El estudio que sorprendió a la ciencia
¿Te dijeron que meditar era lo mejor? Probá con el Rosario

Periodista

Un estudio revela que el rosario ofrece beneficios mentales similares a la meditación, pero con algo más.
Cuando una práctica milenaria católica logra llamar la atención de los científicos del siglo XXI, conviene detenerse a mirar. Según una investigación publicada recientemente en el Journal of Religion and Health, rezar el rosario puede ofrecer beneficios para la salud mental comparables a los que otorgan hoy las apps de mindfulness o los retiros zen. Pero eso no es todo: quienes lo rezan afirman que, además de calmar, el rosario consuela, orienta, une. Y eso, difícilmente lo logre una técnica de respiración.
El estudio, coordinado por un equipo internacional de investigadores, analizó cómo impacta el rezo del rosario en la frecuencia cardíaca y el bienestar emocional de los participantes. Los resultados fueron claros: el ritmo pausado de las oraciones, la repetición y el tono contemplativo generan un estado fisiológico cercano al de la meditación profunda. Pero al mismo tiempo, hay algo más. Algo que no puede medirse sólo con sensores.
“El rosario no es una introspección”, explica el padre José María Klappenbach, “es un diálogo. No me repito a mí mismo una frase, se la digo a María, a mi Madre. La paz que da saberse escuchado es indudable”. Para este sacerdote, la comparación con la meditación tiene sentido solo hasta cierto punto: “Sí, hay una cadencia, como en un mantra. Pero el contenido cambia todo. Acá no se trata de vaciarse, sino de llenarse de sentido, de consuelo”.
En estos tiempos donde se valora la serenidad mental como un fin en sí mismo, el rosario aparece como una herramienta espiritual con un plus: conecta con una persona, no con un concepto. “Es la oración de los sencillos, de los humildes”, añade el padre Lisandro Boyle. “No necesitás títulos, ni teología. Solo un rosario, o los dedos. Es una oración que serena, sí, pero también que consuela, que acompaña el dolor, que dispone para la Eucaristía”.
Los beneficios emocionales que destacan los estudiosos tienen, entonces, un anclaje más profundo para quienes lo rezan: el rosario no solo reduce el estrés, sino que encarna una pedagogía de la esperanza. Al meditar los misterios de la vida de Cristo desde la mirada de María, quien reza no solo se calma, sino que se coloca en otra lógica: la del amor paciente, la del servicio, la de la memoria agradecida.
Y quizás ahí radique el secreto de su vigencia. Durante décadas, el rosario fue visto por algunos como una devoción pasada de moda, casi infantil. Pero algo está cambiando. “Creo que subestimarlo es cosa del pasado”, dice Klappenbach. “Cada vez más gente lo reza, y muchos jóvenes. Es como si descubrieran que ahí encuentran una fuerza nueva para enfrentar lo cotidiano”.
Para Boyle, hay además un poder espiritual que no debe soslayarse: “Es una herramienta poderosa contra el mal espíritu. Porque nos recuerda que no estamos solos. Que la Virgen, cada vez que la invocamos como Madre, sale a nuestro encuentro”. También destaca que el rosario une a toda la Iglesia, “desde los papas hasta los niños”, con esa sencilla cadencia del Ave María que millones de personas repiten cada día en todo el mundo.
El padre Facundo Quiroga también lo vive en carne propia: “El rosario es maravilloso. Trae paz, devuelve la cordura, baja las pulsaciones de la ansiedad y el miedo. Todo esto lo digo por experiencia propia. Es una letanía repetida, con lo que nos hace profundos en la contemplación de Dios. Nos saca del encierro y la autorreferencialidad”. Cuando todo empuja hacia adentro, el rosario nos recuerda que no estamos solos.
Tal vez el dato más sorprendente no esté en el estudio científico, sino en lo que ocurre en cualquier misa de barrio, cuando un grupo de señoras reza el rosario antes de que empiece la liturgia. O en las mochilas de adolescentes que llevan uno colgado entre libros. O en los hospitales, cárceles, viajes, hogares. Porque si hay algo que el rosario sigue haciendo, además de calmar el alma, es unir.
Y esa puede ser, a fin de cuentas, la mayor sanación que ofrece.