Panorama político
Las buenas formas de Javier Milei y los queribles golpistas de siempre

Periodista y Director de Newstad

Javier Milei, enojado con Jorge Macri y el PRO por la campaña sucia. El rol de la prensa y las difamaciones constantes.
Son educados, elegantes, muchas veces refinados y en general impecables de vestimenta combinada y vigente. Son agradables, caen bien, suelen estar perfumados y no siempre, pero a veces parecen cultos y queribles. No dicen culo, mandril y tienen hijos, a veces hasta reconocidos. No suelen divorciarse más de una o dos veces, casi nunca levantan la voz, y se acuerdan el nombre de todos cuando se los vuelven a encontrar. Y también, cuando la posibilidad, ensucian la cancha o ponen en jaque un gobierno. Entre sonrisa y sonrisa, entre pliego licitatorio y pliego licitatorio, colaboran con el caos.
Haga un ejercicio de reflexión sincera, sin prejuicios, con el corazón en la mano. Se instala el rumor de una relación incestuosa en la familia de cualquier lector. De paso, se añade un supuesto consumo excesivo de cocaína y una noche de corridas desnudo por la quinta al grito de “me quemo” por todos los canales posibles. Todo normal. También, se especula con la caída del Gobierno, se cuelgan muñecos con su cabeza y se bromea con el entorno familiar, empezando por su hermana, la persona más importante de su vida. La represalia de la víctima de lo enumerado, apenas una pizca de lo total, es no saludar. ¿Fue tan grave el desaire presidencial?
Lo tienen chequeado, lo confirmó un senador amigo, una diputada y después Santiago Caputo: tanto los entornos de Jorge Macri como Victoria Villarruel son parte de un entramado de dirigentes que trabajaron para esmerilar y hacer temblar al Gobierno. Javier Milei lo confirmó, y desde ese momento no hubo espacio para otra cosa que la distancia y la indiferencia. Es lo que vendrá de ahora en más para con ellos y quienes los apañen, no hay otro posicionamiento.

Javier Milei tiene un pensamiento claro: los que traicionan una vez, lo harán mil veces. Los enfrentamientos políticos no lo inquietan, sí los golpes debajo del cinturón. El alcalde porteño nunca entendió que contratar al catalán Antoni Gutierrez Rubí era el final de su relación. Fue sugerencia de Fernando De Andreis, hombre impuesto por Mauricio Macri a su primo, que nunca, ni un minuto, trabajó para que Jorge gane y lo supo siempre. Un fracaso con anticipo de más de un año. El estratega en narrativa y campaña sucia se sumó a un equipo de trabajo para evitar el desastre y colaboró con el ruido. Fue todo para peor.
Mientras Jorge Macri lo contrataba, le confirmaron hace dos meses que era un error y que Javier Milei, después de haberlo padecido en el torneo de las toces de Sergio Massa durante el debate y otros icónicos errores de campaña, no perdonaría que lo contrate. El equipo ya era un caos, para peor, el nieto de Orlando Terranova, un joven de cincuenta años y contratistas de diversos estados, se sentó también a la mesa a opinar sobre la comunicación y la campaña, lo que colaboro con el caos y la falta de conocimiento sobre lo que había que hacer. Incluso hay inquietudes en torno a las formas y pedidos del mendocino sobre distintos negocios.
Gutiérrez Rubí es esencialmente un creador de falsa conversación, es decir, un instalador de agravios y confusiones, eso que hoy se cree que es asesorar un político en campaña. Con un hilo de derrotas difícil de superar, viene del naufragio populista de Sergio Massa, quien llegó a pensar que tosiendo y contratando a Jorge Rial y Nancy Pazos para hacer propaganda podían ganar un balotaje. Y le creyeron y cobró. Hay quienes empezaron a preguntar cómo se le pagó al catalán para la campaña del PRO en la Ciudad, es sabido que son cientos de miles de dólares los que cobran los expertos en derrota de este calibre.

Mauricio Macri está enojado: no puede entender las formas de Javier Milei. Forma parte de un desafío que tiene buena parte de la dirigencia política. Las buenas formas de Macri y su entorno colisionan de frente con la honestidad brutal de Javier Milei. No cree en los eufemismos, no traiciona y admite nada parecido a la traición, es el único lenguaje que maneja y no va a cambiar. Lo tienen en claro ahora, hasta el domingo a la mañana, dudaban.
El ex presidente Macri sigue su gira por el exterior y por ahora, tal como planteó su prensa, Gustavo Gómez Repetto, “no vamos a hacer más declaraciones”. Parte del cambio de época de una parte de la política es entender que sólo aceptar entrevistas con amigos que trabajan de periodistas genera esencialmente charlas poco interesantes, poco consumidas y mucho menos adquiridas en conceptos y debate. Es un error que no comete sólo el PRO, pero que le hizo mucho daño y se lo sigue causando con voceros que parece que suman pero restan.
Javier Milei no ve fantasmas ni está loco, o al menos no está loco en ese sentido: cree que muchas empresas y políticos trabajan para golpear su Gobierno. Según el calendario, Pepe Albistur, que sigue sin explicar cuánto dinero perdió en prestarle ya casi quince años el departamento de Puerto Madero a Alberto Fernandez, debe haber reventado de pororó, tal como se ufano coqueteando con la fecha de la caída de la democracia desde Cariló, su lugar en el mundo desde que la política le permitió hacerse millonario en dólares y prestar departamentos vacíos.
Así entonces, en el Gobierno tienen una lista de los lobos con piel de cordero que bajo formas aceptables y modales de esos que uno espera en el novio de su hija, tejen golpes de estado, corridas cambiarias, renuncias y problemas para la gestión oficial. Pero sin levantar la voz ni insultar. Son los que conservan el buen decir, los colores combinados y familias unidas, pero que si pueden aportar algún dato para romper la democracia no tardan un segundo.
Mientras el arzobispo Jorge Garcia Cuerva se despedía del Gobierno tal vez sin saberlo, Jorge Macri no podía entender lo que sucedía. Victoria Villarruel ya estaba al tanto del malestar presidencial, y no era demasiado inesperado: cuentas vinculadas directamente a la vice presidente atacaron durante meses sistemáticamente al Presidente y su hermana, hicieron chistes sobre su relación y promovieron protestas y repudios a la gestión liberal sin pausa. Eso no es gratis, y menos que menos en un economista que dice no ser político y detesta los políticos.
La iglesia le dijo al Gobierno todo lo que los detractores del Gobierno le suelen decir: la era de la hostilidad, la llegada de la intolerancia, la muerte del futuro. Tal vez una pregunta que la Iglesia debería hacerse en algún momento es: por qué las iglesias no tienen jóvenes hace años, muchos años antes de que Javier Milei sea electo Presidente. Qué responsabilidades tiene Milei y cuáles la pastoral que no supo construir futuro desde los más chicos.
Si en redes se dice que el Presidente tiene sexo con la hermana, que hay que asesinarlo y que es peor que Adolf Hitler, ¿es el Presidente el que tiene que mejorar las formas?