Cada vida cuenta
Embarazo vulnerable: CABA, una ciudad que acompaña a las familias

Ministro de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires
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Una historia límite impulsó el Protocolo de Acompañamiento a Embarazos Vulnerables en la Ciudad de Buenos Aires.
Era enero de 2024. Recién habíamos asumido en el Gobierno de la Ciudad y recibí una llamada del flamante jefe de Gobierno, Jorge Macri. Me planteaba una situación límite: una chica joven que había sido abusada estaba cursando un embarazo muy avanzado, de casi seis meses. No había margen de espera, ni soluciones rápidas.
En ese momento nos dimos cuenta de algo muy claro: no teníamos herramientas suficientes. No se trataba solamente de garantizar un derecho formal, sino de acompañar. Esa chica estaba en shock, con la salud física y mental en riesgo, sin sostén familiar y con una vulnerabilidad económica enorme. La única persona que la contenía era su hermana, que también estaba sobrepasada por la situación. Esa historia me marcó. Nos recordó que gobernar es, muchas veces, enfrentarse a lo inesperado y no tener excusas para mirar hacia otro lado.
Recuerdo esa historia como un punto de inflexión a la ahora de pensar en lo que hoy es el Protocolo de Acompañamiento a Embarazos Vulnerables. Una herramienta concreta diseñada para poner en el centro a cada mujer que atraviesa un embarazo en condiciones difíciles. Y cuando hablamos de vulnerabilidad, no hablamos solo de un caso extremo de violencia: también de situaciones sociales o económicas, de problemas de salud física o mental, de falta de vivienda, de precariedad laboral o de la ausencia de redes familiares. Todo aquello que puede poner en riesgo a la mujer o al embarazo.
El Protocolo funciona con consejerías que tienen distintas etapas: escucha activa, acceso a información clara, acompañamiento de decisiones, contención emocional y garantía de derechos. Su principal objetivo es evitar la revictimización. Porque no se trata de juzgar, ni de imponer, ni de burocratizar. Se trata de reconocer a la persona en su dignidad y acompañarla de manera integral. Se trata de que en la Ciudad de Buenos Aires ya no haya solamente una sola opción.
Algunos podrían pensar que estas políticas son accesorias. Pero no lo son. Son esenciales. Porque detrás de cada número, de cada estadística, hay una historia concreta. Como la de aquella chica en enero de 2024. Historias que nos exigen presencia de un modo humano y eficaz, y que no deje a nadie solo en el momento más difícil.
Nada de esto sería posible sin una decisión política firme. Jorge Macri, la vicejefa Clara Muzzio, el ministro Fernán Quirós y todo el equipo de Gobierno decidieron empujar esta iniciativa y sostenerla frente a las complejidades legales, políticas y sociales que conlleva. La decisión política de hacer de ésta una ciudad con valores, que cree en la familia y que cree en la vida.
También es clave la confianza de muchas organizaciones sociales, iglesias, ONGs y profesionales de la salud que eligieron trabajar con nosotros. Decidieron creer en que este Gobierno no buscaba un gesto declamativo, sino resultados concretos. No fue fácil: hubo que sentarse, discutir, planificar, buscar consensos y enfrentar realidades duras mientras avanzaba el diseño del Protocolo. Hubo que lidiar con las presiones, con las urgencias, con los dilemas que aparecen cuando hablamos de temas tan sensibles. Pero hoy la Ciudad de Buenos Aires tiene una herramienta que nos permite estar a la altura de esas historias.
Los primeros mil días de vida son decisivos: para cada bebé, para cada mamá, para cada familia. Es allí donde se juega buena parte del futuro. Acompañar esos mil días no es un lujo: es una responsabilidad del Estado y de toda la sociedad.
Este Protocolo es, en definitiva, un paso en esa dirección. Nos recuerda que nadie es descartable, que cada vida merece ser cuidada, que cada mujer merece respeto y acompañamiento. Y que una Ciudad que se dice justa tiene que estar cerca, no lejos, de quienes más lo necesitan.