Legado familiar
Familia Bayarri: tres generaciones haciendo del Este mendocino un lugar de grandes vinos

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Con el alma puesta en su tierra y el foco en el respeto por el terroir, producen vinos auténticos que reivindican el valor de la zona y demuestran que la pasión y el trabajo bien hecho también dan grandes resultados.
En Maridaje siempre nos gusta contar historias que nacen del corazón y la familia. Proyectos que se construyen con mucha paciencia, respeto y una pasión que atraviesa generaciones. Porque contar el trabajo de quienes siguen apostando por sus raíces es también una forma de comunicar y poner en valor la cultura del vino argentino.
El Este mendocino es una zona con mucha historia. Cuna de viñedos centenarios, de familias enteras que se instalaron y dieron valor a esas tierras mucho antes de que los reflectores apuntaran al Valle de Uco. Hoy, les toca a una nueva generación de jóvenes productores seguir demostrando que con pasión, buenas prácticas, unión, profesionalismo y perseverancia, también se pueden lograr vinos de altísimo nivel. Y eso está sucediendo.
Charlamos con Facundo, de la familia Bayarri, tercera generación de viticultores de La Libertad, Rivadavia (Mendoza), que sigue apostando al proyecto familiar haciendo vinos para compartir, brindar, creando una conexión especial.
¿Qué significa para ustedes ser una bodega familiar en una tierra de tanta tradición vitivinícola?
—Ser la tercera generación de viticultores en la familia es un compromiso y una gran responsabilidad. Nuestro desafío es acoplar los avances tecnológicos a la tradición vitivinícola de la zona. Además, este proyecto busca poner en valor variedades y estilos de vinos de nuestra región que fueron quedando en el olvido, producto de la unificación de estilos que vivió el mercado durante años.
¿Cómo se compone su portfolio?
—Nuestro portfolio cuenta con dos líneas de vinos. La primera, ELETTO, son vinos tranquilos, jóvenes, frutales y 100% varietales. La segunda, LA LIBERTAD, es una propuesta de vinos generosos (estilo Oporto) que combina métodos de elaboración de tradición portuguesa con variedades típicas de este mendocino.
¿Cómo influye el terroir del Este mendocino en la identidad de sus vinos?
—Buscamos ser fieles a las tradiciones y frutos de nuestra zona. No creemos en una categorización que divida entre zonas “mejores” o “peores”. Cada terroir tiene su propio carácter y eso es lo que queremos reflejar en cada vino.
Nuestros viñedos están en La Libertad, Rivadavia, a unos 60 km de la ciudad de Mendoza, a 680 msnm. Los suelos son franco-arenosos, con sectores pedregosos y bancos de arena. Hoy estamos realizando estudios y microvinificaciones para conocer a fondo cada parcela.
El riego es por surco con agua del embalse El Carrizal, alimentado por el deshielo del río Tunuyán. El clima es desértico, con apenas 220 mm de lluvia anual, lo que obliga a un trabajo muy preciso en viñedo.
De este contexto nacen vinos frutados, de buen grado alcohólico, taninos suaves y una expresión honesta del Este mendocino.
¿Cómo describirían el estilo de sus vinos? ¿Qué buscan contar con ellos en cada copa?
—Queremos que en cada copa se encuentre un vino franco y auténtico. Cuidamos nuestras uvas desde el inicio porque contamos con nuestros propios viñedos. No buscamos hacer “el varietal clásico” sino mostrar cómo se expresa en nuestra tierra.
Un ejemplo es nuestro Tannat, una variedad más asociada a Uruguay, que en Rivadavia desarrolla una estructura distinta, con identidad propia. Nos interesa romper con la idea de “zonas superiores o inferiores” y mostrar que cada terroir tiene algo para decir.
¿Qué valor tiene hoy hacer vino artesanal en Mendoza?
—Comercialmente es un gran desafío, porque competimos con bodegas muy grandes. Pero también es una oportunidad: podemos experimentar, probar cosas nuevas y cuidar cada detalle. Esa atención artesanal nos permite construir una identidad genuina y rescatar técnicas o varietales que la industria masiva dejó de lado.
¿Cuáles han sido los desafíos y los mayores aprendizajes de trabajar en familia?
—El mayor desafío fue que cada uno encuentre su lugar dentro del proceso: desde el manejo del viñedo hasta la venta. Es una escuela diaria. Pero también es una enorme satisfacción aprender a trabajar juntos, compartir decisiones y ver crecer un sueño común.
¿Qué legado buscan dejar con su bodega?
—Amor por el territorio. Queremos que las nuevas generaciones se acerquen a la vitivinicultura, al compartir que genera el vino y a la alegría de emprender desde la propia tierra.
¿Cómo imaginan los vinos Bayarri dentro de 10 o 20 años?
—Nos proyectamos con un crecimiento sostenido, ampliando líneas y variedades, desarrollando un estilo propio que sea reconocido por su autenticidad. Queremos seguir investigando los suelos y elaborar vinos de guarda que expresen el alma de nuestra zona.
¿Y qué sueñan para el futuro de la bodega?
—Que siga siendo una empresa familiar. Que las próximas generaciones continúen con este legado, aportando su propio espíritu pero sin perder las raíces que le dieron origen.
El Club de Vinos Curda de Noé te invita el miércoles 22 de octubre a las 20 hs en Josefina Wine House (Palermo) a una presentación exclusiva de los vinos de la Familia Bayarri. Vamos a tener el lujo de contar con la presencia de Facundo Bayarri, tercera generación de esta bodega familiar mendocina. @familiabayarri
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