Una reflexión sobre el garantismo judicial
¿Gatillo fácil?

Escritor.

Mientras se acusa a un policía por actuar en defensa propia, el peronismo protege a los delincuentes
No. Una vez más, somos víctimas de la inseguridad fácil.
Aunque ya lo sabemos: el peronismo insistirá con su psicopateada de siempre para hacernos creer que se trata de un caso más de gatillo fácil, cuando en realidad estamos frente a un nuevo caso de inseguridad fácil.
El Estado presente —que en realidad siempre fue Estado delincuente— libera zonas para hacérsela más fácil a sus amigos: los chorros. Porque son socios. Trabajan juntos. Demostrando, una vez más, que los argentinos, contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, somos individualistas y no sabemos trabajar en equipo.
Cuando nos juntamos, somos capaces de ir adelante juntos. Y los peronchos, que son nuestros chorros mayores, asociados con los chorros menores, siguen yendo para adelante porque todavía tienen todo el saqueo por delante.
Por eso los peronchos nunca van a ir contra los chorros. El chorro es su votante y su mano de obra. Porque así siempre concibieron el poder y el hacer caja. Ir contra ellos anticipa un conflicto de intereses que sería muy inconveniente para ambas partes. Quedarían al descubierto kioscos siniestros de los que el peronismo se sigue nutriendo.
Se necesitan mutuamente, lo saben. Y por eso defienden con uñas y dientes de ave de rapiña a los que decidieron tomar el camino del mal. Necesitan que el delincuente salga a la calle liberada, tranquilo, sin perder el derecho a ser víctima, y así poder saquearnos con impunidad y luego compartir lo recaudado.
Porque de eso se trata el verdadero garantismo. No de otra cosa. De garantizarle al delincuente el papel más redituable, donde el culpable de su accionar cruel siempre es la sociedad; o sea, el robado y el asesinado.
Y desde luego, el robado y el asesinado deben aceptar, con resignación pavorosa, el destino cruel que les impone el perverso que les roba y mata, porque el robado y asesinado nunca es víctima, siempre será culpable. Así de psicópata es el Estado peronista: un perverso hace un daño irreparable y el culpable del daño irreparable es quien lo sufre.
A mí lo que más me impresiona es que, sin chistar, le hayamos entregado nuestro derecho a ser víctimas. Porque hasta eso nos robaron. Sí, nos robaron el derecho a ser víctimas. Repito: ¡Nos robaron el derecho a ser víctimas!
Para dárselo en nuestra cara a quienes nos humillan y asesinan.
Qué perversos. Todo lo que toca el peronismo lo corrompe. Todo.
Incluso la pobreza, que siguen multiplicando porque de ella se nutren.
Eso sí, haciéndonos responsables del crecimiento de la miseria a nosotros. Porque hasta ese cheque nos endosan.
Increíble: los que saquean al Estado, generando más villas miseria, nos culpan a nosotros de las villas miseria que ellos mismos generan y multiplican. Más psicópatas no se consiguen.
Vamos a los datos de las últimas gestiones peronistas: Néstor y Cristina, en la década donde solo ganaron ellos y sus muchachos testaferristas, multiplicaron por tres las villas miserias. Sí, con los Jefes de Estado devenidos en jefes de una asociación ilícita, pasamos en doce años de menos de 400 villas a más de 1.200 villas. Villas que se siguieron multiplicando y que, en 2023, gracias a sus políticas saqueadoras, terminaron siendo 6.500.
Pero bueno, ya lo sabemos: son psicópatas. Carecen de culpa. Y la culpa de este crecimiento exponencial de la pobreza, como siempre, es —y será— nuestra, que le escapamos como podemos a la política impositiva asfixiante del peronismo a cambio de nada. Porque la psicopatía la llevan también a ese nivel: nos cobran por servicios que no nos dan y nos culpan a nosotros por no darnos esos servicios, que no nos queda otra que pagarnos aparte.
Y por más que les recriminemos esto, lo negarán.
Como le negarán —hablando ahora del caso en sí— la presunción de inocencia al pobre policía, acusándolo de un delito del cual no es culpable. Para poder seguir encubriendo a los verdaderos delincuentes: ellos mismos.
Jurídicamente hablando, es obvio que el policía hizo valer el derecho a la legítima defensa, cuyo resultado lesivo fue la muerte de Thiago. Pero esa muerte fue producida por los cuatro ladrones. Basta ir al artículo 165 del Código Penal, que prevé que, cuando en una tentativa de robo y/o robo sucede un homicidio, la funcionalidad de los delincuentes permite que el hecho atroz suceda. Sin embargo, el que hoy continúa preso es el policía.
Y todo porque los jueces abolicionistas siempre tomarán partido por el mal. Insistiendo perversamente en que los delincuentes son las únicas víctimas de la sociedad, pues son pobres personas que no han tenido oportunidades. Y que por eso se comportan así.
Para eso están en este mundo los jueces abolicionistas, superhéroes del Palacio de la Injusticia: para salvar a los delincuentes del mal y darles la oportunidad que, por ser pobres, no tuvieron: la oportunidad de vengarse de nosotros sin pena ni castigo.
Porque claro, los delincuentes nacieron buenos y, por culpa nuestra, ellos se volvieron malos. Y así les dieron a los otrora “buenos” el derecho a vengarse de nosotros, que pasamos a ser los responsables de su accionar cruel.
Reconozcámoslo: son insuperables en la aplicación del manual del buen psicópata.
Obvio que, para que la cosa funcione sin fisuras, fue entonces que el peronismo desembarcó en la Justicia y la colonizó casi toda con jueces abolicionistas. Para darles definitiva protección a su ejército saqueador. Esta es la única redistribución de la riqueza en la que creen, mientras nunca esté en riesgo la riqueza propia.
Pero eso sí, los jueces abolicionistas, para vivir en la paz perpetua, tomaron el recaudo de reservarse para ellos una custodia policial permanente. No sea cosa que sus Frankensteins terminen robándoles y matándolos a ellos.
No, el objetivo acá está muy claro y debe ser siempre el mismo: tienen que saquearnos a nosotros, los desprotegidos de siempre.