Santoral
13 de septiembre: la Iglesia celebra a San Juan Crisóstomo
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Exiliado por denunciar la corrupción en Constantinopla, su voz sigue resonando como una llamada a la justicia y la fe.
Conocido con el sobrenombre de “boca de oro”, San Juan Crisóstomo pasó a la historia por su extraordinaria elocuencia para hablar de la fe. Nació en el año 349, cerca de Antioquía, y llegó a ser Patriarca de Constantinopla. Murió en el exilio tras denunciar con valentía la corrupción tanto del clero como de la corte bizantina.
El poder de la palabra
Desde joven mostró un talento excepcional para la oratoria. Su maestro, el célebre retórico Libonio, llegó a verlo como su sucesor natural y lamentó que aquel alumno prometedor eligiera la fe cristiana antes que la retórica pagana: “¡Si los cristianos no me lo hubieran robado!”, se quejaba. Y en efecto, Juan fue “robado” por la atracción hacia la Palabra de Dios, que estudió con pasión en el círculo de Diodoro, futuro obispo de Tarso. San Pablo fue uno de sus referentes predilectos, aunque toda la Biblia dejó en él una huella profunda que lo preparó para ser una de las voces más influyentes del cristianismo oriental en el siglo V.
Espíritu antes que carne
Tras una intensa experiencia eremítica –seis años en el desierto, los dos últimos en una cueva–, fue ordenado sacerdote por el obispo Fabiano. Desde el diaconado, Juan demostró una capacidad única para explicar las Escrituras al pueblo. Su vida de austeridad reforzó la fuerza de sus palabras, siempre directas y sin concesiones. Predicó el amor concreto hacia los pobres, exhortó a los monjes a practicar la caridad y a desprenderse de la riqueza, e invitó a los laicos a huir de la corrupción. Su mensaje era claro: más espacio al espíritu, menos al vientre. En un tiempo donde se buscaba en la Biblia un modelo de conducta, Juan se convirtió en un auténtico guía moral.
Un patriarca incómodo
En el año 397, con unos 50 años, fue elegido Patriarca de Constantinopla. La nueva posición le dio gran visibilidad, pero no lo apartó de su estilo frontal. Desde el púlpito, fustigó la corrupción de la nobleza y del clero, denunciando vicios e indolencias, incluso de aquellos que vestían túnica. Sus palabras se tradujeron también en acciones: destituyó a numerosos presbíteros por indignidad, incluido el obispo de Éfeso. Este rigor le ganó el afecto del pueblo, pero también la enemistad de muchos poderosos que comenzaron a conspirar en su contra.
Exilio y legado
Entre sus adversarios destacaron el Patriarca de Alejandría, Teófilo, y la emperatriz Eudoxia. En el 403, en su ausencia, se convocó un sínodo que lo condenó al exilio. Sin embargo, el clamor popular lo devolvió a Constantinopla poco después. No duró mucho: el 9 de junio de 404 fue nuevamente desterrado y comenzó una larga peregrinación forzada. Finalmente, en 407, murió en Comana Póntica durante uno de esos traslados. Con el tiempo fue reconocido como “boca de oro”, símbolo de su genio oratorio y su fidelidad a la verdad. Su legado sigue vivo en centenares de escritos que testimonian su convicción de que “en todas las cosas” se debe dar “gloria a Dios”.
Otros santos y beatos conmemorados
- San Bernardo el Peregrino
- Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos
- Beato Aurelio María Villalón Acebrón
- Beata María de Jesús López de Rivas
- San Amado de Sens
- San Amado de Sion
- San Emiliano de Valence
- Beato Claudio Dumonet
- San Julián de Ancira
- San Litorio de Tours
- San Marcelino de Cartago
- San Maurilio de Angers
- San Venerio de Tiro Maggiore