Diplomacia internacional
Cuando Julio Argentino Roca reclamó las Malvinas

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El presidente logró pacificar la Nación y llevó el reclamo por el archipiélago a la escena diplomática internacional.
Las elecciones presidenciales de 1880 consagraron como ganador a un joven Julio Argentino Roca, que con apenas 37 años se convertía en presidente de la Nación. Pero su triunfo no fue bien recibido por todos: la facción derrotada, encabezada por Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires, decidió rebelarse contra el resultado.
En medio de la tensión, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de una movilización sin precedentes. Tal como recuerda el historiador Campobassi:
“Una gran manifestación popular, encabezada por Mitre, Sarmiento, Alberdi —que había retornado al país después de muchos años de ausencia—, Rawson, López (V.F.), Frías y Gorostiaga, llegó frente a la Casa de Gobierno, de la ciudad porteña, para pedirle a Avellaneda que mantuviera la paz (…) alrededor de 30.000 personas, integrada por argentinos y extranjeros, sin distinciones de matices políticos, clamó por la paz interna (…). Avellaneda respondió brevemente, y todos salieron, luego, al balcón de la residencia gubernativa, a saludar a la multitud, a la que el presidente de la Nación dirigió su elocuente palabra pacifista”.
Pese a los llamados al orden, Tejedor decidió levantarse en armas, pero su revuelta fue derrotada de manera estrepitosa. El acuerdo de paz incluyó su renuncia, y la provincia quedó bajo la conducción del vicegobernador José María Moreno. Finalmente, en diciembre de 1880, Roca cumplió con uno de los grandes anhelos de la organización nacional: la federalización de Buenos Aires y su designación formal como capital del país.
Con un panorama interno todavía convulsionado y una Nación en plena organización, Roca no puso el foco en las Malvinas hasta cuatro años más tarde. En 1884, exactamente 35 años después de la última protesta formal, Argentina retomó el ciclo de reclamos contra Gran Bretaña. La novedad fue el planteo de un arbitraje internacional como vía de resolución de la disputa de soberanía.
El detonante fue una publicación en la prensa porteña: el Instituto Geográfico Argentino preparaba un atlas en el que el mapa de la República Argentina incluía al archipiélago como parte del territorio nacional. Sir Edmund John Monson, embajador británico en Buenos Aires, exigió explicaciones de inmediato. La respuesta llegó de la mano de Francisco J. Ortiz, quien aclaró que el gobierno estaba delimitando sus territorios y preparando un nuevo reclamo formal sobre las islas; la existencia o no de ese mapa carecía de relevancia para el fondo del asunto.
Meses después, ante un nuevo requerimiento de Monson, Ortiz fue contundente:
“Un mapa ni quita ni otorga derechos”.
Además, le reiteró que Argentina buscaba mantener buenas relaciones con el Reino Unido, pero sin renunciar a un reclamo justo: la soberanía indiscutible de nuestro país sobre las Malvinas. De todos modos, Sir Edmund presentó una protesta formal en nombre de Gran Bretaña por la inclusión de las islas en los mapas argentinos.
La respuesta oficial argentina se formalizó el 2 de enero de 1885, junto con un memorándum en el que se enumeraban los derechos históricos del país sobre el archipiélago, con el pedido de que fuera elevado al gobierno británico. Apenas diecinueve días después, el periódico inglés “The Standard”, editado en Buenos Aires, intervino en el debate a través de un editorial. El texto hacía referencia a una supuesta cesión de las islas hecha por España a Inglaterra en 1771, un antecedente que, paradójicamente, reforzaba el reclamo argentino al reconocer el origen español de la soberanía.
La publicación generó una respuesta inmediata de intelectuales argentinos como Adolfo Saldías, y a lo largo de ese mes se sucedieron nuevos intercambios diplomáticos. Mientras Argentina insistía en la vía del arbitraje internacional, el Reino Unido se mantenía firme en su postura de que “la cuestión estaba cerrada”. Sin embargo, la historia demostraría que, lejos de estar concluido, el conflicto por la soberanía de las Malvinas seguiría vivo durante décadas.