Un Papa entre dos Américas
La elección de León XIV: entre la continuidad y la renovación

Periodista

Elegido el 8 de mayo, el nuevo Papa combina raíces latinoamericanas, origen estadounidense y un fuerte compromiso con los pobres y la justicia social.
La elección de León XIV como nuevo Papa no es un giro inesperado, sino la confirmación de un camino que ya se había empezado a trazar. Su elección representa, ante todo, el primer gran legado del Papa Francisco: la continuidad. León XIV no solo fue creado cardenal por él, sino también ordenado obispo por sus manos y viene de Perú, donde se convirtió en un pastor de periferias.
Su trayectoria eclesiástica lo consolidó como un referente dentro de la Iglesia latinoamericana. Fue obispo de Chiclayo, del Callao y ocupó otros cargos diocesanos en zonas pobres del Perú, país donde también llegó a ser vicepresidente de la Conferencia Episcopal. Hablamos de alguien que conoce de primera mano el rostro de la exclusión y la fe en los márgenes, un obispo que caminó entre los pobres y aprendió a leer la esperanza en los descartados. En él, resuena con fuerza el eco del magisterio de Francisco.
Pero León XIV también es estadounidense. Y esto abre una pregunta interesante: ¿cómo será recibido su discurso en el seno del poder político de su país de origen? Si bien muchos lo describen como una figura que combina aspectos conservadores y progresistas, su llamado a la paz y al diálogo suena como una clara incomodidad para discursos confrontativos como el de Donald Trump. El nuevo Papa dejó en claro que quiere tender puentes, construir el encuentro, desarmar las violencias y ser artífice de la paz.
Otro gesto profundamente simbólico es su elección del nombre: León XIV, un guiño directo a León XIII, el papa de la Rerum Novarum, la encíclica que fundó la Doctrina Social de la Iglesia. Ese documento denunciaba la explotación laboral, la injusticia social, el trabajo esclavo y los males de un sistema económico que excluye. Al elegir ese nombre, León XIV se posiciona en una línea clara de compromiso con la justicia social, el rol del Estado y la dignidad de los trabajadores, como temas prioritarios de su pontificado .
La fecha también importa. Fue elegido el 8 de mayo, día en que la Virgen de Luján fue coronada por León XIII en 1906. Un guiño no menor para los argentinos: la Virgen de Luján es la patrona del país y uno de los símbolos más profundos de la religiosidad popular nacional. ¿Casualidad o delicado gesto de sensibilidad eclesial?
A todo esto, se suma su última responsabilidad antes de ser electo Papa: prefecto de la Congregación para los Obispos, es decir, el hombre que recomendaba a Francisco los candidatos para dirigir las diócesis del mundo. Conocía a los obispos, conocía a los cardenales, conocía las dinámicas internas del gobierno de la Iglesia. Y acompañó al Papa emérito en sus últimos viajes y sínodos.
Pero León XIV no es solo un funcionario del Vaticano. Es también un hombre misionero, un agustino —como Bergoglio fue jesuita—, y eso marca un estilo: espiritualidad intensa, mirada universal, vida comunitaria y experiencia de oración profunda. Como él mismo dijo en su primer mensaje: “El amor de Dios es para todos, la plaza está abierta para todos, la Iglesia está abierta para todos”.
Con 69 años, habla con la lucidez del que ha caminado por el mundo real y no se ha quedado encerrado en los palacios. Visitó la Argentina en 2013, cuando participó de la ordenación episcopal de Alberto Bochatey, en La Plata, y tiene amigos argentinos. Su segundo nombre es Francisco. Las coincidencias no son menores.
León XIV encarna, así, un rostro doblemente americano del catolicismo global: la memoria del Francisco reformador, el compromiso con los pobres, y la esperanza de una Iglesia que no se repliega ni retrocede. Una Iglesia que sigue diciendo, con gestos y con nombres, que el Evangelio se juega en las fronteras, en la justicia y en la paz.