La eterna damajuana
Tradición, vino y memoria: Familia Crotta

Sommelier.
Carlos Crotta dejó una manera distinta de vivir el vino. Entre damajuanas y herencias familiares, su legado nos recuerda que lo clásico también puede ser moderno, y que lo auténtico nunca pasa de moda.
En el mundo de hoy, donde todo parece evolucionar tan rápido, hay costumbres que se nos van escapando de las manos. Lo que ayer era moda, hoy ya queda casi descartado. Pero no todo queda en el olvido. Por suerte, todavía quedamos algunos audaces y costumbristas que le seguimos haciendo frente al vertiginoso mundo 3.0, y conservamos lo vintage como algo muy preciado.
Por ejemplo, los discos de vinilo. Si bien hoy muchos se remasterizan y tienen una estética más fresca, los originales conservan ese sonido crudo que algunos seguimos buscando, o simplemente queremos volver a escuchar. No sé si les pasa a ustedes, pero a mí no me molesta en lo más mínimo ser un poco anticuado: en los objetos, en el arte, en la música, en las emociones, la vestimenta, las películas, la gastronomía... o en esas damajuanas con sus etiquetas clásicas. Lo disfruto, me hace sentir bien.
Y no se trata de criticar lo moderno ni a los jóvenes de hoy, todo lo contrario, creo firmemente que podemos convivir en armonía y enriquecernos mutuamente, cada uno desde su lugar.
Dicho esto, no queremos dejar de rendirle homenaje a Carlos Crotta, empresario bodeguero mendocino, quien falleció el 14 de abril. Con apenas 22 años, tomó las riendas de la bodega familiar, continuando el legado iniciado por su abuelo y luego sostenido por su padre, Carlos Leopoldo. Con una mirada clara y estratégica, supo posicionar a Bodegas Crotta como una de las firmas más representativas del vino de mesa en la Argentina. La bodega fue pionera en el país en el uso de damajuanas, y sus vinos en ese formato se volvieron íconos de toda una época.
"La damajuana sigue teniendo un consumo fuerte en el interior del país, no así en Capital y Gran Buenos Aires", contaba el propio empresario en alguna entrevista.
MOSCATO, PIZZA Y FAINÁ
Si bien la pizza y el moscato son de tradición italiana, en Italia no se juntan. En Argentina en cambio sí, y lo hicieron por la idea de un inmigrante visionario: el fundador de nuestra bodega, a principios del siglo XX.
Fue por la década de 1930 que Don José Eduardo Crotta pensó vender por copa el vino Moscato a sus principales clientes: las pizzerías porteñas. De esta forma, quienes comían una porción de pizza a la salida del teatro o de los cines, de la avenida Corrientes. Como también a la salida de la cancha, la popular "pizza canchera" se acompañaba con un vaso de Moscato.
Se popularizó así un maridaje muy porteño: Moscato, pizza y fainá. Hoy, así como sucedió con la cultura de los bares, la Ciudad de Buenos Aires es mundialmente conocida también por su circuito de pizzerías notables donde los vinos Crotta cobran gran protagonismo.
LA CONTINUIDAD DEL LEGADO
En algunas regiones de nuestro país, todavía quedan bodegas o productores que venden sus vinos en damajuanas. Recuerdo los cuentos de algunos vecinos del interior del país que iban a rellenar las vacías a la bodega a un precio sumamente accesible. Eso es de la cultura y tradición que les hablo, de lo cercano.
Es más, algunos de los proyectos más jóvenes directamente tienen líneas de vinos modernos en esos envases. Qué alegría escuchar que todavía se conserven algunas tradiciones, ya que no está buena perderlas sino seguir incorporando nuevas sin perder las más antiguas. También, varios enólogos están utilizando los formatos damajuanas para fermentar y elaborar sus vinos.
En el formato que fuera mientras haya vino, ¡va a estar más que bien!