Una ansiedad difícil de gambetear
Una elección, la misma angustia

Periodista. Publicista.

Cuando nada entusiasma y nadie convence, el desconcierto crece. ¿Y si el que llega ni siquiera habla nuestro idioma?
En el aire se percibe una sensación palpable de expectativas y nerviosismo. A medida que el momento se acerca, es común que se experimente una creciente mezcla de angustia y ansiedad que puede terminar hasta en el más oscuro desinterés.
La incertidumbre crece a medida que no encontrás ideas que reflejen a las tuyas. Porque vos sabés muy bien lo que significa no tener la certeza de quiénes serán los líderes, ni cuáles serán las ideas que se implementarán cuando llegue el momento de salir a la cancha. Y, sin dudas, todo esto puede generar una comprensible ansiedad a partir de desconocer el rumbo que tomará la cosa.
Las intensas campañas mediáticas, las encuestas fluctuantes, los apellidos que van y vienen por todos lados y los debates acalorados pueden exacerbar estas emociones, creando un ambiente de tensión constante.
Encima, está la grieta. Este tipo de elecciones a menudo sacan a relucir profundas divisiones. La confrontación de ideas y la defensa apasionada de diferentes posturas pueden generar fricciones en las relaciones personales y aumentar la sensación de fragmentación. Ver cómo las opiniones difieren entre amigos, familiares, compañeros de trabajo o incluso en las redes sociales puede intensificar esa angustia individual que seguro estás sientiendo hoy.
Es importante entender que experimentar estas emociones es una respuesta natural ante un momento trascendental. Por eso es fundamental limitar la exposición constante a las noticias y a las redes sociales. Y que los protagonistas verdaderos apuesten de una vez por el discernimiento para buscar espacios de diálogos constructivos en lugar de la confrontación.
Lo cierto es que deberías transitar este período con la mayor serenidad posible. En última instancia, momentos como éste son los que permitirán deducir si la cosa irá por derecha o por izquierda. O si los de la lista serán capaces de responder a las expectativas. Acordate: esta será, aunque no parezca, una nueva gran oportunidad para intentar alcanzar la alegría colectiva. Por eso, reconocer y gestionar tus emociones en este momento crucial, permitirá que puedas vivir el proceso de una manera más saludable y constructiva.
Te repito: es entendible la ansiedad que experimentás hoy. Porque es innegable la sensación, cada vez más extendida, de una profunda crisis de calidad y de una alarmante falta de liderazgos genuinos. Observamos con frustración cómo, en muchos momentos, la búsqueda infructuosa de un resultado ha eclipsado las ideas, y las estrategias cortoplacistas y los intereses particulares prevalecieron sobre la visión a largo plazo y los objetivos colectivos.
La malas decisiones de quienes han precedido este momento, la canallada que dejaron los que se fueron y esta desazón casi endémica generaron que un país con destino de grandeza sea lo que es hoy: un puñado de voluntades a la que se le socava la confianza. Y a la que le espera un futuro incierto por decisiones que se tomaron pensando más en el resultado y en las encuestas siempre dudosas que en las necesidades que impone la realidad. La polarización reinante, alimentada por discursos simplistas y la demonización del adversario, dificulta la construcción de consensos y la implementación de estrategias efectivas. Y, todo eso, sin un líder o un candidato que tenga un pasado que lo sostenga.
En este contexto, la falta de liderazgos inspiradores se hace aún más evidente. Se echa de menos a aquellas figuras que jugaban para la gente, capaces de trascender la coyuntura, de articular visiones convincentes y de convocar a todos en torno a proyectos ambiciosos. En lugar de protagonistas con convicción y capacidad de dirigir, a menudo encontramos figuras ensimismadas en luchas de ego, carentes de la empatía necesaria para comprender lo que quiere la gente y con una preocupante ausencia de propuestas innovadoras y transformadoras.
Esta carencia de liderazgo genera desafección y escepticismo en todos. En propios y extraños. La sensación de que "todos son iguales" o de que "nadie nos representa" erosiona la esperanza y abre la puerta a soluciones simplistas.
Sin embargo, no todo está perdido. Quién te dice, la crisis actual sea una oportunidad para repensar la forma de encarar lo que viene. Para revalorar la honestidad, para fomentar el diálogo y para que, a través de la coherencia, volvamos a revivir la historia de grandeza que puso a un país a la vanguardia del mundo. No es fácil. Sobre todo cuando ves el presente y descubrís que quienes llegan a dirigir se equivocan una y otra vez.
Pero no te preocupes, amigo brasileño. Después de todo, la elección de Carlo Ancelotti puede ser polémica, sí. Y es lógica tu ansiedad cuando ves que el Técnico que asumirá no habla tu idioma. Se entiende. Pero el fútbol seguirá siendo el mismo.
No te angusties. Y saludos de Scaloni.