Miradas
La Familia: un ancla de esperanza en tiempos de cambio

Ex vicepresidente de la nación.
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Una sociedad de cambio permanente y la necesidad de el reencuentro de la familia como pilar de la sociedad.
Vivimos en un mundo de transformación permanente y vertiginosa. Esta evolución no siempre beneficia a la persona humana, y mucho menos a la familia. A pesar de los desafíos, numerosos indicadores demuestran que la familia sigue siendo un pilar fundamental para el desarrollo integral de las personas.
Para comprobarlo, basta con un simple ejercicio. Piense en su círculo de relaciones y en aquellas personas que crecieron en el seno de una familia con fuertes vínculos afectivos, con roles claros de padres que acompañaban el crecimiento de sus hijos. Familias que, con cada decisión, construyeron una *autoridad moral* sólida. Más que una simple "institución social", la familia es un espacio sagrado, cimentado en los valores del humanismo: el *amor* como principio fundacional, la misericordia, la comprensión, la ternura, la alegría, el buen humor y la fe. Todos estos valores dan un sentido y un propósito trascendente a la vida.
¡Cuántas depresiones, angustias, sinsentidos y tristezas podríamos ahorrarles a nuestros adolescentes y jóvenes! Si desde su infancia supieran de su singularidad y, por lo tanto, conocieran que solo ellos pueden aportar a la humanidad lo que nadie más puede.
En el Génesis, el libro con el que comienza la Biblia, se afirma que la familia fue diseñada por Dios como la primera *comunidad de amor*: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán juntos una sola carne" (Génesis 2:24). Esta comunidad debe ser una escuela de virtudes y un lugar donde sus miembros se enseñen mutuamente, bajo la guía de Dios, a desarrollar sanamente sus dimensiones física (cuerpo), psicológica (mente) y espiritual (alma/espíritu).
Si comprendiéramos que la velocidad de los cambios actuales no les ofrece a la mayoría de nuestros adolescentes y jóvenes la seguridad que necesitan para crecer con esperanza y alegría, ni les da el tiempo y el espacio para construir sus sueños o acrecentar sus sentimientos de plenitud, veríamos la urgencia de actuar. Es imperativo que las instituciones públicas (Educación, Salud, Seguridad, Justicia) trabajen en el diseño e implementación de políticas sin caer en la guerra constante entre los espacios políticos, que muchas veces están representados por una única persona.
La crisis del sistema político de nuestro país es profunda; se ha transformado en un "sistema de poder" y la política misma en un "juego de poder" mediocre. Humildemente, creo que este deterioro en nuestros indicadores de desarrollo humano solo se revertirá cuando volvamos a trabajar juntos para construir esperanza y sueños en los corazones de nuestros jóvenes.
Nada cambiará para bien si no nos movemos en el terreno del humanismo, es decir, en una concepción amorosa de los vínculos humanos. Incluso con aquel o aquella que acaba de ser concebido. Allí también, debemos vincularnos a través del amor.