Del potrero cordobés a la cima del mundo
El crack silencioso: Julián Álvarez, campeón de todo

A los 24 años, es el primer argentino en ganar Libertadores, Copa América, Mundial, Champions y Mundial de Clubes.
No hay techo cuando se juega con el corazón. Julián Álvarez tiene 24 años, cara de bueno, piernas de potro y el alma de un 9 hecho en barro y gloria. Nació el 31 de enero del 2000 en Calchín, un pueblito de Córdoba, y se crió soñando con jugar en Primera. Y no solo lo logró: se convirtió en el primer argentino de la historia en ganar la Libertadores, la Copa América, el Mundial, la Champions y el Mundial de Clubes.
Arrancó en el club de su pueblo, C.A. Calchín, y de ahí saltó a River. Lo subió el Muñeco Gallardo, como quien descubre un diamante. Debutó en la Superliga 2018/2019. El primer partido fue contra Talleres, después llegó Aldosivi, y antes de que nos diéramos cuenta, estaba entrando en Madrid contra Boca, el 9 de diciembre de 2018, en la final más importante de nuestras vidas.
A partir de ahí, fue una máquina. En 2021 fue el goleador del torneo con 18 gritos, se llevó el premio al mejor jugador de Sudamérica y le pintó la cara a todos. Le metió dos goles a Boca, hizo un hat-trick a San Lorenzo, cuatro a Patronato, y seis a Alianza Lima en el cumpleaños 121 de River. Seis. En un solo partido. Una locura.
Ya no había dudas. Lo vinieron a buscar de todos lados, y se fue al Manchester City. Allá la rompió también: el 17 de mayo de 2023 le metió un gol al Real Madrid en la semi de la Champions. Un mes después, estaba levantando la Premier, la FA Cup y la primera Champions del City. Todo en la misma temporada.
Y como si fuera poco, después se fue al Atlético de Madrid, donde sigue haciendo goles como si estuviera en Calchín, pero en Europa.
Pero lo más grosso fue con la Selección.
Con la Sub-20 jugó el Mundial de Polonia. Con la Mayor, debutó el 3 de junio de 2021 contra Chile. Fue campeón de América en Brasil. En la Finalissima contra Italia, entró por Lautaro. Y en el Mundial de Qatar, pasó de suplente a ser una de las figuras del equipo.
Contra Polonia, en fase de grupos, metió un golazo después de 26 toques. Contra Australia, otro más. En la semi contra Croacia, dos golazos inolvidables, gambeteando hasta al arquero. Y en la final no mojó, pero metió una asistencia clave en el segundo gol.
Hoy, Julián es eso: un tipo que pica, muerde, mete, juega y no para nunca. Goleador, asistidor, recuperador. Hace lo que sea. Es el jugador que cualquier técnico quiere, y el que todos en la tribuna aman. Humilde, respetuoso, profesional. Un fenómeno.
Y lo más lindo es que todavía no llegó a su techo.