jardín de infantes, donde la adhesión fue total— y de forma parcial en grados más altos, donde muchos chicos ya poseen smartphones.
Para la directora, el éxito surge de un factor muy concreto:
“Hay que animar a los papás a empezar a hacer estas cosas. Invitarlos a pensarlo y a encontrar personas que puedan ser promotores entre las familias. Porque esto funciona si es en comunidad.”
La idea de que “nadie quiere que su hijo se quede afuera” fue clave para avanzar. Los padres comprendieron que la única forma de retrasar el acceso a redes era que todos lo hicieran a la vez.
Un cambio que ya muestra sus primeros efectos
Entre las familias que ya implementaron el pacto, los testimonios se repiten: más juego, más conversación, más calma en casa. Padres que relatan que, tras un inicial enojo, sus hijos volvieron al intercambio cara a cara, al juego físico, a la lectura.
La institución, mientras tanto, sostiene que su rol será acompañar, generar espacios de reflexión y seguir observando el impacto en la convivencia escolar.
La pregunta que queda abierta —en Mendoza y en el país— es si este pacto, nacido en un colegio de Chacras, puede convertirse en un modelo para otras comunidades. Para Domínguez, la respuesta es sí: “Esto definitivamente funciona cuando es en comunidad.”

