El costo de la exposición publica
Chicos con discapacidades: ¿Hasta dónde debemos exponerlos?

Psiquiatra

La exposición y el impacto en los chicos. el rol de los comunicadores.
El caso mediático de Ian, un niño con autismo que ha sido puesto en el centro de debates públicos sobre la "Ley de Emergencia en Discapacidad", nos obliga a reflexionar profundamente. Ian ha aparecido en programas de televisión y eventos mediáticos, siempre acompañado por su madre, en un esfuerzo por visibilizar una causa. Este caso debe levantar alarmas sobre los límites de la exposición pública de niños con discapacidades. Me pregunto: ¿hasta dónde estamos dispuestos a exponer a nuestros hijos para lograr algún beneficio? ¿Cuál es el límite? Y, más importante aún, ¿quién está pensando en su bienestar emocional?
Ian, como muchos niños con autismo, enfrenta desafíos en la comunicación y la comprensión social que lo hacen particularmente vulnerable. He leído reportes que describen cómo ha estado presente en entrevistas y eventos donde se discuten temas complejos, a menudo mostrando signos de incomodidad. Como sociedad, debemos preguntarnos si estamos priorizando sus necesidades emocionales o si estamos cayendo en la tentación de usarlos como herramientas para otros fines, ya sea para avanzar en una agenda política, obtener reconocimiento, o simplemente ganar atención mediática.
Esta situación me lleva a reflexionar sobre las posibles dinámicas familiares que podrían estar en juego, especialmente a la luz de lo observado en la nota de Paulino Rodríguez en LN+. En esa nota, se observan actitudes de la madre de Ian que generan preocupación, como la aparente influencia en las palabras y emociones de Ian durante una entrevista. Estas dinámicas sugieren un afán por exponer a Ian que podría perder de vista sus vulnerabilidades, priorizando una agenda propia, ya sea para obtener reconocimiento o visibilización. En este contexto, es crucial considerar la posibilidad del trastorno facticio impuesto a otro, antes conocido como síndrome de Munchausen por poder. Este trastorno se caracteriza por un cuidador que fabrica o exagera la enfermedad de un niño para obtener atención, simpatía o reconocimiento, a menudo como una forma de lidiar con su propio sufrimiento emocional. Sin embargo, en el caso de Ian, esta dinámica podría manifestarse no en términos de fabricar síntomas de enfermedad, sino en exponer o tomar ventaja de su condición para lograr estos fines. Las consecuencias para el niño pueden ser graves: estrés emocional y daño psicológico. Este análisis no busca acusar, sino entender las posibles motivaciones detrás de estas acciones.
En cuanto a la madre, es crucial considerar su estado emocional. Si está sufriendo, su comportamiento podría ser un reflejo de su propio dolor, no una intención de dañar. No debemos olvidar el sufrimiento de la familia; ambos, Ian y su madre, podrían beneficiarse de apoyo psicológico y psicoeducación. He visto cómo las familias, en su intento de sobrellevar sus propias luchas, pueden generar dinámicas que afectan a los más vulnerables sin darse cuenta. Proteger a Ian y a su madre requiere acción inmediata: evaluaciones psicológicas independientes, espacios de apoyo que les permitan sanar, y, si es necesario, intervención de autoridades para garantizar el bienestar de ambos.
Como sociedad, debemos ser conscientes del rol de los comunicadores. ¿Cuándo se produce una nota, se toman en cuenta estos temas? ¿Alguien piensa en el chico, o solo un punto de rating o intentar buscar hacer algún daño político es más importante? Los periodistas, los productores, y todos nosotros tenemos una responsabilidad ética de proteger a estos niños, asegurándonos de que su bienestar sea la prioridad, no un medio para otros fines.
Sin embargo, no todo es desolador. Existe esperanza. Podemos actuar con urgencia para cuidar la salud mental de estos niños y sus familias. A través de evaluaciones psicológicas, apoyo comunitario, y una mayor conciencia ética en los medios, podemos crear entornos seguros donde los niños con discapacidades puedan crecer protegidos. Ian y su madre, como muchos otros, merecen esta oportunidad. Creo firmemente en que, con compromiso y acción, podemos transformar estas situaciones de vulnerabilidad en caminos de sanación y esperanza.