SE TENÍA QUE DECIR
¿Y si nos dejan de joder?
Cuando en 2004, Marea Editorial presentó mi libro “Historia de la homosexualidad en la Argentina” a los libreros para ver qué expectativas podía tener en su venta, los comerciantes fueron categóricos: “Sáquenle la palabra ‘homosexualidad’ al título. Nadie va a andar en el subte con un libro que dice 'homosexualidad' en la tapa”. Pasaron sólo 20 años, menos que una milésima parte de un grano de arena en el reloj del mundo. Sin embargo, este mundo es otro. ¿Qué pasó en estos 20 años que lo que era motivo de vergüenza y ocultamiento hoy es nada? Pasó que la sociedad fue menos ignorante. Pasó que, como dice la canción, “esta vez el esclavo se escapó”. Tuvimos que explicar mil veces todo. Que no es una elección. Que si te pasa, lo mejor es que te pase. Que en lo que todos somos iguales, es que todos somos diferentes. Que nadie tiene derecho a decirle a los demás cómo deben vivir, a quién deben amar, cómo deben caminar por esta tierra.
“Homosexual” dejó de ser insulto, fue reemplazado por “Homofóbico”. Tengo el mínimo orgullo de haberme inscripto en una tradición de gente que mucho antes que yo luchó por el derecho a ser quien es. Esa noche que en el TVR original, pre cooptación k, con Fabián Gianola (con quien después trabajaría en la hermosa “Yiya, el musical) y Claudio Morgado (que pasó de Cablín a diputado K a presidente del INADI a imputado por estafas) esa noche, decía, cuando les dije “homofóbicos” fue una de las primeras veces que se dijo por televisión. De las marchas de orgullo de los ‘90, donde íbamos un racimo de 500 valientes (recuerdo los amigos que iban con una bolsa de papel en la cabeza para que no lo reconocieran en sus trabajos, porque Crónica TV transmitía el evento como si fuese un zoológico) se pasó a marchas multitudinarias con apoyo estatal y empresarial.
Todos querían lavar las culpas de un pasado discriminador. “Yo no marcho orgulloso por ser heterosexual”, escuchamos miles de veces. Te felicito, comete un pan. Sin victimizarnos, fueron miles de años en donde ser homosexual fue motivo de escarnio, humillación, tortura y muerte. Por eso se hacen las marchas, ¿cómo es que hay que explicarlo otra vez? Aún hoy, si tenés espíritu aventurero y querés conocer el mundo, tenés que ver si ese país al que querésconocer no te encarcela sólo por ser como sos. ¿Me quedaré por siempre con ganas de conocer Senegal o Jamaica? Es probable. Vos, que no tenés orgullo por ser heterosexual, podés ir tranquilo.
Ahora bien. Voy a seguir hablando de mí, que no sólo soy la persona que más conozco, sino que además soy apasionante. Era noviembre del 2010. Era la primera vez que marchábamos una vez conseguido el matrimonio igualitario. Como había hecho en los últimos años subí al escenario a presentar los diversos números. En las pantallas gigantes que había a cada lado del impresionante escenario que pagó el Estado, se veía el momento de meses antes, cuando el diputado Rossi leía, para terminar la exposición de la bancada de diputados del FPV del momento, el epílogo de mi libro de historia. A su lado, Néstor K, en su única aparición en el congreso como diputado, miraba con un ojito lo que Rossi leía, o sea, mi discurso. Con el otro ojito no sé lo que hacía. Mientras ese poderoso momento para mi ego estaba ocurriendo, una centena de militantes de la entonces juvenil La Cámpora, frente al palco me insultaban y me pedían que devolviera los nietos. ¿Mi pecado? Conducir un programa de espectáculos en TN. Nunca me habían insultado en público. Estaba ahí celebrando lo que, como tantos, había conseguido. Y cien tipos me insultaban. En nombre de coso. Ningún dirigente de los que estaban en el palco –que nunca antes habían aparecido por ahí- me dio una mano. Los directivos de las organizaciones LGTB me dijeron “y bueh, esto es así”. El “esto es así” significaba “jodete”. Decidí entonces no ir nunca más a la marcha, que sigue siendo el recordatorio anual de que todavía no hay mundo de rosas. O sí, pero que además de las pétalos, lucen crueles las espinas. De ahí en adelante, mientras la libertad florecía para centenas de miles de trolos en todo el país, las organizaciones lgtb se dedicaron gratamente a agradecer a sus majestades las libertades concebidas. Como si no fuese cierte que las libertades no se dan, se toman. La marcha se convirtió en un lugar para pedir reivindicación de Milagro Sala, para repudiar al FMI o para pedir por Palestina Free. “Callate, que te pudiste casar gracias a Cristina” me dicen aún hoy tipos que nunca supieron nada de la lucha y el sufrimiento de miles de ancestros putos que la pasaron muy mal a lo largo especialmente del siglo XX, cruzado por militarismo, iglesia y peronismo. Claro que no fue gracias a Cristina. No tengo ganas de volver a recordar que el voto en el congreso fue totalmente transversal. Pero es así, reescribieron la historia y una de las travestis más famosas del país se despide del programa de televisión del que la despidieron al grito de “viva los putos, viva Perón” como si no fuera un oxímoron grande como las extensiones de hectáreas de Lázaro Báez. Una vez le pregunté a José Pablo Feinman por qué en el libro cinematográfico que escribió para “Eva” (protagonizada por la ex novia de Rodríguez Sáa, Esther Goris) aparecía Paco Jamandreudiciéndole a una Eva moribunda que ella era la guía de los pobres, los miserables, los putos. Le dije que había buscado en toda la documentación posible y no encontré esa frase que después con descaro usó una organización llamada “Putos Peronistas”. Me dijo, de cuerpito gentil: “La inventé yo”. De nada importó que cuando Paco Jamandreu la llamó por teléfono una madrugada desde una comisaría (porque a los putos en la época de Perón, los llevaban presos por serlo), cuando Paco la llamó la contestación que obtuvo fue “Jódase por puto”. Había que hacer de Eva una abanderada de los putos. El mentiroso libro de Feinman se llevó el premio Cóndor de Plata 1997 al mejor guión. Para que el movimiento lgtb argentino se dejase cooptar por el peronismo y la izquierda, tuvo que fingir demencia antes cuestiones tales como que en 1946, el general Domingo Mercante, gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires, firmó un decreto por el cual no podían votar los homosexuales por “razones de indignidad”. Ese decreto existió hasta mediados de los ochenta. En 1951, una enmienda al Código Bustillo de Justicia Militar prohíbe especialmente a los homosexuales ingresar al Ejército. 1951, peronismo en su esplendor. O el reproche de Perón a Cámpora en el ‘73 “¿Qué me ha hecho Cámpora? ¡Me ha llenado el gobierno de putos y zurdos!” O ante aquellas señeras palabras de Fidel Castro: “Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permitan considerarlo un verdadero revolucionario. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista", que abrieron las puertas durante años a las UMPAs (Unidad Militar de Ayuda a la Producción), campos de concentración para homosexuales que florecieron en Cuba en los años ‘60. Como para que el simbolismo sea más claro dos países tuvieron campos de concentración para putos: la Cuba de Fidel y la Alemania de Hitler. Los extremos de la intolerancia se tocan y finalmente son lo mismo. Los comunistas y los nazis abrazados en su fobia al homosexual. Parece que no hay dictador que no tenga el culo lleno de preguntas. ¿Cómo se explican los chicos que van a la marcha de orgullo con una remera del Che? No se explica. Hay “Gays for Palestina”. Sí, gente que sueña con un lugar en el mundo al que, si irían, serían empujados por un barranco o lapidados con piedras así de grandes. Cada cual con su gusto, aunque como práctica sexual suena extrema, no? Me había jurado no volver a hablar del asunto después de tantos años. Pensé que los resultados, a 14 años de aquella reivindicación del matrimonio igualitario, eran lo suficientemente fuertes como para no tener que sacar otra vez los mismos argumentos. En el 2010 había muchísima gente asegurando que se destruiría para siempre la familia. Bueno, no pasó, listo, dejen de mover el bote que se van a caer al agua. Pero hace ya unos años que hemos visto, temerariamente en todo el mundo, que los resultados nunca están asegurados. Hoy, hasta la democracia liberal está en cuestión. El capitalismo ha tratado mucho mejor a la diversidad sexual que el socialismo. En general. El Papa –que de cuerpito gentil aseguraba que el matrimonio igualitario era parte del plan del diablo- ahora también finge demencia. Aunque con el Santo Bagre nunca se sabe si es más fingidor que demente o viceversa o las dos cualidades en grado sumo. Pontífice. La homofobia existe, es real y ha matado millones de personas a lo largo de los siglos. Por eso molesta que ante la pregunta de Diego Sehinkman, “¿Sos homofóbico?” el nuevo líder de la “nueva” derecha, Agustín Laje conteste “A mí no me gusta hablar de fobia en política”. A Laje no le gusta. Bueno, y a mí que me importa. La pregunta era bastante clara. Y si uno no es homofóbico dice “no”. No estaba hablando de política. Estaba hablando de relaciones humanas. Usted que está leyendo: ¿es homofóbico? Vio qué fácil es contestar cuando uno no lo es. La homofobia existe y mata. ¿Nadie vio “Secreto en la montaña”? Cuando se mezcla con la política, mata mucho más: los campos de concentración castristas y hitlerianos lo confirman. Laje dijo en esa misma entrevista de Sólo una vuelta más en TN (que con la habitual soberbia de los canales protooficialistas de youtube titularon “LAJE LE CERRÓ LA BOCA A PERIODISTA QUE NO PARABA DE CUESTIONARLO”, con esa imposibilidad que tienen para el diálogo) que estaba en contra de la militancia LGTB. Bueno. Yo no tengo ningún punto de contacto con la militancia LGTB de hoy, pero debo reconocer que sin esa militancia no me hubiera podido casar. Después de 26 años de convivencia, más de un heterosexual me pregunta “¿Cómo hacen?”. Es fácil, nos queremos. No tengo punto de contacto con la militancia LGTB, cooptada por dinero, favores o simples sonrisas. No tengo punto de contacto con los anti militantes LGTB que ante la simple pregunta “¿sos homofóbico?” no puede responder “no”. Me preocuparon mucho los primeros, los sufrí. Los superé. ¿Hay que volver a preocuparse? Cualquier persona que se suba al banquito de la libertad para dar clases, como Laje, ante la pregunta “¿sos homofóbico?” debe contestar: no. Si no, no te creo que hables en nombre de la libertad. Mientras tanto, miles y miles de trolos y tortas andamos por el país ejerciendo nuestra libertad. No somos mejores, no somos peores. Somos otros. Armen un ring y agárrense a trompadas.
No nos rompan más las pelotas.