Cruces, fake news y guerra sucia en la antesala electoral
Todos contra todos: LLA vs PRO

Periodista.
La campaña 2025 se llena de acusaciones, noticias falsas y ataques cruzados que degradan el debate y siembran desconfianza entre los votantes.
En los últimos meses, Argentina se ha visto envuelta en una preocupante ola de desinformación que amenaza los cimientos éticos de su democracia. En un momento en que el país necesita con urgencia un debate político sólido y honesto, el espacio de La Libertad Avanza, liderado por Javier Milei, ha recurrido a la difusión de noticias falsas para atacar a sus rivales, principalmente al PRO y a figuras asociadas a este partido.
Esta estrategia, que busca deslegitimar a los adversarios mediante la manipulación y la mentira, no solo degrada el nivel del discurso público, sino que también evoca las peores prácticas de propaganda histórica, como las empleadas por Joseph Goebbels en el régimen nazi. La política argentina merece un intercambio de ideas genuino, basado en propuestas concretas y posiciones claras, no en falsedades diseñadas para manchar al rival con el único fin de conquistar un puesto de poder.
La proliferación de noticias falsas ha abarcado temas diversos, desde afirmaciones engañosas sobre la gestión cultural y educativa hasta acusaciones infundadas sobre políticas fiscales o decisiones patrimoniales. Se ha intentado pintar a los oponentes como responsables de medidas que nunca tomaron o de iniciativas que jamás propusieron, explotando la frustración de una sociedad que clama por soluciones reales a sus problemas cotidianos. En un país con una historia marcada por la lucha por la democracia y la transparencia, estas tácticas no solo son éticamente reprobables, sino también profundamente dañinas. La desinformación erosiona la confianza ciudadana en las instituciones y en los procesos democráticos, reemplazando el debate racional con un juego de narrativas sensacionalistas que buscan inflamar pasiones y polarizar a la sociedad.
El contexto electoral de 2025 ha intensificado estas prácticas. En lugar de centrarse en ofrecer soluciones a los desafíos estructurales del país, ha optado por la difamación como herramienta principal. Este enfoque no es nuevo en la política global, pero su uso sistemático por parte de los libertarios recuerda las tácticas de Goebbels, quien entendía el poder de la mentira repetida y la manipulación emocional para moldear la percepción pública. Sus principios, documentados tras la Segunda Guerra Mundial, incluían simplificar mensajes, repetir falsedades hasta que parecieran verdades y atacar a los adversarios para deshumanizarlos. Aunque el contexto histórico es completamente diferente, la estrategia de usar desinformación para polarizar y deslegitimar al otro guarda un paralelismo inquietante que debería ser una advertencia para todos.
¿No son conscientes, acaso, de que, a diferencia de la Segunda Guerra, ahora las mentiras y fake news pueden ser desarmadas en cuestión de horas o minutos? Los usuarios de X han creado una comunidad llamada “Guardianes de las noticias”, en la cual diariamente desmienten a cuentas libertarias que permanentemente difunden frases que nadie dijo o recortes de videos de muy mala calidad, en los cuales intentan instalar mentiras como verdades. La diferencia es notoria y es un búmeran que se les vuelve en contra: mientras la noticia falsa alcanza 70.000 a 150.000 visualizaciones, las desmentidas tienen 5 a 10 veces más alcance. ¿Les es útil o es un balazo en el pie que se están dando?
La política no puede ni debe reducirse a un juego de mentiras y desmentidas. La democracia argentina, que ha superado dictaduras y crisis profundas, merece un debate de ideas que ponga en el centro las necesidades reales de la gente. ¿Qué propuestas concretas tienen los partidos para mejorar el acceso a la educación en un país donde muchos menores enfrentan barreras para aprender? ¿Cómo planean apoyar a las pymes, que son el motor del empleo, en un entorno económico desafiante? Estas son las preguntas que deberían dominar la conversación electoral, no las acusaciones infundadas ni las tergiversaciones que solo buscan generar desconfianza y división.
La Libertad Avanza tiene una responsabilidad ética ineludible en este escenario. Si bien la desinformación no es exclusiva de un solo partido, la frecuencia y la intensidad con la que estas prácticas han surgido dentro de su espacio político son alarmantes. La estrategia de atacar al PRO con falsedades parece diseñada para capitalizar el descontento de un electorado cansado de promesas vacías, pero basar una campaña en la mentira es un camino peligroso. La ciudadanía merece líderes que compitan con ideas, no con engaños. Para engaños ha tenido de sobra el kirchnerismo. ¿Quieren seguir por el mismo camino? ¿También van a hablar de “sensación de inseguridad”, como tiempo atrás dijera Aníbal Fernández ante la escalada de muertos por robos?
Si los libertarios creen que el PRO ha fallado en su gestión, que lo demuestren con argumentos sólidos y datos verificables: ¿qué decisiones específicas consideran erróneas? ¿Qué alternativas proponen para mejorar la vida de los argentinos? La crítica es esencial en una democracia, pero debe ser honesta y constructiva, no un ejercicio de destrucción del otro para beneficio propio.
Esto no implica que el PRO o cualquier otro partido estén exentos de rendir cuentas. La competencia política es saludable y necesaria, y todos los actores deben ser evaluados por sus acciones y propuestas. Pero esa evaluación debe basarse en hechos, no en invenciones destinadas a manipular la percepción pública. La política debería ser un espacio de deliberación racional, donde las diferencias se resuelvan mediante el diálogo y la presentación de ideas claras, no mediante campañas de desprestigio que solo alimentan el cinismo y la polarización. La democracia se fortalece cuando los ciudadanos pueden elegir basándose en información veraz, no cuando son bombardeados con narrativas falsas que los confunden y los dividen.
Las plataformas digitales también tienen un rol ético que cumplir. Las redes sociales han amplificado la difusión de noticias falsas, permitiendo que estas alcancen a miles de personas antes de que los desmentidos puedan ganar tracción. Aunque existen iniciativas para que los usuarios reporten contenido engañoso, el daño inicial suele ser significativo. Como hemos dicho, surgen algunas iniciativas como “Guardianes de las noticias” que permiten desmentir con datos reales algunos de los fake news. Pero no basta. Se requiere, más allá del compromiso de los usuarios que alerten y desmientan, de la iniciativa de los líderes del partido para jugar limpio. Si no lo hicieran, la responsabilidad recaerá en todos los actores políticos y sociales.
La Libertad Avanza debe abandonar estas tácticas y apostar por un discurso basado en propuestas reales, que respondan a las necesidades de un país que enfrenta desafíos profundos. Argentina no puede permitirse un ciclo de desinformación que termine convirtiendo a La Libertad Avanza en un reflejo del kirchnerismo, al que tanto dicen oponerse. Si persisten en este camino de mentiras y manipulación, no solo traicionarán los valores democráticos que dicen defender, sino que se convertirán en lo mismo que critican: un espacio político más que antepone el poder a la verdad, el beneficio propio al bien común.