Del maltrato al amor
De plagas a hijos: el rol de los perros a lo largo de la historia


En la Edad Media eran usados como remedio, exterminados en el siglo XIX y adorados en el XXI.
Durante siglos, la relación entre humanos y perros ha oscilado entre el utilitarismo, el afecto y la superstición. Hoy, en el Día del Perro, vale la pena mirar hacia atrás y recordar que no siempre estos compañeros fueron tratados como los miembros de la familia que muchos consideran hoy.
En la Edad Media europea, los perros ocupaban un lugar peculiar dentro del entramado social. Aunque ya entonces eran animales familiares, su presencia en la vida cotidiana respondía a lógicas muy distintas a las actuales. La idea de tener una “mascota” con fines afectivos era poco frecuente; la mayoría de los perros eran valorados por su utilidad para la caza, la vigilancia o incluso para servir como remedios improvisados ante ciertas dolencias.
Uno de los documentos más llamativos que muestra esta mirada medieval es el Libro de la caza del conde de Foix, Gaston Phébus, del siglo XIV. Allí se aconsejaba tratar al perro como un “hermano” o un “amigo” para facilitar su entrenamiento. Aunque el tono parece cercano y afectivo, el trasfondo era funcional: un perro obediente era un instrumento de caza más eficaz. Si no seguía las órdenes, el error era del adiestrador, no del animal.
El trato hacia los perros pequeños resulta aún más llamativo. Por su tamaño y su relación con las mujeres —a quienes se las asociaba con lo frágil o lo inútil en aquella época—, estos canes eran considerados inadecuados para cualquier labor. ¿Cuál era su función entonces? En algunos tratados médicos medievales, se recomendaba utilizarlos como “almohadillas térmicas vivas”: se los colocaba sobre la zona dolorida del cuerpo y se los presionaba para aliviar el malestar.
Incluso el ladrido fue objeto de control. Un texto curioso, Los Evangelios de la rueca, proponía evitar los ladridos alimentando al perro con queso asado mientras se recitaba un fragmento bíblico en latín: “In camo et freno…”, una línea que alude a atar las bocas de quienes no se acercan a Dios. Así, el control del animal pasaba también por la superstición y lo ritual.
La persecución a los perros
Durante el siglo XIX la situación de los perros en las ciudades era alarmante. Los había en gran número y se desplazaban por los caminos formando jaurías. Sus mordidas podían contagiar rabia y, por ende, fueron considerados una plaga. Las diversas administraciones municipales buscaron eliminarlos mediante métodos sumamente crueles. Por ejemplo, en Buenos Aires, a principios de 1820, una de las tareas asignadas a los presos era capturarlos y matarlos a garrotazos. En Mendoza, la respuesta no fue menos violenta: se distribuían albóndigas envenenadas —o con vidrios— entre la población de cuatro patas, causándoles muertes terribles. Otra medida consistía en alquilar lotes baldíos para realizar matanzas de perros de manera sistemática.
El inicio del cambio de conciencia
Sin embargo, hacia fines del siglo XIX comenzó a gestarse un cambio de conciencia respecto del trato hacia los animales. Fue una época de inflexión, marcada no solo por la voz poderosa de Sarmiento, que insistía en la necesidad de proteger a los animales, sino también por movimientos sociales que empezaban a cuestionar públicamente el maltrato en nombre de la civilización. Bajo su dirección nació la Sociedad Protectora de Animales, que lograría hacer promulgar una ley para su protección antes de la llegada del siglo XX.
Este despertar de sensibilidad social fue solo el primer paso de una transformación profunda que, con el tiempo, cambiaría radicalmente la relación entre los seres humanos y los animales. Lo que en el siglo XIX eran considerados plagas a eliminar, con los años se convirtió en un vínculo de afecto y protección. Los perros, una vez perseguidos y exterminados, hoy ocupan un lugar central en los hogares, considerados no solo compañeros, sino verdaderos miembros de la familia o incluso hijos.
Un cambio cultural que costó tiempo, concientización y, sobre todo, una nueva mirada sobre aquellos seres que comparten con nosotros la vida.