Una historia de tenacidad y compromiso
Daniela Aza y el desafío de construir una escuela para todos


Educar en la diversidad es una deuda urgente.
Hay historias que nos inspiran. Daniela Aza es protagonista de una de ellas. Licenciada en Comunicación por la UBA, autora, conferencista, madre, facilitadora en discapacidad y creadora de contenido, su presencia en redes sociales se ha convertido en un espacio de reflexión y transformación. Desde allí, con firmeza y sensibilidad, derriba mitos, cuestiona tabúes y abre caminos hacia una sociedad más inclusiva.
Su historia, tejida de tenacidad, convicción y amor, es prueba viva de que no hay barreras infranqueables cuando el deseo de vivir con plenitud encuentra espacios de escucha y respeto.
En esta entrevista, la convocamos para conversar sobre educación, pero no cualquier educación: hablamos de esa que se construye con empatía, con experiencia y con los ojos bien abiertos hacia el futuro. Porque pensar en una educación verdaderamente inclusiva también es, en definitiva, pensar en cómo mejorar en sociedad.
¿Cómo viviste tu paso por la escuela?
La verdad es que mi camino en la escuela fue un trayecto con idas y venidas. Muchas vueltas, ya que, por un lado, al comienzo a la institución le costó mucho comprender que debían adaptarse a mí e incluirme. Las mil excusas eran “no estamos preparados” o “tenemos que constatar que Dani pueda estar en un aula con los demás”, y entonces muchísimos informes médicos para presentar, como si se tuviera que demostrar cuán apta estaba. Las clases de gimnasia eran, por ejemplo, un espacio de exclusión, donde el profesor solía decir “pero no puede hacer nada”. Había mucha comodidad, mucha falta de predisposición para adaptar las condiciones y salir de la zona de confort. Ahí siempre estaban mis padres y mis hermanas defendiendo, y eso es algo que siempre me inculcaron: ser fuerte para defender muchas cosas que no son un privilegio, sino un derecho. La educación es eso, un derecho, y la oportunidad debe estar. Al pasar los años (hice jardín, primaria y secundaria en el mismo colegio), todo esto se fue calmando, pero siempre era una lucha encajar.
En una entrevista reciente señalaste que “la escuela aprendió conmigo”: ¿cuáles creés que fueron los aprendizajes más importantes que generó tu presencia en ese espacio?
Aunque los obstáculos persistieron, siento que la escuela aprendió muchísimo y aprendía conmigo día a día en una sociedad que era muy diferente a como la conocemos hoy. Supieron adaptarse y darse cuenta de lo que hacían mal, y corregir algunas cosas. Recuerdo muchas maestras con mucho amor y cariño que daban todo para que yo pudiera tener las mismas oportunidades cuando estaba operada o requería de acompañamiento durante los viajes. Finalmente, creo que todos aprendimos mucho porque yo aprendí a defenderme y valerme por mí misma con mi condición física y ellos mucho más sobre aceptación y diversidad. Es el día de hoy que me escriben mis docentes destacando eso en una época en que los recursos no estaban o eran limitados. No era común hablar de discapacidad y no había información. Hoy, si bien nos falta un montón, es otra la realidad, con más herramientas. Tenemos que ser capaces de tomar esos recursos que tenemos hoy para mejorar lo que tenemos en materia de inclusión. Se trata de aprender, tomar conciencia y ponerlo en práctica.
¿Sentís que hoy los docentes cuentan con las herramientas necesarias para construir una escuela inclusiva o están librados a su voluntad personal?
De ninguna manera los docentes solos pueden construir una educación inclusiva sin el apoyo y recursos del Estado, las familias y, en general, toda la comunidad educativa. Necesitamos capacitación y preparación desde los profesorados y necesitamos recursos económicos para hacer viable la educación inclusiva. Hoy sigue siendo una asignatura pendiente porque todavía estamos en una perspectiva muy separatista de “educación especial” y “educación común”, cuando deberían funcionar juntas ambas modalidades. No es una lucha ni una guerra. Es pensar en los niños que muchas veces asisten a la educación especial cuando pueden convivir con otros niños y se les niega la vacante. Es preparar el entorno en cuanto a accesibilidad, apoyos. Y pensar que, en aquellos casos más complejos, docentes de la educación especial deberían estar más integrados y participar más en la escuela común. La educación especial no debe desaparecer ni anularse, se debe transformar de la mejor manera hacia algo más dual con lo mejor de ambas. Y comprender que el alumnado puede ser tan diverso como tantas personas existen. Ser consciente de esta diversidad en el ámbito escolar es un primer paso.
¿Qué mensaje le darías a una madre o padre que hoy está buscando escuela inclusiva para su hijo?
Es importante que una mamá o papá siempre recuerde que lo que hacemos hoy es clave para el futuro de su hijo. De ahí, revisar qué alternativa u opción es mejor según el caso. Pero la prioridad siempre va a ser el bienestar del niño o niña, ya sea a través de la educación especial como la convencional. Eso es lo que debemos defender. Buscar una escuela donde no haya que “encajar” ni adaptarse. Mi consejo es luchar e insistir, aún con todas esas barreras y obstáculos que surgen. De nada sirve una vacante si ese niño estará aislado o desprotegido. Por eso es importante estar pendiente y al día de lo que sucede en la escuela.
¿Qué cambiarías ya mismo si pudieras tomar una decisión que impacte directamente en la inclusión educativa en Argentina?
Muchas cosas, pero creo que lo principal sería apuntar a la capacitación docente desde la formación en profesorados y generar políticas inclusivas destinadas a la accesibilidad, los apoyos y a construir una educación más dual que incorpore a los docentes especiales. Incentivarla también a lo largo de su camino profesional. El objetivo es que la inclusión sea algo cotidiano, que no sea una carga. Hoy muchos docentes sienten que lo es. Sin embargo, es insólito que el docente deba prepararse por separado, invirtiendo desde su bolsillo, si bien también es importante que los docentes pongan predisposición para este cambio.
Hoy sos madre: ¿qué tipo de escuela soñás para tu hijo?
Sueño una escuela donde nadie esté mal, es decir, que todos sean parte sin importar su condición o características. Donde exista convivencia y empatía. Un lugar donde Lucas quiera pertenecer porque allí pertenecen todos con sus diferencias. Las diferencias nos enriquecen y eso es lo mejor de la convivencia. Me encantaría que comparta el aula con personas diversas. Con su mamá, él va a entender desde edad temprana eso y lo va a poder contagiar a otros. Porque de la inclusión aprendemos todos.