El terrorismo de Hamas
Israel tras la liberación de los secuestrados: el dilema del futuro en la región

Periodista.

Traumas, desnutrición y una tregua que tiembla. El terrorismo de Hamas incumple con lo acordado y el gobierno israelí anunció que no lo dejará pasar.
Los rostros y los cuerpos de los secuestrados liberados ayer lo dicen todo. Las imágenes que recorrieron el mundo pusieron de relieve el alarmante estado de salud en el que se encuentran. Ayer vimos hombres demacrados, con signos evidentes de malnutrición y maltrato. Condiciones estas que además de exponer el sufrimiento físico, evidencian el trauma psicológico que han soportado durante su prolongado cautiverio.
Tras 16 meses en manos de Hamás, finalmente han regresado a su hogar, pero su liberación no significa el fin del sufrimiento. La pregunta ahora es: ¿qué sigue para ellos, para Israel y para la región en su conjunto?
El alivio de ver a los secuestrados recuperar su libertad no puede eclipsar una realidad perturbadora: el impacto físico y psicológico de su cautiverio. Pero lo peor es lo que no se ve a simple vista. Las secuelas psicológicas de un encierro prolongado, en condiciones inhumanas, son cicatrices invisibles que tardarán años en sanar.

La organización terrorista Hamás liberó ayer a tres secuestrados que permanecieron 491 días en cautiverio en Gaza, se trata de Eli Sharabi, Or Levy y Ohad Ben Ami. A cambio, Israel excarceló a 183 terroristas y criminales palestinos debidamente procesados y condenados. Esta etapa de liberaciones no fue una más, por primera vez desde que entró en vigencia el acuerdo aparecieron sensaciones de horror. Los tres liberados este sábado sufren desnutrición severa, en tanto que el estado de salud de Or Levy y Eli Sharabi, ha sido calificado como precario, lo que genera temor e incertidumbre por el estado de los 76 secuestrados que aún permanecen en manos de organizaciones terroristas palestinas.
Al retornar a la vida libre, Eli Sharabi y Or Levy sufrieron un terrible impacto emocional, recibieron las peores de las noticias sobre sus seres queridos. La esposa y las dos hijas de Eli Sharabi fueron asesinadas el fatídico 7 de octubre por terroristas palestinos, lo mismo que sucedió con la esposa de Or Levy. Enfrentar esta realidad sumada al sufrimiento del cautiverio en sí mismo, supondrá un proceso complejo de asimilación y resiliencia.
El panorama general y lo que vendrá
La fragilidad de la tregua es evidente. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha denunciado las reiteradas violaciones del acuerdo por parte de Hamás y ha anunciado que tomará medidas ante el grave estado de los secuestrados liberados: “Las impactantes imágenes que vimos hoy no quedarán sin respuesta”.
La incertidumbre sobre las medidas a adoptar por Israel se produce en momentos en que todavía quedan 76 secuestrados, de los cuales 17 serán liberados para cumplimentar la primera fase, y debieran comenzar las negociaciones para una nueva etapa del acuerdo.
Si bien el futuro en Gaza aún es incierto, lo que es seguro es que Israel no permitirá que Hamás permanezca gobernando Gaza, ni que siga detentando el poder que supo tener. La realidad es que Hamás ha sido profundamente derrotado, más de 20.000 terroristas eliminados, su liderazgo descabezado, sus infraestructuras en gran medidas destruidas, su arsenal ha quedado casi en la nada misma y su reaprovisionamiento de armas bloqueado. Las imágenes que Hamás muestra cada vez que se producen liberaciones no son otra cosa de un intento de demostración de poder en una situación de absoluta debilidad. Demostración de un inexistente poder no solo previo a nuevas negociaciones, sino por sobre todo interna, dirigida a los gazatíes y a la Autoridad Nacional Palestina.

En este contexto de tensiones, ha surgido una propuesta revolucionaria y pragmática: el plan del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, para la Franja de Gaza. La iniciativa contempla que Estados Unidos asuma el control a largo plazo del territorio y supervise su reconstrucción, lo que implicaría el desplazamiento temporal de los gazatíes. Esta propuesta ha sido ampliamente rechazada por la comunidad palestina y diversos actores internacionales. En contraste, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha respaldado la medida, describiéndola como una "idea innovadora" con el potencial de transformar la situación en Gaza.
La propuesta del presidente Donald Trump para Gaza ha generado un profundo impacto en el mundo árabe. Se trata de la primera ocasión en que un mandatario estadounidense envía un mensaje contundente a los grupos extremistas, dejando en claro que no se tolerarán actos de violencia. Según sus planteamientos, quienes representen una amenaza deberán cesar sus acciones o enfrentar consecuencias. Esta estrategia directa, según sus defensores, podría tener efectos a largo plazo y contribuir a un escenario en el que la estabilidad en Oriente Medio esté más cerca de alcanzarse.
La propuesta de Trump para Gaza
Desde hace décadas, la Franja de Gaza es sinónimo de guerra, sufrimiento y estancamiento. El ciclo de violencia entre Hamás e Israel ha dejado una región devastada, atrapada en el pasado y sin perspectivas de futuro. Es en este contexto que la propuesta de Donald Trump, por más polémica que suene, debe ser analizada con frialdad: ¿y si, después de todo, fuese la única solución realista?
Trump plantea un enfoque radical: evacuar a la población de Gaza y reubicarla en otros países árabes, para luego transformar la franja en un centro económico moderno. Si dejamos de lado la emoción y miramos los hechos, ¿no es esta una oportunidad única para terminar con un problema enquistado en la geopolítica mundial?
Primero, aceptemos una verdad incómoda: Gaza, tal como está hoy, es un desastre humanitario y militar sin solución a la vista. Con Hamás en el poder, los fondos internacionales se desvían al terrorismo en lugar de infraestructura. Los civiles viven en la pobreza, usados como escudos humanos en cada conflicto. ¿Cuántas generaciones más deben crecer en esta realidad antes de aceptar que el statu quo no es sostenible?
La historia nos ha demostrado que las reubicaciones masivas, por difíciles que sean, han llevado a resultados positivos en otros contextos. Tras la Segunda Guerra Mundial, millones de europeos fueron desplazados, reconstruyendo sus vidas en países que les ofrecieron seguridad y oportunidades. Hoy, los palestinos de Gaza podrían recibir apoyo internacional para integrarse en nuevas naciones, lejos del sometimiento de Hamás y con acceso a una mejor calidad de vida.

En cuanto a la transformación de Gaza en un centro económico, imaginemos un Singapur en el Mediterráneo, un Dubái alternativo que dinamice la región con turismo, inversión y empleo. La pregunta clave es: ¿vale más conservar Gaza como un campo de batalla eterno o convertirla en un símbolo de progreso?
No se trata de una propuesta perfecta, pero sí de una idea audaz que podría cambiar el curso de la historia. La resistencia natural ante una solución tan drástica es comprensible, pero si el objetivo es la paz y la prosperidad, tal vez sea momento de pensar distinto.
El dilema es claro: seguir en la espiral de violencia o aceptar una solución pragmática, por más difícil que parezca. Más allá de la situación puntual de Gaza, el horizonte muestra en el corto a mediano plazo el retorno a los acuerdos de Abraham y la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita, lo que definitivamente significaría un cambio de paradigma en el Medio Oriente. Precisamente la masacre del 7 de octubre de 2023 pretendió poner un freno al entonces inminente y significativo acuerdo.
El Medio Oriente es una región compleja, las propuestas para el futuro de Gaza y de la región en su conjunto también lo son, pero para lograr dar un giro de 180° es necesario ser audaces, valientes y revolucionarios, y no repetir errores del pasado, ojalá los líderes del mundo libre estén a la altura de las circunstancias.