La fuerza silenciosa de lo que fuimos
Nostalgia de 8 a 24

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Una reflexión íntima y lúcida sobre la nostalgia como refugio, impulso creativo y espejo de la vida.
La primera sensación que sentí más o menos cercana a la nostalgia la tuve a los diez años. Cortina y Camarones, Villa Luro, 1980. Nos mudábamos a Villa del Parque, a menos de treinta cuadras. Y a pesar de esa corta distancia entre el pasado y el futuro, yo percibía que mis amigos y mis vivencias iban a quedar varados del otro lado del planeta. Es probable que a partir de ese momento haya empezado a forjar una manera de entender la vida. Desde ese instante, imperceptible pero también contundente, empecé a dividir la existencia entre este momento que acaba de pasar y lo que viene. Entre el pasado y el futuro.
Después llegó la primera novia, la de la secundaria, el primer gol en el triangulito de Irigoyen y Juan B. Justo, el primer desengaño y hasta el primer auto. Lo cierto es que el tiempo pasaba y siempre, vaya uno a saber por qué extraño designio, extrañaba lo que dejaba de ser presente. Me vienen ahora a la cabeza los temores que me asaltaban casi en el mismo momento en que vivía algo que seguramente iba a transformarse en recuerdo. Un boludo.
Según leí alguna vez, Mario Benedetti tenía la teoría de que “cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino que llora por todas las cosas que no lloró en su debido momento”. Coincido. Ahora, más allá de definiciones poéticas y sensibles, la nostalgia se traduce en un sentimiento que nos invita a mirar hacia adentro, a explorar las profundidades de nuestras emociones y a reconocer la belleza en lo agridulce. Es un recordatorio de la fragilidad y la riqueza de la existencia, un eco de la búsqueda del significado de aquellas cosas que nos rodean, pero que también pueden esfumarse en cualquier momento. La nostalgia es más el deseo de recordar y apreciar el pasado que el de volver a él de forma literal.
Antes de continuar con esta humilde defensa de la nostalgia, es importante diferenciarla de la melancolía o la depresión. Mientras que esta última es una condición que requiere atención médica, la nostalgia puede ser vista como una faceta más de la compleja gama de emociones humanas. Puede incluso ser un motor para la creatividad, la filosofía y el arte, invitando a la reflexión sobre la vida, la muerte y el propósito de cada uno de nuestros pasos. Muchos de los grandes logros artísticos y filosóficos de este mundo han surgido de mentes que han conocido y hasta disfrutado de la nostalgia.
Podríamos decir también que es un estado de ánimo medianamente profundo, por lo general teñido de cierta tristeza. No de una tristeza pasajera, sino de una disposición a la reflexión más duradera, más sólida. Más real. Quien experimenta la nostalgia siente una profunda añoranza por algo indefinido, una sensación de pérdida, un interminable vacío existencial que se manifiesta en una quietud reflexiva y hasta en una fascinación por el pasado o por lo efímero. Si queremos ser más simples, como sugerimos más arriba, es una mezcla de alegría por los recuerdos, más una ligera tristeza por no poder revivirlos.
A menudo, el nostálgico se retira hacia su mundo interior, encontrando en la soledad un espacio para la contemplación y la introspección. Sepan que la nostalgia no deberá ser una tristeza ruidosa o desesperada, sino una pena silenciosa. Y, algo muy importante, deberá ser unipersonal. No se puede experimentar la nostalgia de a dos. A lo sumo se podrán unir dos nostalgias independientes, pero nunca sufrirlas en tándem.
Ante aquellos que no entienden, o le temen, o están en contra de este sentimiento revelador, sepan que la nostalgia no es otra cosa que una defensa a ultranza de todo lo que fuimos y de todo lo que nos hizo felices. Si sentiste alguna vez, como quien escribe, la indudable presencia de Dios en las manos de mamá, no se puede más que disfrutar de esa nostalgia, hija de la ausencia.
En un mundo que a menudo glorifica la felicidad constante, la productividad incesante, los aguinaldos y el optimismo sin fisuras, la nostalgia suele ser relegada al rincón de las emociones indeseadas. Se la confunde con la tristeza banal, con la depresión incapacitante, la simple amargura y hasta con el bostezo de una cama deshecha.
Es hora de ofrecer un elogio a la nostalgia, de reconocerla no como una debilidad, sino como una fuerza sutil, una musa silenciosa y una vía hacia una comprensión más profunda de nuestra existencia. Porque, hay que decirlo, la nostalgia no es el vacío, sino que es un vacío fértil que nos invita a la introspección. Y desde allí, nos lleva a contemplar la vida con los ojos húmedos de recuerdos.
Decíamos más arriba que el nostálgico experimenta una emoción que actúa como disparador creativo, transformando la añoranza, la pérdida o el vacío en expresión artística. La literatura que nace de la nostalgia llega para explorar las complejidades del alma humana con una honestidad brutal y una belleza lírica. La pintura de nostálgicas pinceladas, a veces grises, captura la esencia de la quietud y la belleza agridulce de la existencia. Y la música, por último, me permite perpetuar un humilde párrafo a favor de este sentimiento tan revelador y prolífico.
La música nostálgica es la herramienta que nos transporta y nos permite sentir la universalidad del olvido. Nos lleva a visitar los recuerdos y los acaricia en el lomo. Suave y tímidamente. La música debidamente nostálgica nos ofrece la distancia emocional necesaria para procesar experiencias, destilar emociones y transformar el sufrimiento en algo bello y significativo. Por eso, la cumbia, el rap y ese muchacho llamado L-Gante no existirían si fuera por la nostalgia. Y no me digan que esa no es una razón suficiente para venerarla.
El niño que extrañaba las calles de Villa Luro desde la corta distancia que proponía Villa del Parque fue creciendo. Se enamoró varias veces, se casó y descubrió lo mejor del futuro en sus hijas. Sin embargo, en su mente, un espejo retrovisor se empeña en demostrarle cada día que los recuerdos están ahí. Al alcance de la mano. Aunque ahora, mientras leés estas líneas que ya son mi pasado, la nostalgia me atrapa nuevamente y me envuelve en el recuerdo de ese niño con asombro que vos también fuiste.
Hasta la próxima. Un tema de José José me está esperando.