Una madre denuncia la exposición de su hija a contenidos inapropiados
“Yo pensaba que la escuela era un lugar seguro”

Periodista

Carina cuestiona cómo se aplica la ESI en el aula tras un caso que encendió la alarma entre padres en Rosario.
“Yo pensaba que controlando sus redes, eligiendo bien sus amistades, llevándolas y trayéndolas de cada salida, tenía todo cubierto. Estaba convencida de que la escuela era el lugar más seguro para mis hijas. Hasta que mi hija me mostró el texto que tenía que leer en clase de literatura.”
Carina Massarelli es madre de tres adolescentes. Dos de ellos asisten al Colegio Integral de Fisherton, en Rosario. El año pasado, uno de sus días comunes como madre dio un giro inesperado cuando su hija, de apenas trece años, le mostró una página del libro Cometierra, de Dolores Reyes, que debían leer en voz alta durante una clase.
El fragmento, al que tuvo acceso Newstad, decía:
“Chuparle la pija a Ezequiel era como un juego para mí. Pensaba en un helado mientras pasaba la lengua y se la besaba. Ezequiel me dejó jugar un rato, hasta que me agarró de los pelos y me puso de pie. Sus manos desabrocharon mi pantalón y lo bajaron bruscamente…"
“Imaginen lo que es leer esto en voz alta frente a toda una clase. Yo, como adulta, sentí pudor. ¿Qué puede sentir una chica que apenas está comenzando a entender su cuerpo?”, se pregunta Carina, todavía conmovida.
Hasta ese momento, no se había opuesto a la Educación Sexual Integral (ESI). “Yo creía y esperaba que les enseñaran cómo cuidar su cuerpo, cómo respetarse a sí mismos y a los demás, los riesgos de las enfermedades de transmisión sexual, del embarazo adolescente, del abuso. Todo eso lo hablo en casa, y pensé que la escuela iba a reforzarlo. Pero lo que vi fue algo muy distinto.”
Lo que más la indignó no fue solo el tono del fragmento, sino la naturalidad con la que se lo impuso. “Los obligaban a leerlo en voz alta. Y cuando revisé otros textos del cuatrimestre anterior, vi que había más de lo mismo: drogas, robos, femicidios, prostitución, abusos. Todo eso en literatura. ¿Con qué objetivo?”
Carina pensó que se trataba de una decisión desafortunada de una profesora en particular. Pero pronto comprendió que era institucional. Junto a un grupo de padres, pidió una reunión con el director, la vicedirectora y la profesora de Literatura. “Al principio fuimos unos diez padres. Después, salvo una mamá más, todos se bajaron. Tenían miedo de que sus hijos fueran señalados. Yo también tuve miedo, pero decidí no callarme.”
Durante la reunión, presentaron una carta solicitando que se revise la bibliografía. La respuesta llegó días más tarde, por correo electrónico: la escuela no modificaría los contenidos porque estaban alineados con el plan de estudios.
“La profesora defendía los textos diciendo que querían mostrar la realidad. Pero yo me pregunto: ¿no hay otras formas de mostrar la realidad? ¿Hay que exponer a los chicos a escenas de sexo explícito y violencia para que entiendan el mundo en el que viven?”
Presentaron también una carta de “no autorizo”, para que sus hijas no participaran de ese tipo de contenidos. No fue suficiente. “Los textos seguían apareciendo, incluso en otras materias. Además, los calificaban con esos contenidos. O los leés, o no aprobás.”
Carina siente que el relato institucional borra la voz de los padres. “En casa hablamos de estos temas sin tabúes. Incluso del aborto. Pero no desde una mirada ideológica. Yo creo que nacer con un sexo no es un detalle menor. Que el cuerpo se cuida, que el sexo implica amor, responsabilidad. Que el aborto, aunque sea legal, es un asesinato. Todo eso se puede enseñar, pero con respeto, con criterio, sin adoctrinamiento.”
Después de la reunión con la escuela, Carina llevó su reclamo al Ministerio de Educación provincial. Luego al nacional. En ambos casos, asegura, no obtuvo respuesta. “Pasó el tiempo y no pasó nada.”
Aún hoy, sigue creyendo que la educación sexual es necesaria. Pero no así. “Lo mínimo sería que los padres sepamos qué se va a enseñar. Que podamos opinar. Que se respete nuestro derecho a educar a nuestros hijos según nuestros valores. Si no están preparados para hacerlo sin ideología, entonces que lo dejen en manos de la familia.”
“No quiero que mis hijas sufran consecuencias por lo que digo. Dudo todo el tiempo. Pero también sé que, si yo como madre no levanto la voz, nadie lo va a hacer por ellas.”