Historias de abuso
Las amantes adolescentes de Perón

Historiadora.

Perón tuvo dos amantes menores, por una de ellas enfrentó un juicio por estupro.
Siendo un gran cultor a la historia de cuño mitrista, Juan Domingo Perón aprovechó su estadía en Mendoza -a principios de los años 40’- para adentrarse en el conocimiento sobre San Martín. Así conoció a María Cecilia Yurbel Peña, durante la inauguración en Mendoza de la filial del Instituto Nacional Sanmartiniano.
Con 17 años, Yurbel no era considerada menor de edad por las leyes de entonces, aún así Perón solía presentarla como su “hija”, su “sobrina” o su “ahijada”, aunque entre los íntimos la llamaba “Piraña”. No se sabe el motivo exacto por el que recibió dicho apodo y las especulaciones incluyen el hecho de supuestamente marcaba a Juan Domingo con sus dientes.
La relación duró más de tres años. En 1944 al producirse el terremoto de San Juan, María Cecilia regresó a Cuyo para asistir a muchos de sus parientes que vivían en la provincia. Según Araceli Bellotta quien relata esta historia en “Las mujeres de Perón”, cuando la mendocina volvió a Buenos Aires, Evita ya estaba instalada en el departamento de Perón y le prohibió verlo, además de echarla. María Cecilia no volvió a ver a Perón. Regresó a Mendoza donde se casó y tuvo un hijo. Falleció en 1989 a los 65 años.

Pero esta no sería la única relación de Perón con adolescentes. En agosto de 1953, Nélida Haydeé Rivas, conocida como Nelly, una niña de 14 años de origen humilde, lo conoció. Entonces él era presidente de Argentina y tenía de 58 años. El encuentro ocurrió en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación juvenil creada por el gobierno peronista en la quinta de Olivos. Nelly, hija de un obrero y una portera, ambos fervientes peronistas, describió su primer cara a cara con Perón: “Quedé muda. Sentí que un escalofrío me corría por todo el cuerpo. Empecé a temblar como una hoja (…) Yo había quedado estupefacta ante su sencillez y cordialidad. También era muy buen mozo”. Este momento marcó el inicio de una relación que, según Nelly, evolucionó de un vínculo paternal a uno sentimental: “Durante los primeros días, las relaciones entre Perón y yo se mantuvieron en el plano de padre e hija. De pronto, sin darnos siquiera cuenta cómo, la atracción mutua nos venció”.
Según sus testimonios, atraída por el carisma de Perón, comenzó a frecuentar las actividades de la UES. Pronto, su cercanía con el presidente la llevó a mudarse al Palacio Unzué, la residencia presidencial, bajo el pretexto de cuidar a los caniches de Perón, “Monito” y “Tinolita”. “Con este argumento vencí la resistencia de mi padre”, explicó. La relación se hizo pública en eventos como el Festival Cinematográfico de Mar del Plata en 1954, donde Nelly lució vestidos de Evita Perón, seleccionados por el propio presidente.

Perón era para Nelly el pasaje a una vida mejor, desde un origen precario: “Ir y estar en la UES de Olivos era para mí como estar en el cielo. Nosotros, mis padres y yo, vivíamos en una portería que solo constaba de un dormitorio, baño, cocina y lavadero. Mi madre era la portera que fregaba desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche (...). Mi padre trabajaba en la fábrica de chocolates Noel. (...) Por eso un día que me tocó sentarme al lado del Presidente durante el almuerzo, le conté nuestro problema de vivienda y le pedí una casa de esas que facilitaba la Ayuda Social Eva Perón.”
La relación desató una fuerte controversia. Los antiperonistas la utilizaron para atacar al presidente, especialmente tras el golpe de la “Revolución Libertadora” en septiembre de 1955, que derrocó a Perón. Los peronistas, en cambio, optaron por el silencio o una aprobación con reservas, algo que aún sigue sucediendo.
Tras el derrocamiento de Perón, Nelly y su familia enfrentaron duras persecuciones por la dictadura militar de Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas. Cartas de Perón a Nelly, interceptadas y publicadas, intensificaron el escándalo. En una de ellas, Perón escribió: “Querida nenita, lo que más extraño es a vos y a los perros”. Nelly fue internada en el Asilo San José, una institución para prostitutas, donde permaneció 218 días y su salud se deterioró gravemente. Sus padres fueron encarcelados y juzgados por complicidad en un proceso por estupro contra Perón. Aunque absueltos en 1960, una apelación los condenó a tres años de prisión, pero lograron evadir la cárcel hasta que la pena prescribió en 1965.
Perón, exiliado, negó cualquier transgresión moral. En Venezuela, declaró: “Esa señorita era una niña que concurría a la UES. Es una criatura, y como hombre no pude ver en ella más que una nena. Por mi edad y experiencia, no transgredí códigos morales”. Nelly, por su parte, sufrió el peso del escarnio público. En 1958, se casó con otro hombre, tuvo dos hijos y rehízo su vida. En diciembre de 1973, ya con Perón nuevamente en la presidencia, se reencontraron en un emotivo encuentro donde ambos lloraron. “Ésta es la última vez que nos vemos”, le dijo Perón. Murió en 1974, y Nelly en 2012, a los 73 años, lejos de la política.
La relación de Juan Domingo Perón con una adolescente de 14 años no puede justificarse como un romance o un producto de su tiempo. Perón, de 58 años y presidente de Argentina, ejerció un abuso de poder al involucrarse sentimentalmente con una menor vulnerable, aprovechando su autoridad, carisma y la admiración que inspiraba en una joven de origen humilde, a quién colmó de regalos. Este episodio no es solo un escándalo personal, sino una muestra de la decadencia ética de un hombre que, desde el poder, traicionó la confianza de una niña y de toda una nación.