Cuando el mercado habla
Vino, marketing y selfies

Sommelier.

Mientras caen las ventas y suben los precios, el mito del "vino simple para todos" sigue intacto como un discurso dominante del sector. ¿Qué estamos comunicando? ¿A quién le hablamos? ¿Y quién se anima a decir lo que no conviene decir?
No me considero un influencer, mucho menos un referente. Soy simplemente un curioso, apasionado y consumidor de vinos y bebidas. Me gusta todo lo que rodea al vino: su gente, sus historias y sus lugares. Me interesa su impacto cultural y también su costado social. Disfruto de los datos, las curiosidades y todo lo que tenga que ver con esta bebida milenaria. También pienso que está bueno beber vino sin tantas pretensiones, sin buscarle la vuelta a esas notas de cata y ni tener que decir nada, solo disfrutarlo y punto.
Entonces, cuando uno reflexiona sobre ciertos temas, resulta casi inevitable entrar en el terreno de la opinión, no como una crítica, sino como una mirada personal, en este caso la mía, sobre lo que está pasando.
Escribo desde un lugar sincero, transparente. No pretendo influir ni imponer pensamientos. A veces me puedo equivocar, otras veces tal vez no estén de acuerdo conmigo, y está bien. Son las reglas del juego. Muchas veces cuesta aceptarlas, pero así funciona el mercado y la vida misma.
El vino no es difícil, ¿o sí?
Cada vez se repite más esa frase de que "el vino es sencillo y lo complicado es cómo se comunica". La verdad, ya me está cansando. Se ha convertido en una frase hecha, usada hasta más no poder como herramienta de marketing.
El vino es vino. Y cada quien le pone su impronta como puede o como mejor le conviene. Pero creo que estamos perdiendo de vista lo importante: el consumo viene cayendo, y los precios están por las nubes. Eso es una realidad.
¿Qué está pasando con los precios?
Quiero abrir el juego e invitar a reflexionar:
¿Por qué los precios de los vinos subieron tanto en los últimos años? Todos veíamos que la gente dejaba de comprar, pero aun así los precios seguían subiendo sin parar.
Acá hablamos sin pelos en la lengua. Muchos de los que dicen que el problema es la forma en que se comunica el vino, son los mismos que después se sacan fotos con las bodegas de moda, posan como celebridades y toman vinos de $100.000. El resultado es evidente: se fue perdiendo cada vez más la credibilidad y, al mismo tiempo, todos quieren formar parte.
No quiero generalizar. Por supuesto que hay excepciones, y es importante reconocerlas. Pero todos sabemos que esta es una industria que, como muchas otras, puede ser fácilmente corrompida. Lamentablemente, ese mismo patrón se repite en muchos otros aspectos de la vida, tanto en lo personal como en lo profesional.
Dos caras de la moneda
No se trata de señalar ni de sacrificar a quienes actúan de cierta manera. Cada uno hace su camino. Pero sí creo que es importante mostrar las dos caras de la moneda. La transparencia, el respeto y la tolerancia deberían guiar nuestros debates. Es fácil tener vender un producto/imagen novedosa y, cuando se vuelve viral, caer en la trampa del lugar común.
En un mundo ideal, la participación ciudadana es la que genera los verdaderos cambios. Y para eso es clave que la industria y el consumidor se escuchen, se entiendan y trabajen juntos. Tal es el caso de los consumidores jóvenes que cada vez están más lejos que cerca.
La buena leche, también se sirve en copa
Hay que destacar y agradecer a la gente que actúa con buena leche. A quienes construyen en vez de destruir. A los que investigan, preguntan y se animan a abrir debates sanos.
No buscamos parcialidad, buscamos integridad colectiva. Eso es lo que puede transformar las realidades. Ejemplo: criticar una política pública no es solo decir que está mal, sino entender por qué, desde qué valores, y qué alternativa sería mejor. Pero, al final, ¿Qué es mejor o peor? ¿Y para quién lo es verdaderamente?
¡Chin Chin!