Descubrió a los 17 que era fruto de un vientre en alquiler
“Yo soy la herida que nadie quiso ver”

Periodista

Olivia Maurel, nacida por subrogación, habló con Newstad sobre su verdad, su dolor y su lucha por abolir esta práctica.
Olivia Maurel nació en 1991 en Louisville, Kentucky, pero creció en la Riviera Francesa. Desde chica, algo no encajaba. Tenía una familia que la cuidaba, estabilidad económica, vacaciones, colegio privado. Pero había un hueco que no se llenaba. Un silencio denso, un presentimiento sin nombre: “¿De dónde vengo realmente?”.
A los 17 años, una noche cualquiera, ese vacío tomó forma. “Abrí la laptop y, sin saber bien por qué, busqué en Google ‘agencias de adopción en Louisville’. En cambio, encontré agencias de subrogación”, contó Olivia en diálogo con Newstad. “Recuerdo el momento exacto en que la palabra surrogacy se me clavó en el pecho. No sabía explicarlo, pero supe que eso era yo. Me quedé toda la noche leyendo, llorando en silencio, armando un rompecabezas que no sabía que existía.”

Aquella revelación no trajo consuelo. Trajo un dolor nuevo, pero con nombre. “Mi cuerpo, mi alma ya lo sabían. Nadie me lo había dicho. Pero yo ya lo sentía.” No fue sino hasta los 30 años, gracias a un test de ADN que le regaló su suegra, que Olivia encontró pruebas: un primo desconocido, medios hermanos, y finalmente un mensaje de su madre gestante por Facebook. “Fue abrumador. Surreal. Como ver abrirse la tierra bajo tus pies después de años de estar quieta.”
Pero para ella, el verdadero punto de quiebre ocurrió aquella noche, sola frente a la pantalla. “Ese momento me cambió para siempre. No curó el dolor, pero le dio dirección. Y con el tiempo, propósito.”
En septiembre de 2023, Olivia decidió romper el silencio y convertirse en activista por la abolición de la gestación subrogada. Desde entonces, no volvió a hablar con sus padres legales. “No hubo diálogo. No hubo intento de sanar. Nada. Fue doloroso, pero no me arrepiento. Sabía que mi verdad iba a tener un precio. Y lo pagué. Elegí dejar de proteger una paz frágil basada en el silencio, para hablar no solo por mí, sino por todos los hijos nacidos como yo que todavía no encuentran las palabras.”
Olivia no guarda odio, pero sí un amor triste. “Contar la verdad, incluso cuando duele, también es una forma de amor.”

Cuando le preguntamos qué le diría a una mujer que está considerando alquilar su vientre por dinero, su respuesta fue profunda y directa:
“Le tomaría las manos, la miraría a los ojos y le diría: ‘Por favor, no lo hagas. No por nadie. No por ningún monto’. Sé lo que es la pobreza. Sé cómo tu realidad puede torcer tu percepción. Pero esto no te va a dejar entera.
Yo soy la hija de una mujer que tomó esa decisión. Crecí en un vientre al que le dijeron: ‘Este hijo no será tuyo’.
Y eso importa. Esa conexión no es imaginaria. Es todo.”
“Cuando una mujer renta su vientre no da solo nueve meses. Da una parte de sí que no se puede recuperar. Aprende a amar desde el cuerpo, y luego le piden que se vaya como si nada hubiera pasado.
Pero sí pasa. Siempre pasa.
El hijo no olvida.
Incluso si nadie se lo dice. Incluso si es amado. Lleva esa herida. Yo la llevo.”
“Tu cuerpo no es un servicio. Tu útero no es una estrategia de supervivencia. No sos un recipiente.
No dejes que te convenzan de que esto es empoderamiento.
No lo es. Es borrarte.
Yo soy la prueba viviente de que lo que parece una solución puede ser una condena silenciosa: para vos, y para el hijo.”
“Merecés dignidad. Merecés opciones que no te pidan desaparecer. Elegí la vida. Pero empezá por la tuya.”
Entre tantos mensajes que recibió en estos años, uno la marcó para siempre. “Fue una mujer que pensaba ser madre subrogada. Me escribió tras leer mi historia. Me dijo: ‘Lloré toda la noche. Nunca había pensado en lo que significaba esto para el bebé. Vos me diste una perspectiva que jamás había escuchado. Decidí no seguir adelante’. Ese mensaje me rompió y me sanó a la vez.”
“Durante años sentí que hablaba al vacío. Que nadie quería escuchar. Pero esa mujer fue la prueba de que sí importa. Que una sola voz, una sola verdad, puede cambiar un camino y tal vez salvar a un niño de la misma herida que yo cargo.”