Santos
Consulta el santoral del 15 de diciembre
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Historias de persecución, servicio a los pobres y vida eremítica se entrelazan en las vidas de los santos.
Hoy, lunes 15 de diciembre, la Iglesia católica recuerda la vida y el testimonio de San Valeriano, San Maximino, Santa María Crucificada de la Rosa y San Urbicio, junto a otros santos y beatos que forman parte de la memoria cristiana.
El Martirologio Romano destaca en esta jornada la figura de San Valeriano, obispo de Abbensa, en la África Proconsular —actual Túnez—, quien vivió uno de los episodios más duros de las persecuciones religiosas del siglo V. Ya anciano, durante la represión impulsada por el rey arriano Genserico, se negó a entregar los bienes de la Iglesia. Por esa fidelidad fue expulsado de la ciudad y condenado a vivir a la intemperie, sin que nadie pudiera acogerlo. Así, tras un largo sufrimiento, murió como confesor de la fe ortodoxa hacia el año 460.
También se recuerda hoy a Santa María Crucificada de la Rosa, una figura muy querida del siglo XIX. Nacida en Brescia, Italia, fue religiosa y enfermera, y dedicó su vida al cuidado de los más pobres y enfermos. Renunció a todos sus bienes personales para entregarlos a los necesitados y fundó el Instituto de las Esclavas de la Caridad, aprobado por el Papa Pío IX, dejando un legado profundamente ligado a la caridad y al servicio.
En algunos calendarios tradicionales, aunque no en las ediciones más recientes del Martirologio Romano, el 15 de diciembre está dedicado asimismo a San Urbicio (o San Úrbez), una de las figuras más veneradas del Alto Aragón. Según la tradición, nació en Burdeos hacia el año 702, de madre cristiana y padre gentil. Su nombre, de posible origen vasco-gascón antiguo, estaría vinculado a la idea de “Camino de Perfección”, al asociarse con las palabras oro (perfección) y bide (camino).
Quedó huérfano muy joven: su padre murió en 731 combatiendo a los musulmanes, que por entonces habían ocupado el ducado franco de Aquitania, poco antes de ser derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732). Urbicio y su madre, Asteria, fueron capturados y llevados a Al-Ándalus, a la zona de Galicia, como parte del botín salvado tras la derrota. Asteria logró recuperar la libertad y regresar a Burdeos, pero Urbicio permaneció cautivo, sirviendo con humildad y fidelidad a sus amos, mientras mantenía una profunda devoción a la Virgen María y a los Santos Niños Justo y Pastor.
Cuando finalmente fue liberado, atribuyó su libertad a la intercesión de esos mártires y decidió peregrinar a Alcalá de Henares, donde se veneraban sus reliquias. Allí comprobó el abandono y el riesgo de profanación del santuario, por lo que rescató las reliquias de los santos Justo y Pastor y las trasladó al norte, hasta Burdeos. Tras una breve estancia junto a su madre, sintió el llamado a una vida de soledad y oración y cruzó los Pirineos hacia Aragón.
Vivió durante años como pastor y ermitaño en distintas zonas del actual Sobrarbe, en cuevas y parajes agrestes, buscando el aislamiento como forma de cuidar su fe. Más tarde se estableció en la vertiente norte de la Sierra de Guara, en Nocito, donde habitó una cueva en el monte Airal. Allí fundó una ermita dedicada a la Virgen María, bajo la cual desarrolló su vida como sacerdote, anacoreta y pastor.
San Urbicio murió en ese lugar en olor de santidad y a edad avanzada, y su cuerpo fue venerado durante siglos en lo que luego sería el Santuario de San Úrbez de Serrablo. Su reliquia incorrupta fue objeto de una devoción popular intensa: durante la Edad Media y la Moderna, era sacada en procesión para pedir lluvias y protección para los campos. Sin embargo, su destino fue trágico: el 17 de octubre de 1936, durante la Guerra Civil española, el santuario fue profanado y el cuerpo incorrupto del santo fue arrastrado y quemado. En la actualidad, los pocos restos recuperados tras la incineración son los que reciben veneración en el santuario cercano a Nocito.
Entre los nombres que se recuerdan en esta fecha se encuentran San Valeriano, San Maximino de Orleans, el beato Marino de Cava de’ Tirreni, la beata María Victoria Fornari, Santa Virginia Centurione Bracelli, Santa María Crucificada de la Rosa y el beato Carlos Steeb.
El santoral católico reúne a las personas reconocidas por la Iglesia por la ejemplaridad de su vida cristiana en una fecha determinada. El Martirologio Romano es el texto que organiza y preserva la memoria de casi siete mil santos y beatos. Mientras la santidad representa el reconocimiento pleno de una vida consagrada a la fe, la beatificación constituye una etapa previa en el camino hacia la canonización.

