Outside the box
Ahhh...verdaderamente cool

Periodista

Kushner, Wintour, Pitt y un estudio global sobre la "coolness" iluminan recorridos fuera de libreto y el valor de la mirada propia.
Rachel Kushner, escritora reconocida por sus novelas literarias y crónicas culturales, regresó a la Universidad de California, Berkeley, invitada a dar un discurso de graduación. A sus 16 años, había sido una estudiante precoz y en silencio, desconectada. Ahora adulta y de pie otra vez en el campus, no asomaba el orgullo sino la punzada de una vieja incertidumbre. Pensó que su mayor aprendizaje no se había gestado dentro de una clase, sino de observar durante horas sentada en los márgenes del campus —“mi educación fue más sucia que académica”—, a un loco que gritaba "Rare!"-un personaje conocido por sus flexiones y su delirio repetitivo.
“Solo con el tiempo uno puede ver qué importó realmente de su paso por la universidad”, comenta con lucidez Kushner.
Ese verbo, mirar, se convierte en una pulsión precisa que atraviesa su relato: la atención sin filtro, cuando lo obvio distrae y en cambio lo sutil enseña mucho, hace pensar. Esa mirada aguda, que ella cree su ventaja, es una posición de poder invisible: es leer la escena cuando todos están ocupados interpretándola.
Un estudio global reproducido por The New York Times investigó qué califica a alguien como cool en distintas culturas. Detectó seis rasgos universales: extroversión, hedonismo, poder, autonomía, apertura y gusto por la aventura. Nada de calidez ni conciencia: esas cualidades son del grupo de los “buenos”. Ser cool, encontraron, implica desafiar, pero lleva consigo riesgos. Según los investigadores, perseguir ese estatus durante la adolescencia puede derivar en tensiones adultas: adicciones, vínculos frágiles, conductas extremas.
Y entonces aparece Anna Wintour, reina indiscutida de la moda y editora en jefe de Vogue durante décadas. Según The Guardian, ella fue “a la vez Enrique VIII y Thomas Cromwell”: cetro visible, pero también pulso estratégico. Organizó la moda, elevándola a patrimonio cultural con portadas desafiantes (como su primera con jeans en los 80). Sus anteojos oscuros no escondían frialdad, sino concentración: su coolness era estructura firme, no pose efímera.
Pero el caso más reciente y fascinante de coolness convertido en fenómeno cultural es Brad Pitt. Su protagónico en F1 —la película de Fórmula 1 producida por Apple y rodada en pistas reales— no solo le valió el récord de apertura en taquilla para Apple Original Films ($144 M globales) sino que lo volvió a situar como ícono de estilo a los 61 años. Pitt se entrenó al volante, rodó en Silvestone y compartió pista con Lewis Hamilton , liberado de su pasado turbulento y apadrinado por Tom Cruise en el estreno. Su nuevo look—buzzcut con traje y pañuelo verde—reinventa el glamour sin estridencias.
Pitt conjuga poder, presencia, riesgo y autenticidad: no para verse cool, sino porque ya lo es. Su figura habla de entereza, de una solidez ganada, de revisar los desafíos del pasado y conducir con certeza hacia adelante.
Volviendo a Kushner: hay algo subversivo en su afirmación de que lo poderoso no es ser cool, sino estar presente. Estar sin meta, observar sin juzgar, aprender sin plan. Mientras muchos se ocupan de la pose, los márgenes exhiben su propia forma de elegancia.
El estilo no está en ganar la atención ni el aplauso inmediato, fugaz. Está en la capacidad de mirar todo, en captar sutilezas, detalles que nos vuelven más inteligentes. Está en ese silencio sostenido que dice más que cualquier golpe de impacto.