Narcos
Triple crimen de Varela: fue una masacre narco, no un femicidio

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El relato político intenta encuadrarlo como violencia de género, pero las pruebas muestran una venganza planificada.
El triple crimen de Morena Verri, Brenda del Castillo y Lara Gutiérrez en Florencio Varela volvió a abrir un debate que, aunque legítimo, en este caso corre el riesgo de desviar la mirada de lo que realmente ocurrió. Sectores vinculados al kirchnerismo se apresuraron a catalogar la tragedia como un nuevo “femicidio”, inscribiéndolo en la narrativa de la violencia de género. Sin embargo, las pruebas, los testimonios y la brutalidad del hecho indican otra cosa: no se trató de un asesinato por ser mujeres, sino de una ejecución propia del mundo del narcotráfico.
El error de mirar con lentes equivocados
Llamar femicidio a lo que sucedió en Varela supone un reduccionismo peligroso. Un femicidio ocurre cuando el género es el motivo del asesinato: cuando una mujer es asesinada por ser mujer. Aquí, los elementos del caso muestran que la violencia ejercida sobre las víctimas tenía un propósito muy distinto: enviar un mensaje narco. La mutilación de Lara, los puntazos y la apertura del abdomen de Brenda, la fractura del cuello de Morena, exceden la violencia doméstica o de pareja. Se trató de una violencia ritualizada, utilizada por bandas criminales para marcar territorio, imponer miedo y ejecutar venganza.
El trasfondo del narcotráfico
Los investigadores coinciden en que el móvil estuvo vinculado a un ajuste de cuentas. Según la confesión inicial de una de las detenidas, una de las jóvenes habría retenido un cargamento de cocaína. En el ecosistema del narcotráfico, esa acción se paga con la vida. Y no de cualquier manera: se paga con torturas, con castigos ejemplares que advierten a los demás qué ocurre cuando alguien rompe las reglas del negocio.
Por eso las chicas fueron captadas en La Tablada, trasladadas en una camioneta con patente adulterada, y finalmente asesinadas en una casa usada como aguantadero. Nada de esto responde a patrones de violencia de género; responde a la lógica de una organización criminal que maneja recursos, logística y códigos propios.
¿Por qué no es un femicidio?
Decir que las mataron “por ser mujeres” es ignorar los hechos. El narco no distingue entre géneros cuando se trata de proteger su negocio. Si las víctimas hubieran sido varones en las mismas circunstancias, el destino habría sido idéntico. El ensañamiento, la crueldad y el ocultamiento de los cuerpos son parte de un modo de operar. No es misoginia: es narcoterrorismo.
Insistir en llamarlo femicidio diluye la discusión central: el crecimiento del narcotráfico en la provincia de Buenos Aires, la impunidad con la que se mueven bandas extranjeras y la precariedad del Estado para enfrentarlas.
La funcionalidad política del discurso
El kirchnerismo suele recurrir a la etiqueta de “femicidio” como bandera política. No es que los femicidios no existan —son una realidad lacerante en nuestro país—, sino que en este caso específico esa etiqueta es utilizada para capitalizar indignación social y desviar la atención del trasfondo: la expansión del narco en el Conurbano bajo gestiones que miraron hacia otro lado o incluso toleraron el avance de estas mafias.
Nombrar mal el crimen tiene consecuencias: impide pensar soluciones en clave de seguridad, inteligencia criminal y lucha contra el narcotráfico.
Llamar las cosas por su nombre
El triple crimen de Florencio Varela no es un episodio más en la larga lista de femicidios que sufre la Argentina. Es, antes que nada, un crimen narco. Las víctimas fueron ejecutadas en el marco de una venganza mafiosa, con una violencia que habla de códigos delictivos, no de odio de género.
Entenderlo así no significa desvalorizar la lucha contra la violencia machista, sino reconocer que estamos frente a otro problema igual de grave: el narcotráfico como actor creciente en la vida cotidiana del Conurbano. Si seguimos insistiendo en llamarlo femicidio, corremos el riesgo de invisibilizar esa amenaza.
Porque a Morena, Brenda y Lara no las mataron por ser mujeres: las mató la lógica despiadada del narcotráfico, que no perdona a nadie cuando se trata de cuidar su negocio.