Votó Buenos Aires
Derrota liberal: falta de cintura política, bullying al PRO y tropa desordenada

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La necesidad de acuerdos y respetar liderazgos locales. Internas oficiales expuestas y mala fiscalización. Desafíos.
La derrota de Javier Milei en las elecciones bonaerenses marca un antes y un después en su proyecto político. El resultado no fue solamente el triunfo de un peronismo que conserva un aparato territorial robusto: fue, sobre todo, la consecuencia de errores propios, decisiones estratégicas equivocadas y una incapacidad manifiesta para construir alianzas amplias. En lugar de sumar, Milei se dedicó a dinamitar puentes, incluso con quienes podrían haberle aportado la estructura y la experiencia que su fuerza no tiene.
Una oposición sin alianzas reales
Uno de los grandes déficits del libertario fue su imposibilidad de consolidar acuerdos sólidos con el PRO. Los votantes del macrismo, en su mayoría, no se sintieron cómodos con la manera en la que fueron tratados por la conducción mileísta, en especial por Karina Milei, hermana del presidente y figura clave en la toma de decisiones. En vez de buscar una integración respetuosa, Karina eligió un tono de humillación hacia dirigentes que, más allá de las diferencias, podrían haber aportado músculo político y territorial. El mensaje fue claro: en La Libertad Avanza no había lugar para segundas figuras, solo para la obediencia a los designios de la cúpula.
Esa actitud generó malestar profundo en las bases del PRO y debilitó cualquier posibilidad de convergencia real. Muchos votantes interpretaron ese destrato como un gesto de soberbia y optaron por abstenerse y por supuesto no fiscalizaron en esta oportunidad.
El costo de despreciar la fiscalización
La consecuencia más grave de esa fractura fue la falta de fiscalización en Buenos Aires, un territorio donde cada voto cuenta. El PRO, con su larga experiencia en control electoral, podría haber sido un aliado fundamental. Sin embargo, al ser humillado, no puso su estructura al servicio de Milei. En la Provincia, donde el aparato peronista funciona con precisión quirúrgica, no tener fiscales en cada mesa fue prácticamente un suicidio político. El libertarismo no logró cubrir el territorio, y en los lugares donde estuvo presente lo hizo con improvisación y escasa coordinación.
La política argentina enseña que no alcanza con entusiasmar a las multitudes: hace falta cuidar cada boleta, cada urna, cada acta. Milei lo aprendió de la peor manera.
El silencio en torno a Karina y los errores comunicacionales
A esa torpeza estratégica se sumó el silencio alrededor de Karina Milei. Las denuncias y los cuestionamientos que surgieron sobre su figura nunca fueron respondidos de manera clara. La conducción prefirió encerrarse, repitiendo una lógica de secretismo que contradice la promesa de transparencia con la que llegaron a la política. En lugar de aclarar dudas, dejaron crecer sospechas y rumores.
El problema es que los liderazgos familiares suelen generar cortocircuitos en la política argentina. Que la hermana del presidente tenga tanto poder ya es incómodo para muchos votantes; que, además, se la vea despectiva con posibles aliados y sin voluntad de tender puentes, agrava la situación.
La tropa libertaria y el costo del descontrol
Pero no fue solo un problema de cúpula. La conducta de muchos dirigentes y militantes de La Libertad Avanza también pasó factura. La falta de límites permitió que proliferaran discursos y actitudes que espantaron al electorado moderado. Legisladores compartiendo mensajes ofensivos como “ser kirchnerista es una discapacidad” no solo resultaron hirientes para personas con discapacidad y sus familias, sino que además mostraron un costado intolerante que contradice cualquier proyecto democrático amplio.
La gente común, más allá de su simpatía o bronca contra el kirchnerismo, no se siente representada por el insulto gratuito ni por la payasada constante. Lo que para algunos puede parecer rebeldía, para la mayoría es falta de seriedad. En política, ese límite es ineludible: no se gobierna a fuerza de memes ni de agresiones en redes sociales.
Un tropiezo que puede ser enseñanza
El resultado de las elecciones bonaerenses deja una conclusión clara: Milei no perdió solamente contra el peronismo. Perdió contra su propia incapacidad para articular, ordenar y ampliar su espacio político. Eligió el camino del aislamiento, despreciando al PRO y negándose a construir acuerdos duraderos. Permitió que su hermana se convirtiera en un factor de división en lugar de articulación. Y toleró que su tropa jugara a la provocación en lugar de encarnar un proyecto serio.
La política argentina tiene reglas no escritas pero efectivas: quien no sabe sumar, pierde. Si Milei quiere que su experiencia no se limite a una aventura breve y estridente, deberá aprender de esta derrota. Deberá reconstruir puentes, ordenar su tropa, responder con claridad en los temas sensibles y, sobre todo, profesionalizar su estructura electoral.
El desafío está planteado. La pregunta es si el libertario será capaz de dar el salto o si quedará prisionero de los mismos errores que lo llevaron a este traspié.