Editorial
Volver a Enrique Shaw: liderar desde el ejemplo, con alma y eficiencia

Periodista y Director de Newstad

Liderazgo católico, impronta de valores y el desafío de aggiornar los valores de Enrique Shaw al empresario 2025.
Dejó la vara altísima, llenó su vida de sentido, inspiró a grandes y chicos, creó un imperio familiar, fue admirado y trabajó en silencio como los grandes, sin que se note. Enrique Shaw nos deja un enorme objetivo: ser apenas pizcas, pellizcos, diminutos discípulos del enorme sendero que trazó durante su efímero pero imborrable camino. Es ahora entonces el momento de dejar de hablar y hacer, como le gustaba a él, con eficiencia, rentabilidad, humanismo y dignidad. Pero hacer. No hacer como que hacemos. Es momento de que la predica encuentre a los empresarios haciendo.
Enrique Shaw trabajaba mucho, en distintas cosas, era hábil marino, mejor gerente y gran inversor, pero todo era un maquillaje para su único objetivo: hacer cosas para que un otro este mejor, darle dignidad, llenar la vida de sentido, llevar la palabra De Dios a donde sea, en cualquier contexto. Así entonces los que soñamos con tener una empresa, dirigirla, hacerla crecer, hacerla sustentable y verla expandirse, tenemos que tener presente la escuela de Shaw como premisa inalterable: ser líderes que transmitan valores, acompañen, empaticen, arriesguen y cumplan.
La Argentina atraviesa hoy su hora más oscura, los niveles de pobreza, indigencia y el achicamiento de la economía después de la pandemia nunca fueron tan graves. Los chicos, como vivimos en ACDE durante el encuentro anual, no entienden lo que leen y es casi un decil el que comprende, analiza y genera un texto coherente en tercer grado. Estamos en el momento de los grandes hombres, en la hora cero del resurgimiento del país y la imperiosa necesidad de empresarios dispuestos a aportar un grano de arena para que el desierto permita entender a una sociedad que los espejismos no existen, que sólo el método, el esfuerzo y el mérito permitirán atravesar y trascender.
Enrique Shaw quiso comprar un medio periodístico que terminó en una situación amenazante por cuestiones políticas, creía que la palabra periodística entonces tenía que ser un vaso comunicante para comunicar valores. Creía que había una agenda que debía ser propagada con vehemencia, desde una ética y una ambición de prédica para seguir sumando personas dispuestas a vivir la vida pensando en hacer algo por alguien. En llenar la vida de sentido. Lo dijo Franciso ante los jóvenes, “no balconeen” la vida, llenarla de hechos que nos permitan pensar que valió la pena el desvelo. A eso estamos llamados los medios de comunicación entonces.
La crisis ética del país no impactó sólo en las licitaciones a dedo o los grandes casos de corrupción. No sólo la obra pública y la construcción fueron un cartel o cártel para llenar bolsillos a costas de un estado diezmado, también nosotros, los periodistas, somos responsables del deterioro moral de la Argentina y debemos ser auto críticos. Desde un púlpito y una moralina inentendible pensamos que una mirada corporativista nos absolvería y no fue así. Es momento entonces de empresarios de medios éticos, dispuestos a ganar menos e informar más. Es mi compromiso desde Newstad.
Se puede terminar con la decadencia y la crisis socio económica. Lo lograron sociedades más acuciadas por guerras y desastres naturales, lo logró Alemania después del Versalles y nuevamente después de la capitulación de Karlshorst en 1945 tras una masacre humanitaria. Argentina sufrió un tifón interno de tinte moral, que debe abandonar para sanar, evolucionar y avanzar. No se logrará con cócteles ni discursos pomposos, se logrará con empresarios y políticos que como Enrique Shaw pongan cuerpo y alma para que la sociedad salga adelante.
Es tiempo de hombres grandes, de hombres incorruptibles, hombres que sin vergüenza promuevan la palabra de Cristo, que respeten de forma irrestricta el pensamiento diverso y que sin precio alguno generen entonces una nueva clase de empresarios que caminen por la vereda del sol sin cuestionamientos.
No hay espacio para empresarios que en nombre del sector privado, en voz alta y delante de todos, pidan reglas claras para exigir en voz baja un estado presente, pero sin que se note. Necesitamos como sociedad, hombres capaces de liderar desde una exigencia agustina de ética eudemonista donde la única forma de amar y encontrar la felicidad sea a través De Dios como norte. No como discurso ni como lugar común, mucho menos como zona de confort. Como norte y obligación primera a la hora de tomar decisiones empresarias.
Quienes creemos que se puede liderar desde una perspectiva cristiana estamos convencidos de que el éxito es el único final. La fraternidad entre empresarios católicos tiene que verse cristalizada, ACDE es cuna de enormes hombres que dan ejemplo de esto. Con errores y desaciertos, con desafíos y convencimiento personal, Newstad es parte del ideario de un país que sueña con volver a ser grande.