Conectividad aérea récord y auge terrestre
Balance turístico 2025: conectividad, innovación y desarrollo

Referente en políticas públicas y desarrollo local
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Crecen pasajeros y rutas, cambian hábitos y destinos. El desafío: convertir el rebote en política.
El cierre de 2025 encuentra al turismo en Argentina creciendo, diversificándose y ordenando el territorio. En un contexto regional y global atravesado por tensiones económicas, el turismo volvió a demostrar su capacidad para actuar como motor de desarrollo, dinamizando economías locales, generando empleo y conectando regiones que históricamente quedaron al margen de los grandes flujos. No es una percepción ni un eslogan: es una tendencia que se replica en América Latina y el Caribe, donde el sector se consolida como una de las actividades con mayor capacidad de tracción económica y social.
En ese marco, la experiencia argentina de 2025 ofrece una lectura valiosa: cuando la conectividad mejora y los hábitos de viaje evolucionan, el turismo deja de ser un fenómeno concentrado y empieza a funcionar como herramienta estructural de integración y desarrollo. Lo que sigue no es un balance complaciente, sino una radiografía de ese proceso.
Si 2025 tuvo una buena noticia para el turismo argentino, no vino envuelta en slogans: vino en forma de conectividad. Más vuelos, más frecuencias, más rutas; y, en paralelo, más viajes terrestres, más escapadas cortas y más trayectos interprovinciales que antes se resolvían “pasando por Buenos Aires porque no quedaba otra”. El dato duro es que el turismo cerró el año con motor propio. Y el dato incómodo, porque siempre hay uno, es que ahora hay que decidir qué hacemos con eso.
En el aire, el salto es evidente. Solo para dimensionarlo: octubre de 2025 marcó un récord histórico de pasajeros en aeropuertos del país, superando marcas previas tanto en tráfico total como internacional. A esa foto se suma la película de los nuevos vuelos internacionales y la recuperación de rutas estratégicas, cuyo camino se inició allá por la gestión de Mauricio Macri y Guillermo Dietrich, con la llamada “Revolución de los Aviones”, y que, tristemente, por esas miserias de la política, se desvaneció. El incremento sostenido de plazas aéreas, la diversificación de mercados emisores y el fortalecimiento de aeropuertos del interior configuran una tendencia. Bien gestionada, esta red redefine la lógica tradicional del turismo argentino y habilita un desarrollo más equilibrado.
Ahora, la otra mitad de la historia ocurre sobre ruedas. Durante 2025 se consolidó un fenómeno silencioso pero decisivo: el turismo terrestre interprovincial. Más conexiones directas entre ciudades, mayor digitalización de la oferta y cambios en los hábitos de consumo generaron un nuevo mapa de movilidad. Corredores que antes eran marginales hoy muestran crecimientos de dos dígitos, impulsados por escapadas cortas, viajes frecuentes y una lógica de cercanía que revaloriza destinos emergentes.
Traducido: cambió la forma de viajar. Menos viaje largo único, más fragmentación del tiempo libre y más decisión de último momento. Este comportamiento no solo impacta en la demanda; obliga a los destinos a repensar productos, servicios y estrategias de promoción. Gana competitividad quien logra ser accesible, confiable y visible en entornos digitales.
Pero el cierre de año también exige mirar el tablero completo. El crecimiento de la conectividad y de los viajes internos convive con un desafío estructural: el equilibrio entre turismo receptivo y emisivo. La mayor movilidad de residentes hacia el exterior convive con la oportunidad de captar más visitantes internacionales, un punto clave para fortalecer el ingreso de divisas y maximizar el impacto económico del sector.
A este nuevo mapa de movilidad se suma un factor cada vez más decisivo: la innovación tecnológica aplicada al turismo. No se trata solo de vender pasajes o alojamientos online (eso ya es estándar), sino de cómo la tecnología está redefiniendo la experiencia del viaje y la gestión del destino. En la región, el turismo aparece crecientemente vinculado a procesos de digitalización, trazabilidad y nuevos modelos de comercialización, una tendencia que también empieza a consolidarse en la Argentina.
La conversación ya no es futurista. La tokenización de servicios turísticos abre la puerta a nuevos esquemas de reservas, fidelización y acceso a experiencias mediante activos digitales; los NFT comienzan a explorarse como certificados de experiencias únicas o beneficios asociados a destinos; y los pagos con blockchain avanzan como alternativa para simplificar transacciones internacionales, reducir costos y mejorar la transparencia. En paralelo, el uso de chatbots y asistentes inteligentes en hotelería, transporte y atención al visitante se consolida como una herramienta clave para mejorar la experiencia, brindar información en tiempo real y descomprimir tareas operativas.
Lejos de reemplazar puestos de trabajo, estas soluciones potencian el rol de los recursos humanos, permitiendo que los equipos se concentren en lo que ninguna tecnología puede suplir: la hospitalidad, la calidad del servicio y la construcción de experiencias memorables. Para los destinos que aspiran a ser competitivos, la innovación ya no es un diferencial; es parte de la infraestructura invisible que sostiene el crecimiento.
Para que el impulso turístico de 2025 no se diluya en 2026, la acción pública debe dejar de ser reactiva y pasar a ser estructural. No alcanza con celebrar más vuelos o más rutas terrestres si no hay un plan integrado de infraestructura, datos, sostenibilidad y equidad territorial detrás. Es imprescindible consolidar corredores turísticos con inversión en conectividad física y digital, potenciar destinos emergentes con productos diferenciados y trabajar en conjunto con provincias y municipios para mejorar la calidad de los servicios.
La política turística del próximo período tiene un desafío claro: convertir este buen año en una estrategia de desarrollo federal y sostenible. Si la sinergia entre sector público y privado se sostiene, 2025 dejará de ser apenas “un año que salió bien” para transformarse en un punto de inflexión. Si no, quedará como una anécdota más en una larga lista de oportunidades desaprovechadas.
Mirado en perspectiva, el desafío que deja 2025 es más profundo que un buen balance sectorial. Argentina no es solo un destino turístico: es un exportador potencial de servicios urbanos, culturales y creativos, con capacidad para competir si agrega valor, innova y gestiona con visión de largo plazo. El turismo del futuro no se sostiene solo atrayendo visitantes; exige valorizar los atractivos, invertir de manera consistente en infraestructura urbana y turística, mejorar el capital humano y entender al turismo como una política pública transversal, vinculada al desarrollo urbano, la movilidad, la cultura, la tecnología y el empleo. En ese marco, la sostenibilidad deja de ser una moda o un gesto simbólico: es una condición necesaria para sostener la competitividad del destino, cuidar los activos que generan demanda y garantizar que el crecimiento no erosione aquello que lo hace posible. La oportunidad está planteada. Convertir al turismo en una verdadera estrategia de desarrollo, innovadora, sostenible y con valor agregado, es una decisión política estratégica.
