La inmediatez de la tecnología y sus consecuencias
Crecen las consultas por ansiedad infantil: cómo lidiar con el impacto de la cultura del "todo ya"

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La ansiedad es la otra cara de la angustia y genera un drama en todo el ámbito familiar y los procesos de aprendizaje de los menores.
La ansiedad en los niños genera una bola de nieve difícil de frenar. Ver a los hijos en esta situación provoca al mismo tiempo ansiedad en los padres. Todo esto se traduce en más angustia, en un contexto alimentado por la inmediatez a la que nos malacostumbramos todos, chicos y grandes, en gran parte por el acceso temprano a la tecnología y las aplicaciones.
En la última década, las consultas por ansiedad aumentaron “de forma masiva”, afirma Jacqueline Orellana , psicóloga (MN 49996). “Ya antes de la pandemia recibíamos pacientes con autodiagnóstico de ataque de pánico o con diagnósticos realizados en guardia. Al describir sus episodios, encontrábamos señales de excesiva ansiedad que no habían podido tramitar”, recuerda.
El origen de la ansiedad, explica, se remonta a la primera infancia. “Se observa en el llanto por comer o la desesperación por la teta materna. Tiene que ver con aprender a tramitar la presencia y la ausencia de la madre. Para Freud, la ansiedad es la señal de una posible pérdida del objeto amado”, indica.
En ese proceso, advierte, los niños aprenden a manejar la ansiedad de a poco. Sin embargo, en la actualidad muchos adultos la alivian con dispositivos electrónicos, lo que reemplaza el acompañamiento emocional por una estimulación constante y veloz.
“Antes hablábamos del ‘chupete electrónico’ para referirnos a la tele. Hoy tenemos dispositivos, y dentro de cada dispositivo miles de situaciones posibles, todas muy breves y con un nivel de velocidad devastador. En vez de enseñar a tramitar la ansiedad, damos un celular o una tablet desde muy pequeños”, describe.
El psicólogo Marcelo Ceberio (MN9987) introduce el término “ansiedad anticipatoria” respecto a las expectativas que generan las redes sociales que se usan a edades cada vez más cortas: “Aparecen cuestiones de validación personal. ‘Soy yo’ y valgo en cuanto tengo tantos likes o seguidores tengo. ‘Soy yo’ si produzco tanta cantidad de contenidos. Es el miedo a quedar afuera".
La “solución” rápida y fácil de los dispositivos lleva a impactos en todos los ámbitos: niños que no pueden prestar atención más de dos minutos seguidos, no pueden mirar una película, niños que en el colegio no aguantan más de cinco minutos prestando atención a nada.
En las aulas, las consecuencias se profundizan: "Cuesta mucho que un niño con ansiedad se pueda concentrar en una tarea. Suelen olvidarse de los contenidos que ya aprendieron. Algo que vemos muy cotidianamente son niños que evitan por todos los medios enfrentarse a tareas nuevas, a desafíos nuevos. Lo que evitan con eso es quedar expuestos en su no saber. Les genera mucha ansiedad que les pregunten algo o que los expongan en algo que no saben, apunta Orellana.
Ceberio agrega que “el scroll permanente, los juegos de la play llevan a que el cerebro se acostumbre a cambios de foco permanentes, por eso la atención no se puede sostener. Y con la inteligencia artificial se da un volumen de información que no va acompañado con un tiempo de reflexión crítica e individual”.
Orellana subraya que la ansiedad, el temor y la angustia están estrechamente vinculados. Un ataque de ansiedad extremo suele derivar, si se guía, en una crisis de angustia y una descarga necesaria. “La ansiedad es la otra cara de la angustia. El aparato psíquico se sobrecarga. Es como si toda la energía estuviera puesta en el temor a perder algo”, explica.
Frente a estas situaciones, la especialista recomienda transmitir calma y dar el ejemplo. “No se puede pedir que un niño deje el celular si nosotros lo usamos todo el día. Hay que revisar nuestro propio comportamiento”, afirma.
Propone entonces generar espacios de presencia real: “Momentos en los que se pueda mirar algo que tenga cierto ritmo, cierta complejidad y hablar de los juegos de mesa. Todos los psicólogos siempre dijimos que no importaba la cantidad sino la calidad. Bueno tiene que ver con esto no importa cuántas horas del día estés con tu hijo, pero si vos media hora de tu día lo dedicaste a que el chico esté analizando alguna situación, pensando, comunicándose con vos, si vos le charlás, le contás tu día vas a conseguir que el chico también te cuente su día. Entonces de alguna manera tiene que ver con ver cómo nos estamos comportando nosotros, qué estamos haciendo nosotros y a partir de ahí quizás modificar nosotros esos comportamientos y dar el ejemplo”.
Para Orellana, la ansiedad en la infancia no es un síntoma, sino una señal de algo que el niño aún no puede verbalizar. “Nuestra tarea como adultos es darle significado, ayudar a poner en palabras el temor o la angustia. Por más que sean nativos digitales, siguen necesitando de un humano. Nada ni nadie va a traducir el mensaje de un niño si no es otro ser humano”, concluye.
Finalmente, Ceberio sugiere que “no hay que darles sermones a los hijos, hay que escucharlos, hay que ser empáticos y que el pueda expresar lo que siente sin juicios de valor. No hay que decirles ‘yo a tu edad hacía tal cosa’". Respecto a los límites de tiempo que se le podría poner al niño frente a las pantallas, subraya: “Hay que suplantar eso con otras actividades con los niños, no solamente prohibir". Y el afecto debe estar visible en todo el proceso: “Abrazar, decir ‘te quiero’, porque la expresión afectiva y el diálogo son gran amortiguadores de la ansiedad”.