Outside the box
Generación X: el club de los que no la pegaron (pero siguen vivos)

Periodista

Sin la gloria de los boomers ni el brillo mediático de los centennials, quienes nacieron entre el '65 y el '80 quedaron atrapados entre dos mundos. ¿Y si la derrota fuera, en realidad, una forma de sabiduría?
¿Se acuerdan de los que rebobinaban cassettes con una birome? Bienvenidos: somos la Generación X. Los nacidos entre 1965 y 1980. No tenemos TikTok ni jubilación asegurada, pero aprendimos a sobrevivir al divorcio de nuestros padres, a las Spice Girls y a la burbuja de las punto com. Y ahora resulta que también nos ganamos un título nuevo: la generación perdedora. Gracias, The Economist (8/5/2025), por avisar.
El artículo se titula “Why Gen X is the real loser generation” y plantea, con un elegante sadismo británico, que la nuestra fue la generación más perjudicada económicamente. Nuestros ingresos apenas crecieron respecto de los boomers, caímos en medio de todas las crisis —tecnológicas, bursátiles y existenciales— y tenemos menos patrimonio que los millennials. Encima cuidamos a nuestros padres y a nuestros hijos al mismo tiempo, como si la vida fuera un sándwich de responsabilidades y nosotros el fiambre.
Y no es solo The Economist. El Financial Times (mayo 2025) nos diagnostica con estrés financiero crónico. Investopedia (abril 2025) nos da consejos para priorizar entre deudas, jubilación y antidepresivos. Y en Australia, según The Daily Telegraph (7/5/2025), ya nos llaman “la generación cuidadora”: los que hacen malabares con pañales, geriátricos y turnos de terapia. Sin hablar de la invisibilidad cultural: nadie escribe novelas sobre nosotros, ni hay memes de nuestra época. Bueno, sí: hay uno. El del perro mirando con cara de resignación mientras todo explota a su alrededor.
Pero esperen, que hay más. Según Solsten (abril 2025), aunque nadie nos mire, tenemos algo que escasea en las nuevas generaciones: resiliencia silenciosa. Esa capacidad de adaptarse, sobrevivir, entender el chiste antes de que llegue el remate. Porque fuimos los primeros en usar Internet, pero también los últimos en jugar a la escondida sin GPS. Tuvimos que migrar del fax al Zoom, de The Cure o Soda Stereo al reguetón, del “llamáme al fijo” al "te clavó el visto”.
Y sí: hablo en plural porque estoy adentro. Lo confieso: soy generación X. Sé lo que es pagar la comida con tickets canasta, aprender Excel con manual fotocopiado y criar hijos que te explican cómo usar el control remoto. Sé lo que es llamar al contestador para ver si alguien te invitó a salir, y salir sin que nadie supiera dónde estabas. No somos boomers ricos ni centennials viralizables. Somos la generación que se quedó sin himno. Los que aprendieron a usar el Walkman, después el iPod y ahora explican Spotify a sus padres… y a sus hijos. Los que escribieron cartas de amor a los 15, se las ingeniaron para conquistar por mensaje de texto a los 20 y hoy bancan que el amor venga con emojis. Y eso, en un mundo tan impaciente, es casi una forma de sabiduría.
Al final, lo que nos pasa no es solo económico. Es existencial. No pedimos medallas, pero sí un poquito de reconocimiento: no es fácil ser el nexo entre generaciones que se odian en Twitter. Nos toca tejer puentes sin que nadie lo note. Cuidar a todos, trabajar más, quejarse menos y seguir. ¿Y saben qué? Tal vez ahí está el valor.
No llegamos primeros ni hicimos más ruido, pero fuimos el puente. Y los puentes no se aplauden: se cruzan. Nos dijeron que no éramos protagonistas. Y sin embargo, cuando todo se oscurece, seguimos siendo los que traen la linterna.
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