Del facilismo al mérito: un cambio que urge
La receta de Finocchiaro para recuperar el prestigio de los maestros

Periodista

El exministro de Educación propone jerarquizar la tarea docente con más exigencia, formación y reconocimiento social.
Exministro de Educación de la Nación y actual diputado del PRO, Alejandro Finocchiaro no elude definiciones tajantes. En esta entrevista con Newstad, advierte que el sistema de formación docente en la Argentina está profundamente fragmentado y atravesado por intereses ideológicos. Pide restituir la autoridad pedagógica, jerarquizar la profesión y cerrar los institutos que no cumplan con estándares mínimos. “Hoy la educación necesita menos centros de militancia y más escuelas del siglo XXI”, afirma.
Un sistema desparejo, sin estándares comunes
“Tenemos más de 1.200 institutos de formación docente funcionando con niveles muy dispares de exigencia y resultados”, señala Finocchiaro, quien considera que esta falta de homogeneidad genera una grieta estructural: docentes que llegan al aula con herramientas completamente distintas, y muchas veces insuficientes.
Durante su paso por el Ministerio, intentó avanzar hacia una mayor jerarquización: “Iniciamos un proceso con evaluaciones diagnósticas y acompañamiento institucional, pero quedó pendiente la consolidación de institutos de excelencia y la creación de estándares obligatorios a nivel nacional”.
¿Qué nivel de exigencia tienen hoy los profesorados?
“En general, es bajo y mal distribuido. Algunos trabajan con seriedad, pero otros han sido cooptados por lógicas sindicales o ideológicas. Se ha reemplazado la formación académica rigurosa por consignas políticas”.
Vocación, prestigio y mérito
Uno de los mayores desafíos, sostiene Finocchiaro, es volver a atraer a los jóvenes más capaces hacia la docencia. Para lograrlo, hace falta más que marketing institucional: se necesita una transformación de fondo.
¿Cómo se puede recuperar el atractivo de la carrera docente para los jóvenes más talentosos?
“La docencia debe volver a ser una carrera prestigiosa y exigente. Para atraer a los más talentosos hay que mejorar los diseños, ofrecer una carrera profesional clara, con incentivos, y apostar a la formación de excelencia. Pero también revalorizar el rol social del docente como formador de ciudadanos”.
También plantea la urgencia de implementar un sistema profesional con incentivos, formación continua obligatoria y evaluaciones periódicas. “No se trata de castigar, sino de reconocer al buen docente y acompañar a quien necesita mejorar”.
¿Qué lugar debería tener la meritocracia en el sistema educativo?
“La meritocracia debe ser un principio rector del sistema educativo. El esfuerzo, la dedicación, el compromiso y los resultados deben ser reconocidos. Hoy muchas veces eso no ocurre. Se iguala hacia abajo por miedo a generar diferencias, cuando lo que deberíamos hacer es elevar el piso, no bajar el techo.”
Tecnología sí, pero sin perder el alma
El avance tecnológico en las aulas es bienvenido, aclara, pero no puede convertirse en el centro de la formación. “La tecnología es una herramienta. Si un docente no sabe enseñar ni tiene una mirada ética sobre su tarea, de poco sirven las herramientas digitales”.
¿Qué perfil docente necesita hoy el país?
“Formado, actualizado, con vocación y preparación ética. Hay que dejar atrás el perfil ideologizado que repite consignas políticas como si eso fuera compromiso social. Educar no es adoctrinar”.
Entre provincias, gremios y decisiones políticas
El federalismo argentino, reconoce, impone límites concretos a las reformas estructurales: la educación es responsabilidad provincial. Pero cree que aún dentro de ese marco se puede avanzar.
“La Nación puede y debe establecer estándares mínimos y monitorear su cumplimiento. Es la única forma de garantizar calidad y equidad”.
Entre las políticas prioritarias que propone figuran: establecer estándares obligatorios, reconvertir o cerrar institutos que no los cumplan, e implementar una carrera profesional docente con evaluaciones e incentivos reales.
“Hoy la educación necesita menos centros de militancia y más escuelas del siglo XXI”.
Y concluye con una autocrítica compartida:
“Ningún gobierno avanzó con fuerza en este tema porque es políticamente costoso. Implica enfrentar gremios, intereses provinciales y estructuras enquistadas. Pero sin decisión política, coraje y acuerdos transversales, la educación no va a mejorar nunca”.