#Díadelniño
Chicos con infancias felices: el arte de criar con amor y corazón

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El rol de los abrazos, la presencia y el cariño, para sembrar un futuro sano, con chicos resilientes y libres.
“Es más fácil construir niños fuertes que reparar adultos rotos”, decía Frederick Douglass, y qué razón tenía. Criar chicos felices no es una ciencia exacta, es un arte del corazón. Como psiquiatra, pero sobre todo como alguien que cree en el poder de los vínculos, quiero darles unas pistas para que sus pibes crezcan con una sonrisa ancha y un alma fuerte. Esto no va de manuales complicados, sino de conectar de verdad, con amor y estar presente.
Estar presente: el regalo que no se paga con plata
No hay nada que le gane a estar ahí, pero de verdad. No es estar mirando el celular mientras tu hijo te cuenta que voló con un dragón en su imaginación. Es tirarte al piso a jugar, reírte de sus locuras o escuchar sus “por qué” hasta que te duelan los oídos. Esos momentos son como meterle nafta premium al corazón de un chico: lo llenan de seguridad. Un estudio de Cambridge dice que los pibes que tienen charlas copadas con sus viejos tienen un 30% más de chances de sentirse seguros de grandes. Así que guardá el teléfono, apagá la tele y metele pilas a estar con ellos. Eso es amor de verdad.
Límites con onda: no son el cuco, son guías
Los límites no son ser el malo de la película. Son como las líneas de la cancha: te dicen por dónde va el juego y te dan seguridad para gambetear la vida. Poner un “no” con calma, explicando el porqué, es darles un mapa para que no se pierdan. Pero ojo, un “no” seco, sin cariño, es como una pared de hielo. Hay que ponerle corazón: mostrarles que las reglas no son para joder, sino para cuidarlos. Ser firme pero con una sonrisa, con un guiño que diga “te quiero”, es la clave para que aprendan a bancarse las frustraciones sin drama. Los límites con compasión son como un abrazo que también enseña.
La naturaleza y el movimiento: el antídoto contra el bajón
Sacá a tus pibes al aire libre y vas a ver cómo se les ilumina la cara. Un parque, un árbol para trepar, una pelota para patear en la plaza: eso es magia pura. Un estudio danés mostró que los chicos que se la pasan en la naturaleza tienen un 55% menos de chances de andar con la cabeza gacha de grandes. Y el deporte, sea un picadito en el barrio o una carrera improvisada, les enseña a jugar en equipo, a perder sin hacer berrinche y a ganar sin creérsela. Las pantallas, en cambio, son como un chupetín: ricas un rato, pero si te pasás, te empachás. Limitá el tiempo frente al celular o la tablet y cambiá los videojuegos por una tarde de saltar charcos o correr hasta quedar sin aire. Eso sí que recarga el alma.
Bullying e inclusión: criar pibes que sumen, no que resten
Nadie quiere que su hijo la pase mal o haga pasar mal a otros. El bullying es un fantasma feo, pero se espanta con empatía. Enseñales a tus chicos a mirar al otro, a entender que todos tienen algo para ofrecer, a tender una mano si ven a alguien solito. En casa, contales historias que los hagan pensar, jugá a cosas donde todos ganen, hablá de lo que les pasa por la cabeza. Eso forja corazones que no lastiman. Y si tu hijo viene con el corazón arrugado por un comentario cruel, escuchalo con todo, sin apurarlo, y buscá ayuda si hace falta. Un chico que crece sintiéndose valorado y valorando a los demás lleva esa fuerza al mundo.
Conectar desde el alma
Criar pibes felices no es ser perfecto, es estar ahí con el corazón abierto. Abrazalos, dejá que se embarrren, que se caigan y se paren solos. Alimentá sus preguntas, sus sueños, sus ganas de explorar. Cada charla, cada límite con amor, cada tarde al sol es una semilla para un adulto que no va a necesitar remiendos, porque creció fuerte, querido y libre. Este Día del Niño, hagamos un pacto: menos regalos vacíos, más momentos que llenen el alma.