Salud mental infantil y adolescente
Psicoanálisis en alerta: nuevas claves para entender el sufrimiento temprano

Médica psiquiatra y psicoanalista

Entre diagnósticos en alza y síntomas ligados a la época, especialistas de todo el mundo analizan cómo intervenir antes de que los malestares se conviertan en patologías.
El libro “Clínica e Investigación en el Psicoanálisis de bebés, niños y adolescentes” (en cuya edición he tenido el gusto de participar junto a los demás integrantes del Departamento de Bebés, Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina) intenta reflejar el riquísimo intercambio y los nuevos horizontes y desafíos que se plantearon entre colegas de la Argentina y de muchos países del mundo en el “Primer Congreso Internacional Virtual de Investigación en Psicoanálisis de Bebés, Niños y Adolescentes”, que se realizó en octubre de 2022.
La génesis de aquel encuentro fue el deseo de poder pensar e intercambiar con diversos grupos de investigadores y teóricos acerca de los temas actuales de interés y preocupación entre quienes trabajamos en salud mental infantil. Debemos mencionar que los motivos de consulta de esta población han ido cambiando en las últimas décadas, reflejando los nuevos malestares emocionales que aquejan a bebés, niños y adolescentes: el enorme incremento del diagnóstico de algunos cuadros como el autismo en la primera infancia, la depresión y la ansiedad tanto en niños como adolescentes, así como las conductas de autolesión o de consumos problemáticos, las nuevas adicciones como el juego online o las pantallas, y las cuestiones de identidad sexual, por mencionar solo algunas de las que vemos más frecuentemente. Esta realidad nos obliga a reflexionar teóricamente e investigar acerca de los mecanismos psíquicos que subyacen a todas estas consultas ligadas a la época.
La investigación psicoanalítica es un campo en constante crecimiento y desarrollo (aun en las edades más tempranas, como lo muestran los estudios durante el embarazo y con bebés y sus padres) y toma en cuenta los aportes de otras disciplinas como la filosofía y la educación, la pediatría y la neurociencia. Esta última, por ejemplo, nos ha permitido conocer que el cerebro puede modificarse por múltiples factores: no solo por la vía de los fármacos, sino también por las experiencias de la crianza, la educación y por las psicoterapias.
Freud fue un gran observador de los niños y su rica vida emocional, y le adjudicó una enorme importancia a aquello que ocurría en la infancia, en conjunción con aquello que traemos al nacer, el ambiente y la sociedad en que vivimos y los vínculos que nos rodean al crecer. Los análisis de los adultos nos enseñan el peso de estas etapas en la formación de la mente adulta y en la posibilidad de tener mayores o menores recursos emocionales para poder afrontar las situaciones que la vida nos va planteando. Es por esto que son fundamentales todas aquellas investigaciones y desarrollos teóricos que nos permitan avanzar en el conocimiento de las primeras etapas de la vida y nos den la posibilidad, por ende, de intervenir tempranamente en las situaciones de riesgo psíquico. Se trata de pensar en un acercamiento a la salud mental de carácter preventivo, antes de que los síntomas o un cuadro emocional severo se instalen. Cuanta mayor información tengamos acerca de las formas en que los vínculos y la crianza inciden en el desarrollo mental infantil, más posibilidades tendremos de implementar nuevas formas de cuidado y prevención, no solo en el ámbito de la atención psicológica, sino también a nivel público en la educación, la pediatría o en la instrumentación de las políticas de atención de salud mental de la población.
Los adolescentes actuales, por su parte, nos obligan a pensar y conocer los nuevos lenguajes y formas de manifestar el sufrimiento psíquico en esta edad. El cuerpo toma un protagonismo especial como escenario en la búsqueda de su identidad o expresión de sus malestares emocionales. En este sentido, en esta etapa “se escribe” en el cuerpo: tatuajes, piercings y también autolesiones o aquellas conductas que acompañan a los trastornos de la alimentación. Los nuevos paradigmas en referencia a la identidad de género y a las formas de vinculación entre los sexos los atraviesan y generan formas de relacionarse distintas a las de otras generaciones.
Otro elemento fundamental que debemos conocer como terapeutas e investigadores es su particular relación con las redes, ya que esta generación digital nos interpela, a quienes hemos nacido analógicos, con sus nuevas formas de comunicación y con los fenómenos antes desconocidos como las adicciones a las pantallas, a los juegos y a las apuestas, o el temprano acceso a la pornografía.
También en esta etapa, y dada la incidencia del aislamiento social, el bullying y la depresión en las altas tasas del intento de suicidio adolescente actuales, es fundamental la detección temprana de aquellos jóvenes o de aquellos ambientes que suponen un mayor riesgo para la salud mental.
En definitiva, la investigación en salud mental de la infancia y adolescencia, campo vasto y en constante cambio, es fundamental para poder conocer, entender y buscar herramientas y recursos nuevos o revalidar aquellos que siguen siendo útiles para la atención de los padecimientos mentales de esta población.