Turismo y gastronomía
Entre pingüinos y viñedos: Buenos Aires la capital urbana del vino

Referente en políticas públicas y desarrollo local
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El vino en la Ciudad de Buenos Aires combina historia, identidad y experiencias que invitan a brindar.
Cuando de vinos argentinos se trata, Mendoza, San Juan o Salta se llevan los créditos del terruño, pero la Ciudad de Buenos Aires hace rato decidió no quedarse afuera de la experiencia enoturística. Con historia, tradición, nuevos sabores y espacios innovadores, se consolida como una capital del vino que ofrece mucho más que copas bien servidas.
Una historia servida en pingüino, la copa y el alma porteña
La relación entre el vino y Buenos Aires es tan antigua como sabrosa. A comienzos del siglo XX, las cantinas eran puntos de encuentro donde la jarra de vino de mesa era tan infaltable como el sifón. ¿Y qué mejor emblema de esos tiempos que los entrañables pingüinos de loza, esos jarritos en forma de ave y que aún hoy se ven en muchos bodegones? Íconos de una cultura popular que no necesita etiquetas para tener identidad. De hecho, aprovecho para hacer una recomendación: estuve recorriendo el Mercado de Pulgas de Colegiales y hay una variedad impresionante de pingüinos, para quien quiera vestir su mesa a la hora de la comida.
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Y como el vino es encuentro, costumbre y compañía, Buenos Aires es su escenario más natural. No es casual: hay un vínculo auténtico entre la cultura del vino y el alma porteña. Como el tango, el vino forma parte de nuestro paisaje emocional: está en la sobremesa, en el bodegón, en el reencuentro, en la noche que se estira. En muchas letras de tango, la copa aparece como símbolo de refugio o desahogo. En “Los Mareados”, Cobián y Cadícamo escriben: "Hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi vida... tres cosas lleva mi alma herida: amor, pesar, dolor", en medio de un brindis que intenta tapar el dolor. En “La última curda”, Troilo y Castillo lo dicen sin vueltas: "La vida es una herida absurda". Y en otras piezas clásicas no falta el vaso de vino o caña como parte del paisaje de la barra, de la esquina o del desencuentro.
La ruta del vino urbano existe (y pasa por Devoto)
Vino y tango comparten mesa, memoria y ciudad. Y hoy forman parte de la experiencia urbana que los turistas buscan para conectar con la identidad más profunda de Buenos Aires. ¿Se imaginan una verdadera ruta del vino urbana? Existe! acá en la Ciudad esta ruta recorre desde vinerías boutique hasta grandes bodegas con presencia local, bares con sommeliers que curan experiencias y propuestas gastronómicas que maridan lo mejor de la cocina porteña con etiquetas de todo el país.
Uno de los hitos más potentes en este camino es el Distrito del Vino, ubicado en el barrio de Devoto, una iniciativa del Gobierno de la Ciudad que articula desarrollo urbano, inversión privada y promoción enoturística. Allí se radican bodegas, vinotecas, espacios de formación y experiencias sensoriales. Un proyecto que demuestra cómo el vino también puede ser motor de desarrollo económico, cultural y turístico. ¿Por qué Devoto? La provincia de Mendoza está unida con la Ciudad de Buenos Aires por el Ferrocarril San Martín, y allá por 1887, en La Paternal había un playón de cargas especialmente dedicado al vino traído desde Mendoza. En los alrededores se establecieron bodegas y embotelladoras que procesaban esa mercadería localmente. Después de aplicarse una ley que obligó a embotellar en origen, esa infraestructura perdió su función y quedó obsoleta. Si bien en Devoto no hay evidencia clara de embotelladoras vinculadas al vino como en La Paternal, sí fue parte de este desarrollo a través de la “Estación Devoto”, que cumplió un papel importante en la carga y el tránsito de esta mercadería, pero sin registros específicos de bodegas embotelladoras en el entorno inmediato.
Wine bars para cada estilo de bebedor
Continuando con nuestra ruta del vino porteña hablemos un poco de los wine bars. Estos son pequeños locales especializados en la gran bebida patria. Lugares donde sirven vinos por copa o botella, con buena cristalería y a temperatura correcta, con camareros, sommeliers y dueños que saben lo que están ofreciendo. Así como hay un vino para cada paladar, hay un wine bar para cada tipo de consumidor. Están los bares que ofrecen etiquetas de renombre, otras que se especializan en vinos naturales; algunos son íntimos y románticos, otros suben el volumen de sus parlantes y continúan hasta largas horas de la noche. Muchos se ubican en zonas turísticas y de oficinas pensando en el after office, también están los que se ubican en calles tranquilas de barrios diversos. Todos comparten una misma pasión: el vino argentino entendido como una bebida propia de este país.
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No podemos hablar de vinos sin mencionar a los especialistas. La Ciudad cuenta con la Escuela Argentina de Vinos, una escuela de formación de sommeliers, que otorga título oficial, para quienes quieran profesionalizarse en el rubro. Es un espacio ideal tanto para aficionados que desean dar sus primeros pasos en la degustación como para aquellos paladares más experimentados que buscan profundizar sus conocimientos. Desde catas introductorias hasta cursos especializados sobre terroirs y maridajes, la EAV ofrece una propuesta educativa para descubrir los secretos de las cepas argentinas y del mundo.
Y si de profesionales hablamos, no podemos dejar de mencionar que en la Ciudad se destacan figuras como Martín Bruno, Wine Director y Sommelier de Don Julio Parrilla, distinguido por la Guía Michelin como el Mejor Sommelier del Año 2023, entre otros premios y menciones.
Un viñedo urbano en el corazón de la ciudad
Buenos Aires es la primera ciudad de América Latina en tener su propio viñedo urbano, ubicado a solo cuatro cuadras de Plaza de Mayo, en el patio del Hotel Intercontinental. Al mejor estilo de ciudades como París, Londres o Madrid, la capital argentina suma así una propuesta enoturística tan original como disruptiva.
La iniciativa es impulsada por Bodega Gamboa, un proyecto vitivinícola con base en Campana —a poco más de una hora del centro porteño— que busca explorar nuevos terroirs y ofrecer experiencias vinculadas al vino desde una mirada contemporánea. Su fundador, Eduardo Tuite, no sólo es productor: también cuenta con una amplia trayectoria en turismo receptivo, lo que le da una visión integral para conectar el mundo del vino con el desarrollo de experiencias urbanas.
El viñedo, que ya cuenta con unas 150 plantas de malbec, torrontés y pinot noir, estará abierto al público a partir de septiembre, coincidiendo con la llegada de la primavera y con los 30 años del hotel en la Ciudad. La propuesta incluirá catas, cenas maridadas, conciertos, vendimias urbanas y degustaciones, con una producción estimada de 500 botellas que se subastarán a beneficio de organizaciones sociales. En una etapa posterior, planean vinificar directamente en el hotel, utilizando pequeños tanques de acero y ánforas para completar la experiencia.
Esto es un verdadero hito tanto para la industria hotelera como para el perfil turístico de Buenos Aires. La articulación entre hotelería, enoturismo y nuevas experiencias marca un diferencial y pone en valor el potencial que tiene la Ciudad para ofrecer propuestas únicas.
Acá no hace falta ir al viñedo: el vino te sale al encuentro. En cada esquina, en cada copa bien servida, Buenos Aires te invita a vivirla con todos los sentidos. Así que no lo pienses tanto. Elegí un barrio, buscá una mesa y dejá que la ciudad te cuente su historia entre sorbos.
Muchas recomendaciones con sabor local
Pain et Vin, Gorriti 5132. La propuesta parece simple, pan y vino, pero detrás esconde mucho conocimiento y una hermosa oferta gastronómica. El proyecto nace de una pareja compuesta por una sommelier y un chef/panadero, quienes reúnen vinos del día y copas degustación de alta gama, panes de masa madre, quesos y algunos platos deliciosos. El mejor plan es al atardecer, en la vereda.
Vereda Adentro, 11 de Septiembre 3201. Su nombre contradictorio se explica al llegar al local, donde las fronteras entre el adentro y el afuera se hacen difusas. La propuesta son vinos naturales de pequeños productores de todo el país -incluida la provincia de Buenos Aires- por copa y por botella. Para comer hay quesos, panes, platos pequeños y otros más grandes, todo pensado para compartir. No abre cuando juega River de local.
Gran Bar Danzón, Libertad 1161. Hace 25 años abrió este bar que se convirtió en emblema de la ciudad, un pionero de la alta coctelería y de los bares de vinos porteños. Tras dos décadas y media, el Danzón sigue ahí, tan vivo como siempre: una larga y preciosa barra dedicada a las espirituosas y las cocteleras, una barra más pequeña donde beber vinos por copa y etiquetas de toda la Argentina; y un salón donde probar una cocina de aires mediterráneos y sushi de calidad.
444, Av. José María Moreno 444. Funciona de jueves a sábado en el Club Social Oeste de Caballito. Con una extensa carta de vinos por botella y opciones de comida tipo bodegón, 444 ofrece una de las experiencias vitivinícolas menos solemnes de la ciudad, con vista directa a la cancha de fútbol del club y baños compartidos con los socios.
Vina de San Telmo, Av. Caseros 474. Emplazada en el pintoresco boulevard Caseros, con una amplia vereda bien aprovechada, Vina ofrece una propuesta comandada por la sommelier Sofía Maglione. Hay vinos de pequeñas bodegas por botella, copas del día y catas periódicas.
Helka Wine Bar, Freire 1117. A pocas cuadras de la estación Colegiales, Helka recibe a sus clientes en una antigua casona de 1917 de techos altos y patio amplio. La propuesta aquí es más lúdica: la amplia carta de vinos se complementa con noches de tarot, de bingo, de juegos.
Overo Bar de Copas, Nicaragua 4583. A su terraza con vista a Plaza Armenia y su sistema de orden electrónica, Overo le suma otra particularidad: además de abrir para el público general, es también un club de vinos. A su larga lista de vinos la acompañan empanadas, ensaladas, quesos y charcutería.
Naranjo Bar, Carranza 1059. Tablones en la vereda, etiquetas -en su mayoría de vinos naturales- recitadas por los mozos, local con exhibidora con las tapas frías del día: en este bar manda la simpleza, la baja intervención y el disfrute juvenil.
Anchoíta Cava, Velasco 1456. Sin reserva y abierto todo el día, el pequeño Anchoita Cava es ideal para disfrutar de vinos por copa o botella, además de decenas de quesos y chacinados de pequeños productores guardados hasta que están en su momento óptimo de maduración. Hay etiquetas de alta gama, de bodegas chicas y grandes, de aquí y también de otros países.
Pulpería Soler, Soler 4358. Su espacio reducido es ideal para interactuar con el sommelier, que destaca por su atención personalizada y la pasión con que comunica. Hay vinos por copa -a veces suman importados- y una pequeña góndola con botellas nacionales minuciosamente seleccionadas.
Amores Tintos, Gorriti 4202 y Soler 4202. Aunque se trate de un wine bar, su estética, su mobiliario y su servicio lo emparientan con una cervecería artesanal. Los clientes pueden elegir entre sus más de 20 canillas de vino tirado para llenar la copa o botella de medio litro. Para maridar hay tortillas, hamburguesas y empanadas.
La Cava Jufré, Jufré 201. Atención descontracturada y clima familiar en un acogedor salón de planta baja o en el entrepiso. La extensa selección de vinos a buen precio se acompaña con tablas de quesos, tortilla, bruschettas o empanadas de masa filo. También se organizan catas y presentaciones de nuevas etiquetas.
Vinos de Culto Bistró - Wine Bar, Superí 2799. Una tienda de vinos que de noche se hace bistró, momento en que sus clientes pueden sentarse y probar la gran variedad de etiquetas de bodegas tradicionales y de pequeños productores que hay en esta casa. Para comer hay bruschettas, tablas de quesos, burratas, empanadas, pizzas individuales y postres. También se ofrecen catas y cursos.
Vico, Gurruchaga 1149. Más de 100 etiquetas por copa salen de los dispensers de Vico Wine Bar Villa Crespo, con las cuales el propio consumidor se sirve la etiqueta elegida en tres tamaños posibles (degustación, media copa o copa). La selección de botellas recorre la enología argentina de norte a sur y de este a oeste. También hay cócteles en la barra y una cocina que privilegia los productos de estación.
Tiempo de Sabores, Asunción 4026. Nació en una casona típica de Devoto y es todo terreno: además de ser restaurante y café, alberga una vinoteca con más de 600 etiquetas, un espacio para catas y un mercado de delicatessen y productos orgánicos. Las copas y botellas pueden acompañarse de carnes, risottos, calzones y pizzas napolitanas.
Para más info sobre la Escuela Argentina de Vinos: https://eavescueladevinos.com/