Muertes invisibles
Silencio internacional: limpieza étnica y persecución a católícos en África

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50.000 asesinatos en cinco años de católicos entre desplazamientos y abusos. La respuesta global, escasa y dudosa.
La agenda woke progresista cala hondo en todo el mundo. Los catadores de exterminio se concentran en oriente medio y Gaza, pero prefieren evitar nombrar una matanza indiscriminada en Africa y otros lugares del mundo a los católicos. Violaciones, limpieza étnica, sacerdotes asesinados y aldeas quemadas por islamistas, eso pasa hoy mientras el progresismo globalista habla de los muertos cuando le conviene.
Un Holocausto en silencio, una caza de brujas como en otros siglos, donde el que reza otro credo se lo quema vivo o viola. Eso está pasando hoy en Nigeria. Una agenda progresista que invisibiliza y que nadie quiere recoger en Argentina y buena parte del mundo. El país más poblado del continente africano atraviesa una de las crisis humanitarias más graves y menos visibilizadas. En los últimos cinco años, más de 50.000 personas fueron asesinadas en episodios de violencia étnica y religiosa, y los católicos se han convertido en uno de los principales blancos de ataques, desplazamientos y abusos.
La persecución se concentra en los estados del centro y norte, donde poblados de agricultores indígenas católicos son atacadas por grupos armados islamistas y pastores Fulani, que son esencialmente musulmanes. Los testimonios y denuncias hablan de asesinatos masivos, violaciones, secuestros y la quema sistemática de pueblos enteros, con la mirada puesta en las iglesias. Desde 2009 cuando Boko Haram quiso convertir al país al islamismo, la violencia nunca paró.
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En el estado de Benue, más de quince parroquias tuvieron que cerrar sus puertas por la inseguridad, y millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares para vivir en campamentos de desplazados sin acceso a servicios básicos. El clero también se ha convertido en un objetivo: decenas de sacerdotes fueron secuestrados y varios asesinados, lo que busca debilitar la vida comunitaria y religiosa de los católicos. La iglesia vaticana advirtió, la comunidad internacional calla.
El caso nigeriano es parte de un fenómeno global de persecución religiosa que afecta a más de 360 millones de cristianos en todo el mundo, según el Pew Research Center. La situación es particularmente grave en África subsahariana, Medio Oriente y Asia. En la República Islámica Pakistán, los vecinos de Afganistán, todavía se aplican las “leyes de blasfemia”, que llevan a sentencias de muerte contra cristianos; en China, el régimen reprime a la Iglesia católica no registrada; y en India aumentaron los ataques de grupos radicales hindúes contra minorías religiosas. El caso de Nigeria es el más sintomático de persecución y violencia.
La comunidad internacional observa con distancia. La ONU ha emitido condenas y advertencias sobre violaciones sistemáticas de derechos humanos, pero el Consejo de Seguridad no ha impulsado sanciones ni un plan concreto de protección. Human Rights Watch y Amnistía Internacional documentaron ataques de pastores Fulani y de Boko Haram contra comunidades cristianas, denunciando la impunidad y la falta de acción del Estado nigeriano. Sin embargo, sus informes no se tradujeron en medidas efectivas. Para los obispos católicos, no se trata de simples conflictos agrarios, sino de un plan sistemático de expulsión de comunidades cristianas de sus tierras ancestrales. “Esto es limpieza étnica”, advirtió un obispo de Makurdi al describir la magnitud de la violencia.
La combinación de asesinatos masivos, desplazamientos forzados, destrucción de iglesias y cierre de parroquias muestra un patrón que excede la violencia incidental. Lo que ocurre en Nigeria tiene las características de una persecución religiosa con tintes de limpieza étnica. Frente a esta tragedia, el silencio internacional se vuelve cómplice. El desafío de la ONU, la Unión Africana y los organismos de derechos humanos es pasar de las declaraciones a la acción, para proteger a millones de personas que hoy sufren en carne propia la indiferencia del mundo.