Recuerdos eternos del Superclásico
La leyenda de la pelota naranja y el Beto Alonso

Un símbolo inmortal de una tarde gloriosa: River campeón en la Bombonera, con dos goles inolvidables y una vuelta olímpica teñida de rojo y blanco.
El 6 de abril de 1986 quedó grabado a fuego en la historia grande del fútbol argentino. Aquel día, River Plate escribió una de las páginas más gloriosas de su existencia, y lo hizo de una manera tan simbólica como contundente: con dos goles del Beto Alonso y una vuelta olímpica en la mismísima Bombonera. Pero más allá del resultado, hubo un objeto que inmortalizó aquella gesta: la pelota naranja.
El ícono está hoy exhibido en el Museo River y, para muchos hinchas, representa mucho más que un simple balón. Es el recuerdo tangible de una hazaña irrepetible. De lo más me gustó del museo fue la pelota naranja con la que el Beto hizo los dos goles a los bosteros. Uno de cabeza, otro de tiro libre... ¡y encima dimos la vuelta olímpica en su cancha!
El contexto no era menor. A mediados de los años '80, River atravesaba un recambio generacional. Se habían ido figuras legendarias como Fillol, JJ López, Merlo, Kempes, Tarantini y Ramón Díaz. Pero en medio de esa transición, irrumpió un joven uruguayo llamado Enzo Francescoli, que llegó en 1983 para dejar su sello de talento y liderazgo. Bajo la conducción de Héctor “el Bambino” Veira, River formó un equipo que quedó en la memoria de todos: Pumpido; Gordillo, Borelli, Ruggeri, Montenegro; Enrique, Gallego, Morresi; Amuchástegui, Francescoli y Alfaro.
Aquel equipo arrasó en el torneo 1985/86. Hubo goleadas a San Lorenzo (3-1), Newell’s (5-1), Vélez (4-1), Temperley (6-0) y una batalla épica contra Argentinos Juniors (5-4). La consagración llegó con anticipación, tras vencer a Vélez por 3 a 0. Pero el broche de oro se escribió tres fechas más tarde, en el Superclásico.
Con el campeonato ya en el bolsillo, River fue a la Bombonera con la cabeza alta y el corazón lleno. La pelota naranja, utilizada debido al papel picado azul y amarillo que cubría el campo, no fue un simple recurso: se convirtió en protagonista. El Beto Alonso, símbolo eterno del club, convirtió dos goles históricos: uno de cabeza, y otro con su zurda mágica de tiro libre. Fue 2 a 0 categórico.
La imagen que quedó para siempre es esa: River dando la vuelta olímpica en la cancha de su eterno rival, con la pelota naranja en el centro de la escena y Alonso como héroe eterno. La combinación entre el Beto y la pelota naranja fue perfecta. Hizo estragos y quedó inmortalizado para siempre en el corazón millonario. El Beto se retiró meses después, con todos los honores: campeón del torneo local, de la Copa Libertadores y de la Intercontinental. Pero para muchos, nada iguala lo que ocurrió aquel 6 de abril. Ese día en que River humilló a Boca en su propia casa y dejó una imagen imborrable para los siglos.
Porque no se trata solo de un resultado. Es un recuerdo, un símbolo, una postal gloriosa. Es la pelota naranja. Es el Beto Alonso. Es River Plate, eterno.