El ajuste que mejora
UNICEF: Argentina ya tiene menos chicos pobres que con el Peronismo


A pesar del recorte, los hogares con niños empezaron a recuperar ingresos y escapar de la pobreza.
Durante años, el peronismo gobernó en nombre de los más vulnerables, pero dejó un país con niveles de pobreza infantil propios de una catástrofe humanitaria. Al finalizar 2023, más de 7 millones de niñas y niños eran pobres y más de 2,3 millones vivían en la indigencia, sin acceso a una alimentación básica. Detrás del discurso del “Estado presente”, lo que quedó fue una generación entera sumida en el abandono.
Los datos publicados por UNICEF en su último informe sobre pobreza monetaria infantil son tan contundentes como incómodos: el kirchnerismo dejó la pobreza infantil en su punto más alto desde 2001, y en los primeros meses de 2024 la cifra llegó al 67,1%. Pero la actualidad parece darnos revancha: la pobreza infantil en Argentina registró una de sus caídas más significativas en años. Así lo indica el último informe de la citada organización, titulado “Pobreza Monetaria y Privaciones vinculadas a derechos en niñas y niños”. El documento señala que la pobreza monetaria en la niñez bajó del 67,1% en el primer semestre de 2024 al 52,7% en el segundo semestre, lo que equivale a 1,7 millones de niños menos en situación de pobreza en apenas seis meses.
Este descenso representa un alivio tras una etapa marcada por fuerte inflación, recesión y ajustes fiscales. Y si bien los niveles siguen siendo elevados, la caída es la más importante desde 2019 y devuelve las cifras a niveles prepandemia. “Esta mejora reciente podría estar vinculada a la recuperación parcial de los ingresos reales en los hogares y representa una señal alentadora en un contexto todavía marcado por importantes desafíos estructurales”, señala el informe.
En términos absolutos, UNICEF estima que 6,4 millones de niñas y niños eran pobres a fines de 2024, frente a más de 8 millones registrados a mitad de ese mismo año. De ellos, 1,5 millones (12,3%) estaban en situación de indigencia, es decir, en hogares que no logran cubrir siquiera la canasta básica alimentaria. La proyección para el primer semestre de 2025 estima que esa cifra también bajaría, ubicando la pobreza infantil en el 47,8% y la pobreza extrema en el 9,6%, lo que significaría un total de 5,7 millones de niños pobres, de los cuales 1,1 millones estarían en la indigencia.
La mejora también se refleja en la llamada brecha de pobreza, que mide cuán lejos están los ingresos de los hogares pobres del umbral mínimo de subsistencia. En el segundo semestre de 2024, la brecha de pobreza total cayó al 36,5% y la de pobreza extrema al 28,4%, su valor más bajo desde 2017. Esto implica que los hogares más vulnerables no solo aumentaron sus ingresos, sino que se acercaron más al umbral mínimo de bienestar.
Sin embargo, el informe advierte que las desigualdades estructurales siguen siendo profundas. La pobreza afecta al 81% de los niños que viven en hogares con clima educativo muy bajo, y al 60% de quienes viven en hogares monoparentales liderados por una mujer. En estos últimos, la pobreza extrema trepa al 23,1%, casi el doble del promedio nacional.
También se destaca que la pobreza con trabajo no es un fenómeno exclusivo de la informalidad: el 31,1% de los niños en hogares con asalariados formales son pobres, y el 2,9% vive en la indigencia. Aun con empleo registrado, muchas familias no logran superar el umbral de la pobreza.
Las transferencias monetarias, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Prestación Alimentar y el Plan 1000 días, jugaron un rol fundamental. Según el estudio, “la tasa de pobreza extrema se habría incrementado en 10 puntos sin la presencia de las transferencias monetarias”. Es decir, más de un millón de niños evitaron caer en la indigencia gracias a estos ingresos.
UNICEF también analizó la pobreza crónica —una combinación de insuficiencia de ingresos y necesidades básicas insatisfechas— y reportó su valor más bajo desde 2016: el 12% de las niñas y niños. La proyección para 2025 es aún mejor: una baja al 10,2%, con menos de 1,2 millones de niños en esta situación persistente de exclusión.
A modo de conclusión, el informe plantea un horizonte optimista, pero con reservas: “Sin un acompañamiento sostenido desde las políticas públicas, estas mejoras podrían revertirse con rapidez”. Los datos indican que hay una oportunidad real de consolidar un descenso sostenido en la pobreza infantil, pero también que los avances siguen siendo frágiles en una Argentina aún atravesada por desigualdades.
Durante años, el discurso progresista del peronismo repitió que gobernaba “por los que menos tienen”. Sin embargo, los datos que dejó su última gestión son lapidarios: al terminar 2023, la pobreza infantil alcanzaba al 58,5% de los menores y la indigencia al 18,9%, cifras que llegaron a dispararse al 67,1% y 27,3% respectivamente en el primer semestre de 2024, justo antes del impacto de las nuevas políticas económicas. En otras palabras, dejaron más de 8 millones de niños pobres y más de 3 millones indigentes. Ningún relato puede encubrir semejante catástrofe social.
El nuevo rumbo implementado por Javier Milei, con su plan de estabilización, recorte del gasto político y sinceramiento económico, comenzó a revertir la inoperancia peronista traducida en decadencia estructural. Lejos de profundizar el ajuste sobre los más vulnerables, los primeros datos oficiales muestran una recuperación del ingreso real en los hogares más pobres y una reducción de la pobreza infantil por primera vez en años.
La herencia fue brutal, pero la corrección comenzó. El mérito del nuevo gobierno no fue generar pobreza —eso ya estaba hecho— sino haber detenido su crecimiento en tiempo récord, aun en condiciones adversas. El desafío ahora es consolidar esa mejora sin volver atrás, sin permitir que quienes hundieron a millones de niños en la miseria vuelvan a dar lecciones de justicia social desde un atril.
Porque los derechos no se proclaman, se garantizan con hechos. Y por primera vez en mucho tiempo, los datos le dan la razón a las decisiones, no al discurso.