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Una intentona torpe y sin conducción que no logró golpear a Milei

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Peronismo roto, apoyo externo y los medios en estado de shock. El Gobierno se fortalece de cara a las elecciones.
La intención estuvo, la idea era probar y medir, y si las condiciones estaban, romper el Gobierno. El objetivo estuvo cumplido y una parte de la dirigencia política, empresarial, financiera y sindical estuvo preparada para activar el golpe a Javier Milei. El daño se logró en términos mediáticos, pero el plan económico se mantuvo y el apoyo de Donald Trump dio por terminada la intentona que casi hace que Argentina vuelva a confirmar que de los errores no aprende.
Ahora los golpistas no saben bien cómo explicar que hay más reservas y el campo liquidó más de lo esperado, sumado al final del rulo que beneficiaba a unos pocos: es decir, el golpe fracasó y el Gobierno salió fortalecido con su base votante, pero sobre todo en el frente externo. El problema de querer golpear el Gobierno no es el espíritu anti democráctico o lo anti patria de buscar romper el país, sino fracasar y saber que ahora te están buscando.
El golpe se gestó mal, sin conducción ni capacidad de sostener la hostilidad que suele hacer caer los gobiernos. Lo sabe el radicalismo, esa novia que trabaja hoy para quienes la golpearon en otros tiempos. Fernando De la Rúa no cayó por una medida o un mal plan económico, fue el croquis sostenido de un plan peronista con esencialmente un Duhalde pujante los que hicieron que la democracia se interrumpa y gobierne el partido de Juan Perón desde diciembre de 2001 hasta diciembre de 2015.
Los golpes precisan conjugar factores, aunar miradas antagónicas pero que busquen el mismo desastre. Eso que saben hacer caudillos o Peronistas cuando son jóvenes y lúcidos. Allende no cayó por las políticas del cobre ni por el tipo de cambio, menos que menos por Augusto Pinochet. Sí cayó y murió por la suma del poder extranjero de la embajada y los militares, la presión social y la caída del salario, ahí lograron sangrar Santiago 42 años atrás. Lo mismo siempre en Sudamérica, planes concatenados con embajadas, empresarios, sindicatos y medios de comunicación trabajando para el desastre.
Javier Milei avisó en público y dijo en reuniones privadas que no se iba a poder torcer el rumbo económico, que el tipo de cambio se sostenía y que la acumulación de reservas no era debatible a la hora de robustecer el BCRA, ese organismo ultrajado por el último Peronismo que lo dejó con reservas negativas por 11.000.000.000 dólares, algo que Tomás Rebord no sabe qué es. Los hombres de campo liquidaron siete mil millones de dólares sin retenciones, el agro consolida su vínculo con el Gobierno.
La City recibió el golpe con beneplácito, como siempre. Bonos que se desplomaban, el riesgo país escalando a 1.500 puntos y un dólar que amagaba con volar hasta los $1.800. La lógica es rústica y similar con el paso del tiempo: cuando los inversores ven riesgo, piden más tasa. Si un bono de 100 dólares rinde el 10% y cae a 50, pasa a rendir el 20%. Ese salto refleja la desconfianza en la capacidad del país de pagar sus deudas. Y en esos días de tembladeral generado, nadie creía que la Argentina de Milei pudiera aguantar. El dólar se disparó con la excusa de que sectores políticos estaban por mover las cláusulas de acción colectiva de los bonos.
El Peronismo hoy es un perdigoneo rencoroso, desmembrado y esencialmente añejo. Cristina Kirchner soplará la vela 73 en cuatro meses y sigue siendo a juzgar por la cantidad de visitas que recibe en su celda de San Telmo, la mayor y más federal peronista hoy. Goza de popularidad chica pero potente, tal vez representa un porcentaje que orille el 15% del padrón, pero con la provincia de Buenos Aires trabajando para borrarla del mapa en las presidenciales venideras. Así, el peronismo volverá a explicar que el agua moja y que todos unidos buscarán triunfar.
Los medios de comunicación tradicionales no tardaron en confirmar por qué están cada día un poco más lejos de la sociedad. El grupo Indalo a través de figuras de cada vez más peso como Nancy Pazos, Jorge Rial y Pabla Duggan, dieron por terminado directamente el Gobierno. Ya se convocaba a asamblea legislativa, se hablaba de Juan Schiaretti y hasta se bosquejaban ministros posibles. Todo un circo psiquiátrico basado en una expresión de deseo, tal vez eso que que no generan.
Ahora bien, las redes azuzaron un golpe, los medios tradicionales hicieron la venia en su mayoría planteando días de desestabilización y tembladeral que no hubo. Sí hubo tensión, pero en ningún momento los hermanos Milei o su mesa chica pensó que podían irse o adelantar elecciones o alterar el rumbo del plan. Es decir, no hubo otra cosa que la generación de una sensacion de abismo que duró menos de 24 horas y que se evaporó con un tuit de Donald Trump, golpes y golpeadores eran los de antes.