Revoluciones, esclavos y soretes reales
Romper y tirar la cadena

Escritor.

De Luis XVI a los estatistas criollos, un hilo de impunidad une las viejas monarquías con los nuevos reyes del gasto público.
Los reyes franceses recibían a sus invitados sentados en su trono.
El trono era hueco y era hueco porque el rey solía cagarse delante del invitado.
A los invitados no les molestaba. Estaban habituados. Formaba parte del exhibicionismo del rey, de la impunidad con la que se movía. Con la que se movía y con la que movía su vientre.
Lo curioso era lo que sucedía afuera del palacio cuando tiraban la caca del rey al gran vertedero. Se juntaban los pobres y aplaudían cómo los soretes reales caían.
En una de las últimas reuniones que tuvo el último rey de Francia, Luis XVI, con los burgueses más poderosos, éstos muy enojados le plantearon que ya no podían ni querían pagar más impuestos. El rey los escuchó y les dijo que eso era imposible. El rey les contó que Él necesitaba mucha plata para vivir. Luego, dando por terminado el encuentro, se cagó literalmente en sus invitados.
Cuando los burgueses salieron del palacio vieron en esa metáfora que el contrato social se había roto y que ya no había forma de pegarlo. Y no había forma de recomponerlo porque el rey no había entendido que el Estado no es él, como dijo su abuelo Luis XIV hablando por todos los reyes. El Estado son los privados. Sin el aporte de los privados el Estado no existe. Y no existe porque el Estado suele no generar riqueza.
Los burgueses salieron convencidos de que el rey nunca iba a tomar conciencia de lo que estaba pasando, pero en esto sí se equivocaron.
Porque el rey, con el paso del tiempo, empezó a darse cuenta de que algo estaba sucediendo.
Fue cuando un día se asomó al balcón y vio que cuando tiraban su caca, ya no había pobres aplaudiendo.
La revolución francesa había comenzado.
Pero los franceses no fueron los pioneros. Muchos antes que ellos, los ingleses y los americanos salieron a gritar lo mismo: que ya no querían vivir más en la mierda para que otros vivan como reyes, y así dieron origen a la revolución inglesa y la revolución norteamericana. Una vez más los sajones protestantes dando el ejemplo al mundo.
Estas tres revoluciones, la inglesa, la americana y la francesa, llegaron a América pero en incómodas cuotas. Todavía no existían las redes.
Las tres trajeron el mismo mensaje: cortar con las cadenas del Estado real opresor. En nuestro caso, cortar con las cadenas del Estado real opresor español.
Por supuesto que pegar el hachazo no fue sencillo. Empezó el 25 de mayo de 1810 y terminó el 9 de julio de 1816, cuando nos liberamos definitivamente de la España esclavista.
Y esto siempre hay que tenerlo presente: nada sucede de un día para otro. Todo lleva tiempo y si estamos dispuestos a terminar con la esclavitud hay que tener paciencia y asumir la complejidad de los procesos históricos.
Sobre todo ahora que estamos asistiendo a una nueva revolución que se está dando a una velocidad inimaginable, hoy gracias a las redes.
Ahora los esclavistas son los propios compatriotas. Sí, por fin descubrimos que los esclavistas son los estatistas de siempre.
Va a llevar tiempo cortar con las cadenas del Estado presente que, con impunidad desde tiempos inmemoriales, nos viene saqueando a cambio de casi nada.
Pero lo bueno es que ya estamos avivados. Y cuando te avivás ya no podés volver atrás.
Ya lo sabemos:
Estado presente es Cadena presente.
Y llegó el momento de cortarla.
Mejor dicho, de seguir cortándola. Porque la revolución ya comenzó.
Hay que cortarla y luego hay que tirarla.
Hay que tirar la cadena para que la caca estatal se vaya para siempre.
En el mientras tanto, sigamos inspirando al mundo.
Porque por primera vez en la historia, de importar revoluciones pasamos a exportarlas.
Gracias a la motosierra, muchos países se están avivando y están actuando en consecuencia para no terminar como nosotros: aplaudiendo la mierda.