El clásico que cambió la historia de la Libertadores
La Final Eterna: una página histórica del fútbol mundial

River y Boca definieron el título continental en Madrid, en una final única que marcó un antes y un después en el fútbol.
En el mundo del fútbol, hay partidos que quedan en la memoria colectiva por lo que significan dentro y fuera del campo. Pero hay algunos que, por su magnitud, por el contexto, por la épica y por los protagonistas, trascienden cualquier frontera y se convierten en leyenda. Así fue la final de la Copa Libertadores 2018 entre River Plate y Boca Juniors: un evento que se instaló para siempre en la historia del deporte mundial.
Un camino duro hacia la gloria
El camino de River hacia aquella final fue, desde el inicio, una muestra de carácter. Compartió grupo con Flamengo, Santa Fe de Bogotá y Emelec de Ecuador. En el debut igualó 2 a 2 contra el poderoso equipo brasileño en Río de Janeiro, con goles de Rodrigo Mora y Camilo Mayada. Luego llegaron empates sin goles ante Santa Fe y Emelec, y una serie de triunfos que sellaron una clasificación sólida: victorias clave con goles de Javier Pinola, Lucas Pratto y Gonzalo “Pity” Martínez (jugadores que serían decisivos en el desenlace de la Copa).
En octavos, River superó a Racing con una gran goleada 3 a 0 en la vuelta. En cuartos, dejó atrás a Independiente con otra victoria contundente en el Monumental. Y en semifinales, enfrentó a Gremio, último campeón. Tras perder en la ida como local, el equipo de Marcelo Gallardo protagonizó una hazaña épica en Porto Alegre: perdía 1 a 0 y logró darlo vuelta 2 a 1, con goles de Rafael Borré y Pity Martínez de penal. Fue, sin dudas, un punto de inflexión anímico y futbolístico.
La final más importante de la historia
La final de la Libertadores 2018 no fue una más. Fue la primera vez que los dos clubes más grandes de Argentina y protagonistas del Superclásico se cruzaban en la definición del torneo continental. El marco era único, pero el desenlace sería aún más insólito: tras un empate 2 a 2 en la Bombonera —con goles de Pratto y un tanto en contra de Izquierdoz para River—, la violencia obligó a suspender la revancha en Buenos Aires. La CONMEBOL tomó entonces una decisión histórica: la final se mudaría a Europa, al estadio Santiago Bernabéu de Madrid.
La capital española fue testigo de un partido que se vivió con una tensión sin precedentes. Boca comenzó ganando con un gol de Darío Benedetto, pero River lo empató con una jugada de equipo coronada por Pratto. Ya en el alargue, Juan Fernando Quintero anotó un golazo que puso en ventaja al equipo de Gallardo. Con Boca volcado al ataque y sin respuestas, en la última jugada, el Pity Martínez corrió solo hacia el arco vacío para marcar el 3 a 1 final. Un gol que se gritó en todo el mundo y que selló lo que ya era una gesta histórica.
Una final que trascenderá generaciones
Aquel 9 de diciembre no fue solo la consagración de River con su cuarta Copa Libertadores. Fue la consolidación de una era marcada por el liderazgo de Marcelo Gallardo, la jerarquía de sus jugadores y una identidad de juego que dejó huella. La victoria ante el eterno rival, en una final única e irrepetible, hizo que el título se convirtiera en parte del mito riverplatense.
Pero más allá del color de la camiseta, lo que ocurrió en Madrid marcó un precedente para todo el fútbol sudamericano. Mostró la necesidad de evolucionar en organización y seguridad, pero también expuso el potencial emocional, comercial y simbólico que tienen los grandes clásicos del continente. La final Boca-River dejó una enseñanza y una emoción que atraviesa naciones, generaciones y banderas.
La “Final Eterna” no fue solo el partido más importante en la historia de la Copa Libertadores: fue un fenómeno global que elevó al fútbol sudamericano a la escena mundial. Un recuerdo imborrable que vivirá para siempre en las páginas doradas del deporte.