Elecciones
Milei supera su primera prueba electoral

Dirigente liberal
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El oficialismo capitalizó la figura presidencial y convirtió la elección en un plebiscito de gestión.
Sin sobresaltos y en el debut de la Boleta Única Papel, La Libertad Avanza logró consolidar un triunfo contundente en todo el país y quebrar el destino de derrota que en los últimos días se instaló en gran parte de la opinión pública. Incluso los más optimistas del bunker libertario descontaban una victoria del peronismo en la provincia de Buenos Aires. El caso Spagnuolo primero, seguido al batacazo del oficialismo bonaerense, sumado a la disputa por la candidatura de Espert parecían ser puntos de inflexión en la comunicación del gobierno que funcionaba -hasta el momento- como un engranaje casi perfecto.
El gobierno parecía finalmente perder la pelea comunicacional y se enfrentaba ante la primera crisis de alto impacto, que había llevado incluso a precipitar la renuncia de dos ministros, en el medio del anuncio de un masivo respaldo de Estados Unidos a la gestión libertaria, que levantó la temperatura de la discusión política.
Mientras tanto, en el laboratorio libertario veían como la caída de Espert y su posterior renuncia no se traducía en una merma significativa en el caudal de votos libertario, sino todo lo contrario.
A un mes de haber perdido una elección que puso en jaque a los principales voceros del gobierno, el oficialismo pudo plantear una estrategia discreta, cuyos efectos reales eran casi imperceptible por momentos, pero que le permitía pasar por debajo del radar, sin tener que dar muchas explicaciones por las polémicas. La consigna “La Libertad Avanza o la Argentina retrocede” y el Presidente poniendo la cara en primera persona en todos los afiches y medios -jugada arriesgada para un mandatario- surtió efecto, y Santiago Caputo, el cerebro detrás de la victoria ganó una nueva batalla electoral: primero la interna, donde demostró que su manual disruptivo, y a veces hasta incomprendido, es capaz de ganar elecciones, aun en contextos adversos, y que una comunicación ordenada y prolija, que priorice la comunicación de hechos y una línea discursiva uniforme, bien pensada y coherente, que pueda ser fácilmente replicable en todo el país, le gana -una vez más- a cualquier manual de teoría política convencional (como el del peronismo, o el de Sebastián Pareja). La segunda batalla: la electoral. Karina armó las listas, pero Santiago armó la estrategia, y esa estrategia fue la que finalmente se impuso.
Milei decidió plebiscitar sus dos primeros años de gestión y -con todo lo que eso conlleva- ponerse al frente de la campaña. En todo el país, desde el último candidato a concejal hasta el candidato a gobernador, votar la lista de LLA era votar al mismísimo Milei.
El gobierno tiene ahora hasta el 2027 el camino relativamente allanado: el contundente respaldo del FMI, la mayoría legislativa, el poder de negociación con gobernadores (muy golpeados en esta última elección) y a sus principales cuadros políticos ubicados en lugares relevantes de discusión política, le facilitarán a Milei terminar su mandato de una manera cómoda, que le permitirá sacar leyes cruciales (Presupuesto, Ley Bases II y aprobar decretos necesarios).
Del lado del peronismo, el gran perdedor de la noche fue el gobernador Axel Kiciloff, que no logró imponer una agenda provincial por sobre los oficialismos locales, que ya habiendo ganado, se retiraron de la disputa territorial. Con una Cristina bailando en el balcón de San José 1111, festejando quizás que el tiempo le demostró que el desdoblamiento y los intentos por despegarse de ella lo llevarían inevitablemente a la derrota le dio la centralidad de la conducción del peronismo. Pero hoy el peronismo se enfrenta a un desafío mayor: ya no es el de derrotar a Milei, sino el de encontrar a alguien que sea capaz de encausar la feroz interna del PJ, que logre aglutinar a todos los espacios, que tenga la suficiente autonomía y autoridad para plantarse y ganarle a Milei.
