Heridas que no cierran
Golpes de Estado en la Argentina: medio siglo de interrupciones a la democracia

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Seis presidentes constitucionales fueron derrocados en nombre del “orden” y la “patria”.
La historia argentina del siglo XX late con una cicatriz que todavía duele: los golpes de Estado. Entre 1930 y 1976, seis veces las botas militares se impusieron sobre las urnas, interrumpiendo la voluntad popular y sumiendo al país en una espiral de proscripciones, fraudes, persecuciones y violencia. La democracia, lejos de ser un derecho incuestionable, se volvió un bien escaso, frágil, constantemente amenazado.
Todo había comenzado en 1912, cuando la Ley Sáenz Peña instauró el voto secreto, obligatorio y universal, abriendo un horizonte de participación política inédita. Pero pronto ese horizonte se nubló: entre conspiraciones y cuartelazos, la democracia argentina naufragó durante casi cinco décadas, hasta recuperar aire recién en 1983, con la asunción de Raúl Alfonsín.
1930: el inicio de la Década Infame
El 6 de septiembre de 1930 marcó un antes y un después. El general José Félix Uriburu puso fin al gobierno de Hipólito Yrigoyen, elegido para su segundo mandato apenas dos años antes. El golpe no fue incruento: frente al Congreso Nacional, un breve pero feroz tiroteo dejó 23 muertos y 154 heridos.
Uriburu —que paradójicamente había participado en la Revolución de 1890, origen de la UCR— se convirtió en el primer militar en derrocar a un presidente constitucional. El Congreso fue disuelto, las provincias radicales intervenidas y la Corte Suprema legitimó el régimen de facto, inaugurando una doctrina que justificaría futuros atropellos.
Su proyecto era ambicioso: instaurar un modelo neocorporativo y nacionalista católico, inspirado en los movimientos de la Europa de entreguerras. Encargó a Leopoldo Lugones la proclama revolucionaria y creó la Sección Especial de la Policía, primera en usar la picana eléctrica para torturar opositores. Sin embargo, el experimento se desmoronó pronto. En 1932, Uriburu cedió el poder a Agustín P. Justo, dando inicio a la llamada Década Infame, dominada por fraude, corrupción y gobiernos conservadores.
1943: la Revolución del 43 y el nacimiento del peronismo
El 4 de junio de 1943, mientras el mundo ardía en la Segunda Guerra Mundial, los militares derrocaron al presidente Ramón Castillo, símbolo de una Década Infame agotada. Fue un golpe atípico: careció de apoyo civil, rompió con la alianza tradicional entre terratenientes y conservadores, y estuvo atravesado por las presiones de Estados Unidos para que la Argentina abandonara su neutralidad.
La Revolución del 43 fue un proceso caótico y transitorio. Tres generales —Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro Farrell— se sucedieron en el poder, todos marcadamente anticomunistas y ligados a la Iglesia católica, que recuperó influencia en la educación.
De ese magma emergió un nombre decisivo: Juan Domingo Perón. Desde la Secretaría de Trabajo y con el apoyo de sindicatos en plena expansión, articuló un bloque obrero-nacionalista que pronto se transformó en el peronismo. Su arresto en octubre de 1945 provocó la histórica movilización del 17 de octubre, el Día de la Lealtad, que selló un nuevo capítulo en la política argentina.
En febrero de 1946, las urnas hablaron con claridad: Perón ganó con más del 52 % de los votos.
1955: la Revolución Libertadora o la “Fusiladora”
El 16 de septiembre de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo, dejando más de 300 muertos. Fue el preludio de la caída de Perón, que terminó renunciando y partiendo al exilio.
La dictadura que se autodenominó Revolución Libertadora mostró pronto sus fisuras. El general Eduardo Lonardi, de línea nacionalista-católica, fue desplazado por un golpe interno encabezado por Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, representantes del liberalismo conservador.
El nuevo régimen impuso la proscripción del peronismo, intervino sindicatos y derogó la Constitución de 1949 para reinstaurar la de 1853. En 1956 ordenó los fusilamientos de José León Suárez, tragedia que Rodolfo Walsh inmortalizó en Operación Masacre.
En 1958 se convocaron elecciones con Perón proscripto. El ganador fue Arturo Frondizi, gracias a un pacto secreto con el líder exiliado.
1962: la caída de Frondizi
El 29 de marzo de 1962, el triunfo peronista en diez provincias desató un nuevo golpe. Arturo Frondizi fue detenido y trasladado a la Isla Martín García.
Ese mismo día, en un movimiento inesperado, el presidente provisional del Senado, José María Guido, asumió la presidencia con el aval de la Corte Suprema. Fue el único civil del siglo XX en llegar al poder tras un golpe militar, aunque bajo férreo control castrense. Se anularon elecciones y se ratificó la proscripción del peronismo.
1966: la Revolución Argentina
El 28 de junio de 1966, el general Juan Carlos Onganía encabezó un nuevo golpe, destituyendo a Arturo Illia, cuyo gobierno había sido socavado por una feroz campaña mediática que lo ridiculizaba como una “tortuga”.
La autodenominada Revolución Argentina se diferenció de los regímenes anteriores: no se presentó como transitoria, sino como un sistema dictatorial permanente, en línea con otras experiencias latinoamericanas de la época.
Durante sus siete años se sucedieron tres dictadores militares: Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse. En lo económico, primero predominaron los sectores liberales con Adalberto Krieger Vasena, y luego una línea desarrollista con Aldo Ferrer.
La creciente conflictividad social forzó la salida: en 1973, Héctor Cámpora ganó las elecciones y abrió el camino al regreso de Perón.
1976: la dictadura más sangrienta
La madrugada del 24 de marzo de 1976 selló el golpe más atroz. Una Junta Militar, integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti, derrocó a María Estela Martínez de Perón.
Se instauró el Proceso de Reorganización Nacional, una maquinaria de terror que clausuró el Congreso, prohibió partidos, censuró la cultura y desplegó un plan sistemático de desapariciones forzadas. Estudiantes, sindicalistas, periodistas, artistas, opositores: nadie estaba a salvo. El saldo fue de 30.000 desaparecidos, una herida que sigue abierta.
La derrota en la Guerra de Malvinas debilitó al régimen, que finalmente convocó a elecciones. El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió la presidencia, iniciando la etapa democrática más extensa de la historia argentina.
La advertencia de la memoria
Los golpes de Estado en la Argentina no fueron simples cambios de gobierno: significaron la suspensión de derechos, la persecución de miles de ciudadanos y el intento de quebrar el espíritu democrático. Cada irrupción militar dejó cicatrices en la sociedad y demostró que, cuando la voluntad popular es silenciada, el costo humano y político es enorme.
La lección que deja ese medio siglo de interrupciones es clara: la democracia no se hereda ni se da por sentada, se sostiene en la práctica cotidiana y en la convicción de que nunca más la fuerza debe imponerse sobre la voz del pueblo.